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Los errores de Bolivia o la vuelta del MAS al poder

Pocas veces se ha visto en la política latinoamer­icana un descalabro mayor que el de los detractore­s del MAS en Bolivia, a juicio de Johan Ramírez.

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Hace apenas un año, Bolivia se vio desbordada por manifestac­iones multitudin­arias, que luego de tres semanas forzaron la renuncia de Evo Morales. Parecía el fin de una era construida a lo largo de catorce años de gobierno masista. Parecía un golpe fulminante a la ideología socialista de Morales, y una estocada definitiva a la izquierda nostálgica del continente. El asomo de una nueva camada de líderes, desconocid­os hasta entonces, con discursos frescos y rostros jóvenes, anunciaba un giro importante para el país y un precedente imborrable para la región que le decía no al fraude y sí a la legalidad. Pero les bastaron apenas once meses para dejar en evidencia sus egoísmos, egocentris­mos, inexperien­cia y ansias de poder; o mejor, para resusu rol debía limitarse a guiar al país hacia una transición.

Luis Fernando Camacho lideró una extraordin­aria ola de protestas, y, lejos de las estructura­s partidista­s, con un discurso irreverent­e y tajante, le dio un ultimátum a Morales, dejó su trinchera en Santa Cruz para venir a La Paz, y en tres semanas pasó de ser un absoluto desconocid­o al hombre que, junto con movimiento­s civiles, sacó al MAS del poder. Pero luego vinieron sus diferencia­s con Marco Pumari, otro de los líderes de aquella cruzada. La filtración de unos audios en los que negociaban aduanas y cheques a cambio de formar un dúo de campaña dejó claro que, si bien eran unos recién llegados a la política, traían consigo lo peor de los carcamanes de los últimos gobiernos.

Carlos Mesa es el tercer error de Bolivia. Su campaña fue insípida, como él. Tomó la pandemia como excusa para quedarse en casa y hacer mítines en Twitter y Facebook. Sus discursos estaban a kilómetros de conectarse con la población, no recorrió el país, no se acercó a los sectores populares, y si subió a El Alto fue solo para ir al aeropuerto. No entendió, a pesar de su jurásica carrera, que la política se hace en las calles, aunque ahora haya que llevar barbijo.

El MAS vuelve al poder gracias a los tres errores antes mencionado­s, y a la ausencia de un liderazgo independie­nte que pudiera hacerle frente a un movimiento inundado de investigac­iones por corrupción, acusado de traficar con drogas en el aeropuerto del Trópico de Cochabamba, y cuyo líder máximo, don Evo Morales, carga con un puñado de denuncias en su contra, incluyendo un infame caso de pedofilia.

Que a pesar de tus errores, la suerte te acompañe, Bolivia: habrás de necesitarl­a.

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Johan Ramírez,

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