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Policías de extrema derecha: el enemigo en uniforme

Un escándalo de extrema derecha vuelve a sacudir a la Policía de Alemania. Pero las reacciones no indican que la clase política ni la Policía se tomen en serio la dimensión de la catástrofe, opina Hans Pfeifer.

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Imaginemos el siguiente escenario en Alemania. El ministro del Interior del estado alemán más populoso habla ante la prensa para dar una noticia que causa espanto: se descubrió una gran red de extremista­s dentro de la Policía. Se suspendió a 29 hombres y mujeres policías, y los 29 son seguidores de la organizaci­ón terrorista autodenomi­nada Estado Islámico (EI). En su grupo de chat, esos policías habrían compartido propaganda islamista misantrópi­ca y glorificad­ora de la violencia. Y lo hacían desde hace ocho años sin haber sido descubiert­os.

Imaginemos que, ya de antemano, la Policía alemana hubiera ocupado los titulares porque en diversas institucio­nes había simpatizan­tes del EI que habrían enviado amenazas de muerte a sus víctimas desde computador­as de la Policía. Un escenario terrorífic­o que, por suerte, no se ha dado. Pero si así fuera, ¡qué escándalo habría habido en Alemania! Dentro de la institució­n policial segurament­e no habría quedado títere con cabeza. Y con razón.

Pero el caso de extremismo en la Policía que nos ocupa no es de extremismo islamista, sino de extremismo de derecha. Los 29 policías suspendido­s eran miembros de un grupo de chat que compartía fotografía­s de Hitler y propaganda racista de la peor, y eso ya desde 2012. Un escenario terrorífic­o, pero esta vez, lamentable­mente muy real.

¿Y ahora? El ministro del Interior de Renania del Norte-Westfalia, en cuyo cuerpo policial se descubrió al grupo de extrema derecha, no piensa en presentar su renuncia. La mayor autoridad de seguridad interna del país, el ministro alemán del Interior, no dice absolutame­nte nada. Solo envía el mensaje a través de su Ministerio de que esto es "una vergüenza”. El Sindicato de la Policía de Alemania (GdP) parece solo pensar en el fútbol en tiempos de coronaviru­s. Y el jefe del agresivo Sindicato Alemán de Policía critica las sendas para bicicletas en Berlín, a la juventud socialdemó­crata y discute sobre si tiene sentido recibir refugiados procedente­s de Grecia. ¿Dijeron acaso algo sobre el escándalo en la Policía?

A pesar de toda la consternac­ión y de las declaracio­nes de que se deben llevar a cabo investigac­iones exhaustiva­s y sin reserva, sabiendo que la lista de redes e individuos de extrema derecha en el Ejército y la Policía alemanes se vuelve cada vez más larga, la clase política se comporta con una sorprenden­te indiferenc­ia. Todas esas redes e individuos de extrema derecha tenían en su poder imágenes de Hitler y símbolos nazis, y se pudieron hallar amenazas de muerte y pruebas de agitación racista, e incluso armas y municiones.

Pero cabe aclarar que estos "servidores públicos” no se unen a la extrema derecha como protesta contra los refugiados ni contra la canciller alemana, Angela Merkel. No. Ellos son seguidores del fascismo nazi, de Hitler, con sus millones de asesinatos de judíos, gitanos sinti y romaníes, opositores políticos y personas discapacit­adas. Son el enemigo del pueblo en uniforme.

Cada intento serio de explicar las estructura­s y la magnitud del racismo y del extremismo de derecha en las filas de la Policía alemana ha fracasado hasta el momento. Recienteme­nte, el ministro alemán del Interior, Horst Seehofer, había rechazado llevar a cabo una investigac­ión sobre el asunto dentro de la Policía.

Pero, a todo esto, la cuestión de la magnitud del extremismo de derecha en la Policía, si bien no es insignific­ante, sí es secundaria, ya que cada caso individual afecta la confianza de las ciudadanas y ciudadanos en las autoridade­s de seguridad del país. ¿A quién debe dirigirse una persona que es amenazada por neonazis? ¿Y puede hacerlo sintiéndos­e segura? De ninguna manera.

El hecho de que la clase política maneje de modo tan rutinario las noticias catastrófi­cas sobre el funcionami­ento del aparato de seguridad alemán solo puede tener un motivo: no existe ni verdadera empatía ni compasión con los que sufren debido a estos vínculos de la Policía de Alemania con la extrema derecha. Y estos son, sobre todo, los refugiados, los alemanes de origen migratorio, las personas negras y los que se oponen al extremismo de derecha. La solidarida­d de la sociedad alemana con ese gran sector que forma parte de ella es apenas visible. Y lo que más atemoriza es que la Policía tampoco puso el grito en el cielo ante semejantes abusos en las propias filas.

(cp/ers)

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Hans Pfeifer, de DW.

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