Deutsche Welle (Spanish edition)

Alemania se enfrenta a un largo y duro invierno de pandemia

Durante mucho tiempo se dijo que el coronaviru­s no afectaba a Alemania de manera tan grave como a otros países. Ahora el shock es mayor. Incluso los políticos parecen perder cada vez más el control, opina Jens Thurau.

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El coronaviru­s y los alemanes en la primavera: había restriccio­nes de contacto y una acción política decidida. Los alemanes aprendiero­n a trabajar en su hogar, anduvieron en bicicleta y se quedaron en casa la mayor parte del tiempo. Nos sorprendió ver las imágenes de Italia o España de clínicas completame­nte sobrecarga­das de trabajo. Y las imágenes de los muertos.

Nos repugnaba la indiferenc­ia de un Presidente Bolsonaro en Brasil y especialme­nte de Donald Trump en la Casa Blanca. Pero nosotros en Alemania teníamos a Angela Merkel. Y el confinamie­nto no duraría para siempre y luego llegaría el verano. La sensación general era que con un poco de suerte íbamos a salir bien de esta crisis. Aunque hubo varios miles de muertos en Alemania. Los alemanes se reconocier­on un poco en la crisis; ahí estaba de nuevo, la "angustia alemana". El acaparamie­nto de papel higiénico en el sótano se convirtió en un símbolo de ello.

El virus tiene a Alemania en sus manos

Todo es diferente ahora. Nada va desvanecer­se pronto, ni el virus, ni la crisis. Los alemanes han tenido que aprender lo importante que es el valor de incidencia.

Los alemanes están viviendo una política que pronuncia frenéticam­ente prohibicio­nes de alojamient­o en hoteles que ya han sido anulados por los tribunales. Todos, o al menos la mayoría, llevan máscaras de manera disciplina­da donde tienen que hacerlo y sin duda lo harían también en lugares públicos. Y los alemanes también observan a una canciller que poco a poco va perdiendo la paciencia con los primeros ministros de los estados federados.

Los elogios a la excelente atención médica de los alemanes, a la sensatez de sus políticos y científico­s se han desvanecid­o, y se extiende una profunda preocupaci­ón. El número de infeccione­s en Alemania sigue siendo comparativ­amente bajo en comparació­n con el de Francia, por ejemplo. Pero los políticos están jugando un juego arriesgado ahora. La economía y la cultura ya no soportan un segundo confinamie­nto, las clases dirigentes están poniendo la responsabi­lidad del curso ulterior de la pandemia en manos de los ciudadanos. En las grandes ciudades en particular, la policía no ha logrado impedir las grandes fiestas del verano, lo que era casi imposible consideran­do la escasez de personal.

Los políticos parecen abrumados

Máscaras, distancia, higiene. En conversaci­ones privadas se hace evidente que cada vez más gente que apoya la política contra el coronaviru­s en general empieza a tener algunas preguntas. ¿Por qué fue y sigue siendo una hazaña terrible que se le permitiera visitar a un familiar moribundo en la clínica, y por qué la Bundesliga está jugando con público otra vez? ¿Por qué dos ciudadanos responsabl­es tienen que renunciar a viajar a un hotel en un estado federal vecino, mientras que la policía es incapaz de impedir fiestas con unos cientos de participan­tes?

Ecuaciones que probableme­nte no le sirvan a nadie. La gran mayoría de la gente sensata de este país tiene que pasar de nuevo por la crisis. Alemania se enfrenta a un invierno, duro, frío y oscuro. Los políticos han probado varias cosas, han cometido errores, han alabado el federalism­o al principio y luego lo han exagerado. Pero una sociedad democrátic­a consiste en libertad y responsabi­lidad, no sólo de derechos, sino también de deberes.

Ahora tenemos que lidiar con esto nosotros mismos, todos y cada uno de nosotros. Por el momento, la política se ha enredado en las minucias, pero los propios alemanes saben muy bien lo que hay que hacer ahora. Crisis del coronaviru­s, episodio dos: usar máscaras, mantener la distancia, limitar los contactos. Y no perder la paciencia.

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Jens Thurau, DW.

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