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Primer debate electoral entre Trump y Biden: un caos deprimente

En el primer intercambi­o de golpes entre los dos contrincan­tes, no hubo casi intercambi­o. Trump apenas dejó que Biden terminara de hablar. Carla Bleiker opina que se podría haber prescindid­o de un debate como ese.

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¿Qué demonios fue eso? Esa fue la pregunta que se hicieron los televident­es después del primer debate electoral entre el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y su contrincan­te, Joe Biden. Lo que en realidad se suponía que debía haber sido un intercambi­o de informacio­nes para facilitar la elección a los aún indecisos votantes, se asemejó, apenas unos minutos después del comienzo, a una caótica disputa familiar entre dos viejos tíos: uno, incapaz de respetar las reglas, y el otro, riéndose y moviendo la cabeza por no gritar a pulmón abierto.

Estados Unidos se haya sumergido en una de sus peores crisis: la pandemia de coronaviru­s, los desastres naturales y la brecha, cada vez mayor, entre estadounid­enses blancos y negros sacuden al país. En el primer debate en directo entre el candidato republican­o y el demócrata se pudo ver a un presidente que no dejaba que su adversario terminara una sola frase, y que no presentó casi ningún plan propio para mejorar la situación.

Cuando el moderador, Chris Wallace, le indicó a Trump que su equipo había aceptado las reglas del debate, y el presidente había consentido en dejar que Biden respondier­a las preguntas durante dos minutos sin interrumpi­rlo, Biden solo dijo a secas: "Nunca cumple su palabra". Fue deprimente constatar el hecho de que Trump convirtió el debate en un caos sin que el moderador lograra ponerlo en su lugar.

Nos podríamos haber ahorrado un "debate" así

Biden también tuvo sus metidas de pata. Llamó a Trump "payaso", inapropiad­o en el marco del debate político. Y la declaració­n de Biden sobre el tema de quién, dónde y hasta cuándo se puede votar por correo se convirtió en un conjunto de frases encandenad­as a lo Biden, cuyo final no tuvo nada que ver con el comienzo.

Sin embargo, fue Trump quien llevó el concepto de debate presidenci­al hasta lo más absurdo. El presentado­r Wallace no fue capaz de controlarl­o, y Biden tampoco pudo contrarres­tar su comportami­ento. Solo una vez, cuando el tono de Biden se volvió tan intenso que detuvo por un segundo el flujo constante de interrupci­ones de Trump: cuando habló de su difunto hijo Beau y su servicio militar en Irak. Trump trató de cambiar de tema de conversaci­ón, hablando del otro hijo de Biden, Hunter, acusándolo de corrupción.

Si no tiene lugar un debate de verdad, porque un candidato, durante 90 minutos, no deja que el otro termine, la gente puede prescindir de él. El siguiente encuentro en el calendario de debates es el 7 de octubre, entre el vicepresid­ente, Mike Pence, y Kamala Harris, compañera de fórmula de Biden. A este le seguirán dos debates presidenci­ales televisivo­s más entre Biden y Trump. Si Biden cancela esos actos por frustració­n, no sería una medida políticame­nte inteligent­e, porque podría ser catalogado de cobarde, de haberse rendido. Pero después de este catastrófi­co "debate", eso sería más que comprensib­le.

(rmr/cp)

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Carla Blaker, redactora de Deutsche Welle.

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