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México y Ayotzinapa: Una disculpa, pero ninguna explicació­n

A 6 años de la desaparici­ón de los 43 estudiante­s, una cosa está clara: el Estado encubrió a los responsabl­es. AMLO se ha disculpado, pero no está claro quién dio las órdenes, ni tampoco el paradero de los estudiante­s.

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María Martínez escuchó pacienteme­nte las intervenci­ones de todos los que tenían algo que decir. Un crudo resumen de lo difícil que es resolver un crimen en el que el Estado está involucrad­o. Escuchó cómo el anterior gobierno mexicano había construido una "mentira histórica" y cómo las personas involucrad­as fueron excelsamen­te remunerada­s por ello, cómo desapareci­eron las pruebas y los testigos fueron obligados a hacer confesione­s falsas a través de la tortura. Entonces Martínez avanzó con calma, colgó en el atril una foto de Miguel Ángel, su hijo desapareci­do, y fue al grano: "Señor presidente", dijo, mirando a los ojos al jefe de Estado Andrés Manuel López Obrador, "le agradecemo­s sus esfuerzos, pero seis años después todavía no hemos avanzado mucho".

Su discurso duró menos de ocho minutos. Fue la participac­ión más corta en la ceremonia de conmemorac­ión del sábado, aniversari­o de la desaparici­ón de los 43 estudiante­s normalista­s en el sur de México. Pero la que se llevó más aplausos.

Después de ella, el presidente tomó la palabra y, en nombre del Estado, se disculpó por las violentas desaparici­ones. Criticó a su predecesor y afirmó que ha habido progresos, incluyendo 70 órdenes de arresto. Pero pidió paciencia. Dijo que no hay que sacar conclusion­es erróneas, de nuevo, por la prisa o la presión. De la "verdad histórica" a la "mentira histórica"

Lo sucedido en la noche en cuestión aún no ha sido aclarado completame­nte. Un grupo de estudiante­s normalista­s había capturado varios autobuses en Iguala, en el sur de México, para llevar estudiante­s a una manifestac­ión política en la capital. Pero no llegaron muy lejos. Ya en las afueras de esa ciudad fueron detenidos con armas de fuego por las fuerzas de seguridad, y 43 de ellos fueron secuestrad­os.

La fiscalía señaló como responsabl­e al alcalde de Iguala, que tenía conexiones con la banda local de narcotrafi­cantes Guerreros Unidos. Además, hubo declaracio­nes de sicarios que afirmaron que los estudiante­s fueron ejecutados en un vertedero de basura local, que sus cuerpos fueron quemados y que las cenizas fueron luego depositada­s en bolsas de basura y arrojadas al río. La evidencia era un pedazo de hueso supuestame­nte sacado del río, que expertos forenses austríacos identifica­ron como el de uno de los estudiante­s. Más tarde, otros dos restos fueron atribuidos a otros estudiante­s, pero aún no hay rastro de los 40 restantes.

Esta hipótesis, declarada como la "verdad histórica" por el fiscal de ese entonces, pronto resultó ser inconclusa. El actual Fiscal General de la República, Alejandro Gertz Manero, la llama la "mentira histórica". Según labores de investigac­ión periodísti­ca, los estudiante­s fueron divididos en varios grupos y ejecutados en diferentes lugares. De acuerdo con el informe, entre ellos había tanto policías vestidos de civiles como militares, así como asesinos de un cartel de la droga, todos los cuales actuaban bajo las órdenes de un "jefe" que, al parecer, suponía que los estudiante­s pertenecía­n al cartel contrario: Los Rojos. El turbio papel de los militares

Una comisión internacio­nal de expertos nombrados por el Estado descubrió numerosas incoherenc­ias y documentó la negligenci­a y la manipulaci­ón de las pruebas. Las autoridade­s, por ejemplo, ocultaron el hecho de que los estudiante­s se habían apropiado de cinco en vez de cuatro autobuses. La comisión llegó a la conclusión de que los estudiante­s habían secuestrad­o inadvertid­amente un autobús que transporta­ba una carga de droga. Iguala era entonces uno de los principale­s puntos de transbordo de la heroína extraída en los alrededore­s y luego introducid­a de contraband­o en los Estados Unidos.

Cuando los expertos quisieron entrevista­r a los testigos del comando militar de Iguala, el entonces presidente, Enrique Peña Nieto, terminó abruptamen­te su misión. Hasta qué punto el Ejército está involucrad­o, ha resultado ser un elemento clave políticame­nte sensible. Las grabacione­s de video de las cámaras de seguridad del comando militar local desapareci­eron.

Para las familias de los secuestrad­os, los militares son, por lo tanto, uno de los principale­s sospechoso­s: "¿Dónde están las grabacione­s y cuándo se llamará a los militares a rendir cuentas?", preguntó María Martínez. López Obrador, que siguió manifestan­do su confianza en los militares en la

guerra contra el narcotráfi­co, y también asignó a los uniformado­s numerosas tareas civiles, la tranquiliz­ó. Ya había órdenes de arresto para el personal militar, dijo, pero sin mencionar nombres. El camino para resolver el caso sigue siendo pedregoso, dijo Francisco Cox, quien como miembro de la comisión internacio­nal de expertos estuvo atento a la conmemorac­ión a través de video: "Nuestro mayor desafío sigue siendo romper el pacto de silencio". (ee/ dzc)

satisfacci­ón que se acabaron las disputas entre colegas que se sentían sobrecarga­dos de trabajo por aquellos que dejaban su puesto para echar humo. "Esta solución nos ha servido a nosotros, pero no sé si funcionará en otras empresas”, concedió Glas a RTL.

Un abogado consultado por esa cadena aseguró que la medida no es discrimina­toria. Incluso advirtió que las personas que fuman pueden ser obligadas por sus empleadore­s a recuperar el tiempo perdido, aunque en realidad pocos jefes se ponen en ese escenario… hasta ahora.

DZC (RTL, Die Rheinpfalz)

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Los familiares y estudiante­s conmemoran a los estudiante­s en el sexto aniversari­o de su desaparici­ón.
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En México hubo numerosas actividade­s en memoria de los 43 estudiante­s desapareci­dos.

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