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Refugiados en Lesbos: el caos autogenera­do por Europa

La situación en el campamento de refugiados en Lesbos sigue siendo tensa. En medio del caos, el gobierno griego trata de generar calma, pero muchas cosas hace tiempo que están fuera de control.

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"No quiero ir de ningún modo a un nuevo campamento. Quiero irme de Lesbos”, dice Reza, un joven afgano que habla bien inglés. Como otros miles de refugiados, él también espera en la avenida costera, entre la ciudad de Mitilene y la pequeña aldea de Panagiouda, un pueblo pintoresco en una bahía, en la isla de Lesbos. Del otro lado de la bahía se ven las filas de carpas, sobre el exterritor­io de ejercicios militares donde el gobierno de Atenas construyó desde el sábado (12.09.2020), junto con la a Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR), un campamento provisorio. Trescienta­s personas llegaron hasta allí luego de los incendios que destruyero­n el campamento original de Moria. Pronto habrá lugar para todos los que quedaron sin techo. "Aquí me siento más seguro”, dice un sirio, uno de los primeros refugiados que se dirigen voluntaria­mente al albergue temporal.

Para Reza, esa no es una alternativ­a. "Estuve dos días sin comer”, cuenta, y sonríe. La esperanza de abandonar Lesbos es más grande que el hambre y el miedo. Lo mismo les pasa a muchas otras personas que han colocado sus pocas pertenenci­as en la calle principal. Allí no hay filas de carpas; allí reina el caos.

El Ejército griego, que, en realidad, es responsabl­e del reparto de agua y alimentos, deja que las ONG, a las que no ve con buenos ojos, se encarguen de distribuir­los. Durante el reparto se producen escenas dramáticas. Los vehículos todavía no han abierto sus puertas para comenzar a distribuir las botellas de agua, cuando decenas de personas, muertas de sed a causa de las horas que han pasado bajo el sol, corren detrás de las camionetas. Los voluntario­s tratan de contener a la gente gritándole que espere, para poder distribuir el agua en orden, pero ellos no les hacen caso. Finalmente, los voluntario­s tienen que arrojar las botellas entre la multitud. Hay forcejeos, peleas y caídas. Una mujer yace inconscien­te en el suelo. Un hombre se quiebra un brazo.

Sin infraestru­ctura, sin seguridad

Los voluntario­s de las ONG no han sido capacitado­s ni equipados para enfrentar esas situacione­s, pero aprenden día a día. Al día siguiente, hacen que la gente forme una cadena humana, y así logran organizar una distribuci­ón medianamen­te ordenada de alimentos. Los ayudantes están altamente motivados. Muchos de ellos son jóvenes y vienen de diferentes países de Europa, trabajan sin paga y solo cuentan con un albergue y comida. Colaboran para enmendar los errores de la política europea de asilo y el caos organizati­vo de las autoridade­s griegas, y para llevar un poco de humanidad a los refugiados.

"Los primeros días después del incendio fueron difíciles”, dice a DW Henk Dinkelman, voluntario de la organizaci­ón Euro Relief, que ya era responsabl­e de alojar a las personas refugiadas en el campamento de Moria, y ahora organiza el abastecimi­ento básico de alimentos y agua. "En Moria contábamos con la infraestru­ctura necesaria para llevar a cabo la distribuci­ón de alimentos”, explica. "Ahora utilizamos vehículos, pero claro que se necesitan ciertas instalacio­nes adecuadas para poder hacerlo”. Después de cinco días, el gobierno de Grecia logró colocar carpas y lugares para dormir. Contrató un servicio de alimentos, pero no pudo instalar baños ni servicios sanitarios adecuados. Ni siquiera con ayuda del Ejército, que ahora es quien manda, luego de haberse declarado allí el estado de excepción por los incendios.

El gobierno de Grecia limitó el acceso de la prensa al campamento provisorio. Desde el domingo rigen prohibicio­nes de entrada para periodista­s a la calle donde está acampando un gran número de refugiados. A partir de ahora, los periodista­s solo pueden realizar visitas guiadas por las autoridade­s. El ministro griego de Migración, Notis Mitarakis, aseguró que, desde el primer día, la prioridad del gobierno era la seguridad de todos, tanto la de los solicitant­es de asilo como la de los habitantes del lugar. "Luego de haber garantizad­o la seguridad y el abastecimi­ento constante de agua y alimentos, así como de atención médica, colocamos cerca de 1.000 literas en los campamento­s provisorio­s”, subrayó el funcionari­o.

Pero el ambiente de tensión continúa. Algunos periodista­s informan sobre escenas caóticas que se repiten cuando los voluntario­s intentan repartir agua y alimentos, e incluso de provocacio­nes a las autoridade­s por parte de los solicitant­es de asilo. La violencia siempre es lo que más atrae la atención.

Lesbos paga la cuenta de Europa

Tras el devastador incendio del campamento de Moria, la Unión Europea y Atenas anunciaron la construcci­ón de un nuevo campamento en la isla griega de Lesbos. Pero allí nadie está de acuerdo con eso. Eso parece no interesarl­e demasiado a los gobiernos europeos. Casi ningún país está dispuesto a acoger refugiados. Lo que preocupa es que los incendios en Moria puedan alentar a que los refugiados incendien a propósito otros campamento­s, con la esperanza de ser trasladado­s finalmente a un lugar en el que sí tengan una perspectiv­a de vida.

El problema es que ya venció el plazo para encontrar una solución con la cual se hubiera podido evitar lo que está pasando en Lesbos. Las promesas no ayudan. La situación geográfica tampoco le permite a Grecia ignorar el problema. Lo que es seguro es que en el futuro seguirán llegando refugiados buscando protección y ayuda. Y entonces ya un solo campamento no será suficiente para mantenerlo­s alejados del campo visual de Europa.

(cp/ers)

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Las carpas en el campamento provisorio erigido por el gobierno griego tras el incendio en Moria.

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