Deutsche Welle (Spanish edition)
Vuelve la fiebre por la serie alemana "Babylon Berlin"
Se estrena la tercera temporada de la serie policíaca ambientada en la República de Weimar.
Liberación social. Polarización política. Criminalidad. Fiestas hasta el amanecer. Pobreza y miseria. Violencia. Romance bajo una nueva moral en frágil equilibrio. La asfixiante certeza (para el espectador) de que en unos años se impondrán los horrores del nazismo.
Las dos primeras temporadas de "Babylon Berlin", una de las series alemanas contemporáneas de mayor renombre mundial, demostraron la devoción artística y el interés histórico que perviven hoy respectoa los años veinte del siglo pasado. Ahora la tercera temporada, que acaba de empezar a emitirse en la televisión alemana, ha vuelto a prender la chispa de esta fiebre.
La serie histórica y policíaca ambientada en la Alemania de entreguerras y que emite la televisión pública ARD estrena con su tercera temporada una estrategia de distribución que prioriza el consumo digital, en un contexto en el que las plataformas de streaming como Netflix o HBO afianzan cada vez más su influencia en el mercado audiovisual.
Una de las razones del éxito de esta serie en los últimos años ha sido la afluencia de voces que establecían paralelismos entre el contexto político actual de una Europa donde la ultraderecha estaba en ascenso con la turbulenta historia de la República de Weimar.
"Babylon Berlin", que empezó a emitirse en 2017, tiene prevista una cuarta temporada.
eal ( ard, tagesspiegel. de, spiegel.de)
radas, junto a otras grandes cadenas que aún subsisten.
Los sintecho, en la plaza de Dupont Circle, consumen drogas a diario, y, a pocas cuadras, se erigen las grandes organizaciones internacionales con sede en Washington. Estados Unidos es el país con la mayor desigualdad en el Grupo del G7. Un país en el cual el 5% más rico produce el 52% de la Renta Nacional de todo el país.
El microcosmos en Washington D.C. no hace más que remarcar la profunda desigualdad que existe en Estados Unidos, una tendencia creciente en este, el país del "sueño americano".
Apoyo a Trump
Hace unos días, el presidente, Donald Trump, dio su primer discurso desde que salió del hospital por haber contraído COVID-19. Cientos de personas acudieron a la capital para escucharlo. Pero no vinieron únicamente de las cercanías de Washington DC, tal como se podría pensar, siendo que en esta época viajar representa un gran riesgo por el coronavirus. Las personas que vinieron a ver a
Trump llegaron de todo el país, incluso de lejanos estados, como el de Texas.
La gran mayoría de quienes estaban allí eran ciudadanos estadounidenses de ascendencia hispana, o ciudadanos afroestadounidenses. Algo que podría parecer contradictorio, después de las repetidas expresiones de desprecio del presidente contra esas minorías.
"Él no es racista", me dice una de las participantes afroestadounidenses. "Yo no sé de donde salió eso. Si tú entras a internet, verás cómo Donald Trump siempre está rodeado de personas negras. Jesse Jackson incluso le dio un premio por preocuparse por las comunidades afroamericanas en Estados Unidos."
También un joven estadounidense de origen centroamericano comenta: "Trump va a crear de nuevo puestos de trabajo. Va a sacar a la economía adelante otra vez. Él es defensor de la Ley y el Orden. Eso beneficia a la comunidad latina y también a los afroestadounidenses. Es el mejor presidente que EE. UU. ha tenido en muchos años."
Un participante judío, que lleva puesta una kipá con el nombre del presidente, comenta que el del sábado fue uno de los mejores discursos del presidente Trump: "Terminó diciendo que nos amaba, y eso fue muy emocionante."
Mucho ha cambiado en EE. UU.
Desde hace un año, el trecho peatonal de la Pennsylvania Avenue, que pasa frente a la Casa Blanca, está cerrado. Allí se está construyendo una nueva reja frente a la residencia del presidente, que será el doble de alta y el doble de ancha que la anterior. Uno de los tantos simbólicos cambios de los últimos años. Mientras tanto, nadie puede ver la fachada de la icónica Casa Blanca, hasta la inauguración del nuevo período presidencial, en enero del 2021. Pero a pocos metros de la Casa Blanca se ha creado un lugar al que sí pueden asistir los ciudadanos, es la calle peatonal bautizada hace un par de meses como
De esa manera, la alcaldesa de Washington, una mujer afroestadounidense llamada Muriel Bowser, mostró su solidaridad con el movimiento antiracista de Estados Unidos.
De este lado de la ciudad se encuentran mensajes comple
Lives Matter Plaza. Black
tamente contrarios a los recién mencionados. Son también las minorías que reclaman un país libre de racismo. Un movimiento que ha obtenido gran apoyo por parte de la población blanca del país. Si bien, el público aquí no apoya necesariamente al Partido Demócrata, tiene un claro denominador común: el rechazo fundamental al actual presidente Donald Trump.
Métodos populistas Finalmente, frente al histórico Hotel Washington, que queda a pocos metros de la Casa Blanca, un grupo de seguidores del presidente Donald Trump intentan captar la atención con banderas y música. Una de las mujeres presentes lleva puesto un vestido con los colores de la bandera de EE. UU., con el sombrero, la cartera y hasta los aretes haciendo juego. Hace dos días, recibió un correo en el que decía que estaba invitada a Washington DC junto con toda su familia para asistir al discurso del presidente Trump. "¡Todo pagado!" dice, eufórica. "Nos pagaron los vuelos, la estadía en este maravilloso hotel. ¿Es o no el mejor presidente que EE. UU. ha tenido?"
Efectivamente dos trabajadores del hotel confirman de manera anónima que al menos 280 habitaciones están reservadas para los participantes de la marcha a favor de Trump: "Son ciudadanos negros e hispanos básicamente. Hoy en la mañana salieron todos a marchar a favor de Trump". El diario estado unidense ABC también informa al respecto. Una organización que está creciendo y que representa a las minorías a favor de Trump estaría pagando por ello.
Un método populista que América Latina conoce bien, ya sea por parte de Nicolás Maduro, en Venezuela , o de Jair Bolsonaro, en Brasil. ¿Pero acaso se conoce algo así en Estados Unidos? ¿Nos hemos acostumbrado a ver esto en un país que en algún momento fue ícono de una democracia consolidada?
Nunca hubiese sido imaginable en este país una situación como la actual, en la cual el agudo nivel de división llegara al borde de estallar en odio, y donde el populismo podría convertir al Estado en una autocracia.
(cp)