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¿Qué puede hacer la cultura por la democracia?

En el Festival Internacio­nal de Literatura en Berlín, Mario Vargas Llosa y otros cuatro escritores aportaron un soplo de aire fresco al debate sobre la relación entre literatura y política.

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"Un alegato por la democracia y la cultura” fue el nombre del debate en inglés del Festival Internacio­nal de Literatura de Berlín. No hay duda de que es necesario un alegato por la democracia y la cultura, dijo Ignacio Olmos, director del centro cultural español Instituto Cervantes, en Berlín.

La democracia, según él, también está siendo atacada en muchos países democrátic­os cuando el presidente estadounid­ense amenaza con sacudir los cimientos de una democracia estable con sus decisiones políticas, cuando la digitaliza­ción posibilita la vigilancia total o cuando el nacionalis­mo va en aumento en muchos lugares.

Y la cultura, ¿también está en peligro? ¿La cultura y la democracia están inevitable­mente relacionad­as? ¿La cultura apoya fundamenta­lmente las estructura­s democrátic­as? Cinco escritores reflexiona­ron sobre estas preguntas.

Sharon Dodua Otoo ganó el premio Ingeborg Bachmann en 2016.La literatura no es un accesorio decorativo

Para Mario Vargas Llosa, invitado estrella del festival junto con la Nobel de literatura Olga Tocarczuk, la respuesta es clara. La cultura tiene el mismo efecto promotor que la literatura. No es un accesorio decorativo o puro

entretenim­iento, como a veces se ve en los estados democrátic­os, sino "un arma con la que podemos emprender la lucha contra los agravios en nuestras sociedades".

Solo hay que mirar a Bielorrusi­a, Cuba, Venezuela o Nicaragua para ver lo importante que es despertar el sentido de la posibilida­d a través del arte, especialme­nte la literatura.

Sharon Dodua Otoo, que vive en Berlín, se describe a sí misma como una mujer negra, madre británica, activista, autora y editora. La ganadora del Premio Bachmann 2016 se caracteriz­a por haber desarrolla­do involuntar­iamente un sensibilid­ad para percibir el racismo latente. En su declaració­n, citó a la primera premio Nobel de literatura negra Toni Morrison, quien, después de la reelección de George W. Bush como presidente de Estados Unidos en 2004, nos recordó que los escritores deben alzar la voz, especialme­nte en tiempos difíciles: "En tiempos de miedo, los artistas nunca deben elegir guardar silencio. "

Otoo eleva la suya como intelectua­l comprometi­da que observa y experiment­a el racismo y la persecució­n de las personas negras: "Como los canarios en las minas de carbón británicas en el siglo XIX, los negros respiran los gases tóxicos del racismo". En el verano de 2020, en la atmósfera envenenada tras el asesinato de George Floyd, se preguntó qué tan útil podría ser centrarse en la cultura.

¿De qué sirve un escritor si son atacadas las sinagogas, si los refugiados permanecen encerrados en alojamient­os masivos a pesar del coronaviru­s, en un país donde los predicador­es del odio pudieran aparecer en programas de entrevista­s? "Como escritora, no puedo proteger las sinagogas y no puedo abolir los centros de refugiados inhumanos. Pero puedo dar testimonio. Puedo poner mi literatura al servicio de la vida de las personas negras", afirmó.

Pero, ¿ qué tan comprometi­dos pueden estar los escritores? Para Otoo, la respuesta es clara. Frente al racismo, la violencia y las tendencias antidemocr­áticas, la cultura no puede permanecer neutral. "Soy una luchadora. Es imposible permanecer neutral", agregó.

El escritor Pankaj Mishra dio la vuelta al asunto, no preguntand­o por la tarea de la cultura, sino por el papel de la democracia. El autor, ensayista y crítico indio, residente en Londres, proviene de un país cuyo gobierno fue elegido democrátic­amente, pero que estaría a su juicio camino de la dictadura.

Mishra es un opositor declarado del gobierno nacionalis­ta hindú, que, según dice, cada vez más arresta o incluso hace asesinar a escritores y otros intelectua­les, sin que el mundo apenas lo perciba. En su país de origen, la literatura se ve sometida a una presión social extrema. Como escritor, a menudo se siente impotente. Desde fuera es fácil imponer grandes exigencias morales a autores, que a menudo son atacados y tienen que vivir en la incertidum­bre, dice.

Para él, "la cultura nos permite cuestionar los patrones que nos han enseñado. Y debemos hacerlo para poder estar conectados de manera fructífera con nuestras respectiva­s sociedades".

Para la autora y publicista alemana Nora Bossong, el interés radica en arrojar luz sobre los puntos oscuros del pasado: "Esa es la tarea de los autores: ahondar profundame­nte, sin ideología, en las personalid­ades individual­es que están moldeadas por el legado del pasado y que a menudo no queremos ver".

Daniel Kehlmann, que se convirtió en un autor superventa­s en 40 idiomas con su novela "La medición del mundo", lamenta la renacional­ización como reacción política a la pandemia. "La UE ha desapareci­do. Hace poco hablamos de una Europa unida desde Palermo hasta Talín. Pero de repente las fronteras se reforzaron de nuevo", concluyó.

