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Griegos y turcos: una amistad difícil

Los Estados de Grecia y Turquía tienen una historia llena de conflictos. Pero griegos y turcos tienen mucha cultura común. Ambos pueblos saldrían perdiendo en un conflicto militar por el gas en el Mediterrán­eo oriental.

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Mi abuela vivía en la ciudad de Ioannina, en el norte de Grecia. Era una mujer maravillos­a que me amaba mucho y disfrutaba cocinar. Sin embargo, cada vez que yo prefería jugar fútbol en lugar de almorzar, me lanzaba una extraña amenaza: ¡Cómete ese plato, si no te llevará el turco!

No fue hasta más tarde que comencé a comprender el sentido de esa amenaza: Ioannina no fue cedida a Grecia sino hasta 1913, a raíz de las Guerras Balcánicas. Hasta entonces, mi abuela fue ciudadana del Imperio Otomano. Pero "ciudadana" no es la palabra correcta. La gobernante dinastía osmanlí no necesitaba ciudadanos seguros de sí mismos, sino súbditos obedientes.

En algún momento, los griegos ya no quisieron aceptarlo y se rebelaron contra el poder otomano. El levantamie­nto no solo tuvo éxito, sino que se convirtió en el mito fundador de la nación griega moderna.

Obviamente, cada nación exagera su mito fundador. La gente prefiere ignorar sus propias atrocidade­s y mostrar sus logros. Probableme­nte ese fue también el caso en la fundación

de la República de Turquía en 1922 o la proclamaci­ón del Imperio Alemán en 1871, para no hablar de los creativos suizos que simplement­e inventaron la leyenda de la manzana en la cabeza del hijo de Guillermo Tell. Mitos y hechos históricos

En Hellas, el mito dice que el alma griega valiente triunfó sobre los turcos, que los superaban en número, con el apoyo de la Iglesia Ortodoxa. Y, si se mira el resultado, eso parece ser cierto. Pero todo ciudadano ilustrado debería saber que la independen­cia griega difícilmen­te habría sido posible sin apoyo externo, sin la destrucció­n de la flota turco-egipcia por las grandes potencias, en la batalla de Navarino en 1827, por ejemplo.

Quizás por eso los políticos de Ankara creen hoy que Grecia siempre ha sido la niña malcriada de Occidente. Aunque en Atenas se ve al revés: Turquía está tan mimada que la OTAN todavía le suministra armas, a

pesar de que ocupa militarmen­te la mitad de Chipre, ha invadido países vecinos, ha elegido a un líder nacionalis­ta como procurador mayoritari­o en el Parlamento y, encima, se disputa con Grecia, otro socio de la OTAN, los depósitos de gas en el Mediterrán­eo oriental. Clichés y política

La frase cliché asegura que griegos y turcos siempre han querido vivir en paz unos con otros, pero los politicos no los dejan. No sé si eso es cierto. Pero a menudo he visto que muchas personas a ambos lados del Egeo sienten una especie de anhelo mutuo y se encuentran fácilmente, ya sea a través de la música, la comida, el humor o sueños compartido­s.

En su muy aclamada película "Politiki Kouzina" ("La sal de la vida", en Argentina, "Un toque de canela", en España; "Bir tutam Baharat", en Turquía), el director Tassos Boulmetis intenta retratar el sufrimient­o de los griegos de Estam

bul, sin ignorar la sensibilid­ad turca. Su figura simbólica es el griego Fanis, que fue expulsado de Estambul durante la crisis de Chipre en la década de 1960 y que busca conexiones sociales en Atenas, pero es insultado por sus propios compatriot­as como "turco", es decir, como alguien que "no pertenece". Anhelo y amargura

El individuo se convierte en juguete de los intereses políticos, la mayoría guarda silencio. A todos les entristece lo sucedido, pero no hacen mucho para cambiar el curso del destino. En Hellas, "Politiki Kouzina" se celebró como una agridulce cinta emocional, que mezcla añoranza y amargura. Quizás con un mensaje inverso para los políticos: menos emoción y más raciocinio, por favor.

En el pasado reciente, las grandes emociones no han conducido a buen puerto las relaciones bilaterale­s. A principios de los setenta, por ejemplo, justo durante la dictadura militar, toda Grecia cantaba la historia de dos amigos, Jannis y Mehmet, que beben vino juntos en Estambul y filosofan sobre lo humano y lo divino. "Tú crees en Dios, yo creo en Alá y, sin embargo, ambos sufrimos", reflexiona Mehmet.

Un poco más tarde, los militares atenienses dieron un golpe de estado en Chipre, Turquía se sintió llamada a intervenir y ocupó la mitad de la isla, en una clara violación del derecho internacio­nal que continúa

hasta el día de hoy. Y Jannis y Mehmet quedaron sin nada más que decir(se). Políticos en lugar de nacionalis­tas

Hoy, si griegos y turcos volviesen a entrar en un conflicto militar, ambos pueblos serían los grandes perdedores.

Incluso los antiguos archienemi­gos Eleftherio­s Venizelos y Kemal Ataturk no dudaron en negociar una confederac­ión greco-turca en el Mediterrán­eo oriental. Es poco probable que el concepto se pueda implementa­r, aunque solo sea porque despierta el viejo miedo turco a la división de la patria.

Sin embargo, desarrolla­r nuevas visiones de futuro es siempre mejor que el ruido de sables militares. Para esto, sin embargo, se necesitan políticos talentosos, no nacionalis­tas procurador­es de mayorías. Y por último, pero no menos importante, se necesitan ciudadanos ilustrados y seguros de sí mismos a ambos lados del Egeo.

(rml/dzc)

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Una de las manzanas de la discordia greco-turca: Hagia Sophia en Estambul, que una vez fue una iglesia ortodoxa, es ahora una mezquita.

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