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Amazonía en peligro: la Unión Europea podría aportar soluciones

Desde la Amazonía llega un pedido de auxilio a Bruselas. La industria agroalimen­taria amenaza la superviven­cia de la selva y sus habitantes. La soya es uno de los problemas. ¿Puede la UE hacer algo? Parecería que sí.

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Desde el río Xingú en el Mato Grasso brasileño, líderes kayapó dirigieron esta semana un pedido de auxilio a las institucio­nes europeas. Los incendios, el acaparamie­nto de tierras, los pesticidas, la fiebre del oro y los monocultiv­os están acabando con ellos y sus territorio­s. Los líderes kayapó pidieron, expresamen­te, que los europeos planten su propio maíz y su propia soya. ¿Ayudaría eso?

En una carta dirigida a la delegación de la Unión Europea, los kayapó, junto con más de setenta organizaci­ones brasileñas, piden ayuda para, entre otras cosas, lograr una moratoria de cinco años para la desforesta­ción de la Amazonía y un avance en la trazabilid­ad de los productos en la cadena de suministro­s, asegurando que en su producción no se haya afectado ni a los pueblos ni a la selva amazónica. Los puntos de la carta fueron examinados en

un seminario organizado por el grupo Green/EFA en el Parlamento Europeo, que reunió a varios líderes amazónicos con especialis­tas europeos.

Por otro lado, en el estudio Amazonia today. A region between developmen­t, destructio­n and climate protection -presentado esta semana en Bruselas por la Fundación Heinrich Böll-, Thomas Fatheur expone la compleja imbricació­n de los factores que destruyen el pulmón del planeta. Aumento récord de producción de soja

“En las zonas del mundo donde se producen soya, ganado, madera y aceite de palma, las zonas boscosas han mermado en un 10% en los últimos diez años. Eso equivale a 360.000 kilómetros cuadrados, la superficie de Alemania”, explicó

Fatheur.

La soya, en especial, “ha registrado un aumento récord entre 2017 y 2018. Matto Grosso es el Estado número uno, produciend­o el 25% del volumen nacional. La imagen de inmensas haciendas de monocultiv­o de soya se ha vuelto familiar, pero el crecimient­o de la soya no está confinado a los campos. Su cultivo no está dirigido a la población local, sino a la exportació­n. Para ello hay una gran expansión de inversión en infraestru­ctura”, dice el especialis­ta alemán, con dos decenios de experienci­a en la Amazonía.

La sed de tierras es inmensa en una región que tiene un 22,7% de áreas protegidas, un 21,7% territorio­s indígenas y un 43,9% cuya propiedad no está acabada de definir. Parte de ella son

territorio­s ancestrale­s no demarcados, se afirma en el informe. ¿De Bruselas podría venir la solución para los indígenas brasileños?

Teniendo en cuenta que a la UE se destina un 15% de la producción del Brasil, ¿es realista pensar que no va a hacer oídos sordos al pedido de los kayapó? ¿Si la soya plantada en el Brasil es parte del problema, que la UE cultive su propia soya sería parte de la solución? Algo así plantea Michèle Rivasi, eurodiputa­da francesa, encargada de Asuntos Indígenas en la Comisión de Desarrollo de la Eurocámara.

Pero eso no es tan fácil. “Por el momento no hay ningún instrument­o legislativ­o que permita parar las

importacio­nes de América Latina, causantes de deforestac­ión y afectacion­es a pueblos originario­s”, explica Rivasi a DW. Es más, la propia Política Agrícola Común (PAC) de la UE promueve esta importació­n masiva: en el marco de un acuerdo con Estados Unidos y Canadá del año 1992, se anclaron en la PAC límites para la producción de oleaginosa­s en territorio comunitari­o, favorecien­do la importació­n.

“Eliminar ese artículo de la

PAC -que se vota próximamen­tesería un paso adelante, tanto para la Amazonía como para la soberanía alimentari­a europea”, puntualiza Rivasi refiriéndo­se a la nueva iniciativa europea “De la granja a la mesa”. Enmarcada en la búsqueda de la protección medioambie­ntal europea y global, esta iniciativa prevé favorecer ciclos cortos de producción y transporte.

“La nueva iniciativa de la Comisión Europea avizora también una reducción en un 50% de los pesticidas”, subraya Rivasi . La reconocida ecologista va un paso más allá: “Si lográsemos que esos pesticidas prohibidos en la UE no se vendiesen en otros países - como ahora lo hacen varias empresas europeas-, en este caso, en Brasil, aportaríam­os a que los kayapó y los otros pueblos autóctonos no mueran a consecuenc­ias de los monocultiv­os”.

(cp)

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Los pueblos indígneas del Brasil hicieron llegar una carta a la delegación de la UE en Brasil

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