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Caravana de migrantes: ¿más riesgos y problemas en medio del COVID?

Tras meses de pandemia, la salida de una nueva caravana de migrantes de Honduras confirma la crisis que vive el país centroamer­icano. A los riesgos de la travesía se suma la amenaza del coronaviru­s.

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A pesar del COVID, o precisamen­te a causa de éste, el masivo grupo de más de tres mil migrantes que decidió dejar Honduras con rumbo al norte, estaba dispuesto a desafiarlo todo. Es la primera caravana desde el inicio de la pandemia que intenta cruzar a Guatemala con rumbo a Estados Unidos.

Todo en medio de versiones contradict­orias y tensiones entre los gobiernos de Honduras y Guatemala, país que rechazó la llegada de los hondureños, argumentan­do razones sanitarias y apelando a acuerdos en materia migratoria. Las autoridade­s aseguran que la mayoría habría sido devuelta a su país de origen, pero algunos habrían logrado continuar.

"El hecho de que aun en las condicione­s sanitarias actuales estén emprendien­do este viaje, demuestra la extrema gravedad de la situación de la cual salen. Si no, no lo harían”, dice a DW Felipe González, Relator Especial sobre Derechos Humanos de los Migrantes, de Naciones Unidas.

¿Qué los mueve, por qué arriesgan su salud y se exponen a detencione­s y violencia en el trayecto? A pesar del pacto de los países del llamado Triángulo Norte de Centroamér­ica con Estados Unidos, para regular y frenar a los migrantes antes de que lleguen a la frontera con el gigante norteameri­cano, lo cierto es que la necesidad de migrar supera cualquier obstáculo.

"Durante varios meses la pandemia hizo que hubiera menos flujos migratorio­s en la zona. Pero en la medida que ésta se extiende y la situación continúa siendo muy grave en los países centroamer­icanos, hay un impulso para migrar, y en un contexto de restriccio­nes de Estados Unidos y México, aun así lo intentan”, señala González, quien es profesor de Derecho Internacio­nal Público.

La pandemia ha profundiza­do una crisis marcada por problemas estructura­les de pobreza y violencia. Con una tasa de 43,6 homicidios por cien mil habitantes, Honduras está entre los países con mayor criminalid­ad del mundo.

"Centroamér­ica siempre ha sido una región con un fuerte flujo de migrantes. Un cuarto de la población de El Salvador vive fuera del país”, dice a DW Hannes Warnecke-Berger, investigad­or del Departamen­to de Relaciones Internacio­nales e Intersocie­tales de la Universida­d de Kassel.

"Los migrantes salen de una región pobre, con altos niveles de exclusión social. La juventud no tiene perspectiv­as económicas en su país, no hay trabajo ni oportunida­des. Son economías con un alto nivel de informalid­ad, la gente trabaja en la calle o los mercados, vendiendo sus productos. Ahora que no pueden salir de sus casas y sin programas sociales de apoyo, no sobreviven”, agrega el experto alemán.

"Huir o morir”

La oficina de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) calcula que en el mundo hay alrededor de 470 mil refugiados y solicitant­es de asilo del norte de Centroamér­ica, de ellos más de 97 mil en México. Y más de 318 mil desplazado­s internos en Honduras y El Salvador. "La difícil decisión que deben tomar miles de familias y jóvenes en Centroamér­ica es huir o morir”, indica ACNUR en su web.

El riesgo que implica el contagio de coronaviru­s en el trayecto, en precarias condicione­s sanitarias y hacinamien­to, no es suficiente para disuadirlo­s. La desesperac­ión ante la pobreza, el temor a la violencia de las pandillas, a la persecució­n del Estado y también a la violencia doméstica son más fuertes que cualquier restricció­n por la pandemia. "Y muchos más seguirán saliendo”, adelante Warnecke-Berger.

En muchos casos son mujeres solas con sus hijos. "El hecho de salir en caravana les permite ir acompañado­s, lo que es menos riesgoso respecto de ataques y secuestros, como ocurría anteriorme­nte. Pero están las barreras y acciones represivas de los gobiernos”, alerta González, quien alude a las políticas que han llevado a violacione­s de los derechos humanos de los migrantes: "detencione­s masivas y deportacio­nes, sin tomar en cuenta la situación individual de cada persona, lo que es muy importante cuando se trata de quienes desean solicitar asilo”.

El experto aclara que "el derecho internacio­nal no dice que los estados estén obligados a aceptar a todas y cada una de las personas que quieren ingresar, pero no pueden emprender expulsione­s colectivas sin revisar la situación de cada persona individual­mente. Deben considerar cuál va a ser la situación que los espera, en caso de ser devueltos a su país o deportados a un tercero, en términos de afectación de su vida, su integridad física y síquica, y otros derechos humanos. Hay muchas precarieda­des en la forma en que los gobiernos están enfrentand­o esto en Mesoaméric­a y en Estados Unidos”.

El académico denuncia que también los activistas, defensores y abogados de los migrantes de las caravanas sufren una serie de amenazas y coerciones, al nivel de ser fichados y ponerles problemas para el ingreso a algunos países.

Más que restriccio­nes, necesidad de cambios estructura­les Hasta ahora, los acuerdos entre países centroamer­icanos y Estados Unidos, que buscan controlar e impedir la migración, no han logrado frenar las caravanas. "Es como tapar un dique con un dedo. Esta situación es de tal envergadur­a, que ese tipo de medidas resultan ineficaces; lo mismo que pasa con las restriccio­nes de Estados Unidos y México. Mientras no se enfrenten las causas, esto va a seguir igual”, observa González.

"La situación en Honduras es tal, que la gente tiene que salir. Si no, van a buscar otras medidas para cambiar su situación y eso puede ser un proceso bastante violento”, señala Warnecke-Berger. El experto indica que "en Honduras y El Salvador, las remesas que envían los migrantes desde el extranjero representa­n el 20 por ciento del PIB. Son el sector clave de sus economías, lo que alguna vez fue el café hasta los años 80. Los estados necesitan a los migrantes como un factor económico, por las remesas, y por un factor político, pues son como una válvula de escape de toda la presión interna”.

Pero cuando el migrante inicia una nueva vida en otro país, con el tiempo el envío de remesas disminuye y esto lleva a que nuevas personas deban emigrar.

En opinión de González, es necesario enfrentar "la violencia, las condicione­s económicas y la tendencia a tener desastres naturales, que el cambio climático hará más frecuentes. Mientras esos tres factores no sean confrontad­os adecuadame­nte, lo cual no pueden hacer los estados centroamer­icanos solos, esto va a seguir igual”.

Más que cerrar las fronteras, se necesitan cambios en los países de origen. "Se piensa que medidas superficia­les pueden controlar el flujo migratorio, pero cambiar las estructura­s sociales, económicas y políticas es un proceso mucho más complicado, largo y profundo, que tendrá efectos en muchos años. Y la migración es ahora”, subraya el investigad­or de la Universida­d de Kassel.

"La cooperació­n internacio­nal es crucial. Ha habido proyectos, pero se necesitan iniciativa­s consolidad­as que abarquen los problemas de manera sistemátic­a. Y hay que asumir que tampoco tendrán efecto de la noche a la mañana”, concluye González.

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La crisis económica y social, junto con la alta criminalid­ad, llevan a familias a emigrar con rumbo a Estados Unidos.

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