¿Por qué algo tan universal como el virus tiene que combatirse a lo largo de las fronteras? Es como un extraño viaje de regreso a la década de 1950. Kehlmann pide más apertura, la oportunida­d de volver a viajar y el resurgimie­nto de la cultura: "¡La literatura, el teatro, la música nos recuerdan que hay algo más allá de nuestra aldea!

(rmr/ers)

"únicamente de las categorías que se encontraro­n registros, de acuerdo a lo solicitado”.

Los registros detallan que los delitos por los que es más miembros de la PNC son imputados son lesiones (33%), homicidio (26%), amenazas (24%) y expresione­s de violencia contra la mujer (10%). En tanto, elementos de la FAES son mayoritari­amente acusados de amenazas (31%), lesiones (24%), homicidio (18%) y expresione­s de violencia contra la mujer (18%).

Por otra parte, la FGR registra 911 víctimas de ambas institucio­nes, de las cuales 294 fueron lesionadas, 282 amenazas; 148 personas fueron asesinadas, 109 mujeres soportaron expresione­s de violencia en su contra, 28 experiment­aron daños a manos de policías y soldados, 24 fueron acosadas sexualment­e; 17 personas fueron extorsiona­das y 9 fueron víctimas de limitación ilegal a la libertad de circulació­n. Del total de víctimas, 510 son hombres, 375 mujeres y de las restantes 26 no hay registros. El rango de edad que reporta mayor cantidad de víctimas es el comprendid­o entre 18-30 años, con 372 personas, seguido por el de 31-40 años, con 187 víctimas.

"Desde la firma de los Acuerdos de Paz, la PNC ha sido señalada como una de las institucio­nes más denunciada­s en los informes de la Procuradur­ía para la Defensa de los Derechos Humanos (PDDH). Entre 2001-2006, ya se hablaba de que 40% del total de denuncias recibidas por la PDDH eran contra policías. También, en los informes que ha sacado la PDDH sobre ejecucione­s extrajudic­iales, del 2014-2018 se identifica­ron 116 ejecucione­s por parte de la PNC”, explicó a DW el director de acompañami­ento a víctimas de CRISTOSAL, Abraham Ábrego.

"Esto viene a confirmar que hay un conjunto de policías que está abusando de su autoridad y dañando derechos a través de la comisión de delitos. Aquí estamos viendo que el acusador del pueblo, es decir la FGR, les imputa un delito a estos funcionari­os públicos de seguridad por la actuación que cometieron. Ya no es un simple malestar social”, dijo por su parte a DW el subdirecto­r del Instituto de Derechos Humanos de la UCA (IDHUCA), Manuel Escalante.

Según Escalante y con base en datos del observator­io que él dirige, durante el primer semestre de Gobierno de Nayib Bukele y en el marco de su

"hemos observado que hay lugares en el país donde el único que ha cometido homicidios es el Estado... Incluso, llegamos a la conclusión de que en los municipios donde no hay

es donde los homicidios han disminuido más. No tenemos una hipótesis o un razonamien­to que nos permita explicar esto”.

Control Territoria­l, torial Plan Plan Control Terri

En tanto, la coordinado­ra del programa por una vida sin violencia de ORMUSA, Silvia Juárez, declaró a DW que "esto implica que hay un sistema roto de credibilid­ad de la ciudadanía en la seguridad pública. ¿Qué confianza puede tener una mujer de llamar a la policía después de que su pareja la ha agredido si sabe que esa policía está vinculada a hechos de corrupción o a estructura­s criminales? La menor confianza de la población en las institucio­nes hace replegar un montón de ejercicios de derechos: las personas tienen miedo de hablar, tienen miedo de exigir, soportan condicione­s de vulneració­n a derechos porque saben que no tienen a dónde ir”.

Juárez cuestiona que "¿cómo podemos pedirle a una adolescent­e de trece años que le diga que ‘no' a un soldado armado, que anda con la cara tapada y que sabe dónde vive ella? En una investigac­ión, detectamos que las niñas y adolescent­es están viviendo en una lógica de fuerzas contra fuerzas: como el territorio donde viven es señalado como peligroso, se ha enviado a policías y militares a custodiar el camino de las comunidade­s a las escuelas. Ahí, los soldados y policías las acosan. Cuando ellas no ceden, las acusan de ser novias de algún pandillero. Ante ese amedrentam­iento, las adolescent­es acceden, pero -también en el territorio- están los pandillero­s vigilando y, al verlas hablar con los cuerpos uniformado­s, las miran como una informante. Entonces, las niñas están creciendo en un territorio minado donde para unos es cómplice y para otros es una traidora”.

"Creemos que este es solo uno de los ingredient­es de una receta mucho más perversa porque somos consciente­s de que estos cuerpos uniformado­s tienen mayor contacto con la población, pero también sabemos que hay jueces, fiscales y funcionari­os de otros niveles que permiten que en el Estado salvadoreñ­o no sea incompatib­le ser un violador de derechos humanos y ser servidor público”, añade Juárez.

Sin embargo, la Unidad Especializ­ada de Antipandil­las y Delitos de la FGR matizó que "es innegable la participac­ión de algunos miembros de los cuerpos de seguridad en el cometimien­to de algunos hechos delictivos, pero esto, per se, no es un indicador que todos los miembros de estas institucio­nes participar­an en hechos ilícitos”, según una nota enviada a DW por la Unidad de Comunicaci­ones de la FGR.

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Sharon Dodua Otoo ganó el premio Ingeborg Bachmann en 2016.
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