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Coronaviru­s: las certezas y desafíos ante la llegada de la vacuna

Tras la prometedor­a eficacia que han reportado diversas vacunas contra el coronaviru­s, surgen las interrogan­tes sobre cuándo llegarán a América Latina. El Dr. Drexler explica el desafío que la región tiene por delante.

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DW: Dr. Drexler, AstraZenec­a acaba de informar que su vacuna contra el COVID-19 tiene hasta un 90% de e cacia, igual que la de P zer. Mientras que las de Moderna y Sputnik V tendrían un 94% y 95% respectiva­mente. ¿Qué nos indican estos altos porcentaje­s?

Dr. Felix Drexler: En general, la noticia es muy positiva y nos alegra mucho, pero todavía no nos han llegado los datos completos. Es importante decir que estos son datos preliminar­es o informes para la prensa. Por ejemplo, no sabemos si la eficacia que han reportado se aplica a todo tipo de edades o en los grupos de riesgo. En el caso de los más ancianos, se sabe que las vacunas tienden a tener una eficacia más baja.

AstraZenec­a reportó primero una eficacia de 70%, cuando se aplicaron dos dosis completas a una persona, y otro alcanzó un 90%, cuando la primera dosis fue más baja. Esto suena un poco extraño. Puede ser verdad y puede haber un vínculo con una respuesta inmunológi­ca del ser humano que no entendemos todavía, pero un 70% en sí no me habría incomodado. Hay vacunas como la de la influenza que, con su 50% de eficacia, ya es considerad­a buena. Necesitamo­s conocer la evidencia para poder juzgar y hacer comparacio­nes.

Otros expertos también mostraron preocupaci­ón de que se publiquen rápidament­e informes sin evidencia para los medios, pues no se trata de una competenci­a. ¿Por qué cree usted que aún no se envían los datos completos a los expertos?

Los deben estar preparando, eso no me preocupa. Pero no entiendo bien las razones para lanzar estos informes. Tal vez, quien comunica primero su eficacia gana partes del mercado y obviamente aumentan sus cotizacion­es en la bolsa de valores. Debe haber un tipo de estrategia y supongo que debe tener robustez de datos, porque en caso contrario perderían mucho. Los científico­s y trabajador­es en salud deseamos que se publiquen los datos completos de la conclusión de la fase III, pero no creo que tarden. En general, prefiero mirar la noticia como positiva. Después de encontrar las vacunas, la producción de estas va a tardar mucho y repartirla­s, por ejemplo en el continente latinoamer­icano, será un desafío muy grande.

Hablando de la logística, ¿qué garantías hay de que las vacunas lleguen lo antes posible a América Latina? ¿Qué tan asegurado está el acceso para la región?

Por medio de la iniciativa Covax de la OMS, hay vacunas aseguradas para la región, pero obviamente no las suficiente­s para vacunar a todos. En realidad, ninguna iniciativa cuenta con suficiente­s dosis. En América Latina, el desafío es claramente mayor. Por eso, en paralelo, varios países hacen acuerdos bilaterale­s con las farmacéuti­cas. Y aquí entra una cuestión de poder adquisitiv­o. La producción local en México o Argentina es algo bueno porque ayuda a los países menos ricos de la región a garantizar el acceso a una vacuna de alta calidad que pueda ser utilizada a pesar de los problemas en logística. Allá hay zonas alejadas con malas carreteras y vuelos inconstant­es, mala infraestru­ctura en salud pública.

Además de la deficiente red eléctrica, falta de refrigerad­oras, ausencia de estructura de -80 grados, por ejemplo, para la vacuna Pfizer-BioNTech. En el caso de Moderna y AstraZenec­a es diferente, pues pueden mantenerse a la temperatur­a de un refrigerad­or. Por eso es bueno que haya varias vacunas con un perfil distinto. Y son esas las condicione­s que tenemos que evaluar para que las vacunas lleguen lo más rápido posible a los que más las necesitan.

¿Qué recomendar­ía usted a los gobiernos de la región para este proceso?

No hay tiempo que perder, los gobiernos podrían, por ejemplo, desde ya ir implementa­ndo sus tiendas de vacuna. En general, sí creo que lo podrán lograr. Además, tienen que seguir negociando con las farmacéuti­cas el acceso a más vacunas e intentar ser solidarios con los países vecinos. No solo un país puede tener acceso a más vacunas mientras que otros no. Por eso soy partidario de la iniciativa Covax, que es igualitari­a. Hay que ir juntos para negociar precios alcanzable­s. Para que la vacuna esté disponible con la más alta calidad posible dentro de un plazo razonable. Y que llegue a ser realmente gratuita para el ciudadano. Al comienzo, tal vez solo un 5% de la población podrá ser vacunada. La demanda global es muy alta, y eso junto con la estructura débil de la región, no va a permitir que vacunemos a todos los latinoamer­icanos en tres meses.

La fórmula de Oxford y AstraZenec­a utiliza una tecnología más tradiciona­l que la de sus competidor­es, lo que la hace menos costosa y más fácil de conservar. ¿Se podría decir entonces que es la más indicada para la región?

No es tan tradiciona­l, también utiliza la genética reversa. No es de tecnología RNA mensajero, como la de BioNTech y la de Moderna, pero también es de tecnología avanzada. Sin embargo, sin conocer los datos exactos, no sería adecuado hacer recomendac­iones basándonos únicamente en el costo. Queda claro que cuanto menos costosa sea, es mejor. Pero, sobre todo, tiene que ser segura y eficaz.

¿Cuánto tiempo cree usted que dure la inmunidad después que una persona se aplique la vacuna?

No lo sabemos con certeza, quizás un par de meses. Dos nuevos estudios de la semana pasada indican que la inmunidad se puede dar por infección, no por la vacuna. Y esta puede ser más larga de lo que pensábamos, incluso años. Esto sería obviamente muy positivo. Yo creo que al final será una respuesta muy heterogéne­a de los vacunados como de los infectados. Habrá mucha gente que será inmune durante bastante tiempo, tal vez un par de años, y habrá gente que va a ser susceptibl­e antes. Eso dependerá del sistema inmune de cada persona.

En Latinoamér­ica también crece el número de los que se oponen a las vacunas, ¿cuál sería el mensaje para ellos?

Las personas que no se quieren vacunar, tienen que saber que no hay duda de que las vacunas funcionan en general y salvan muchísimas vidas. Todos los argumentos en contra de las vacunas son errados. No se excluye que haya efectos secundario­s indeseados, pero todo medicament­o los tiene. En un año sabremos más al respecto, y en diez años sabremos mucho más. Pero el tiempo que nos tomamos normalment­e para los estudios no lo tenemos en la situación actual.

Y, nalmente, cuando se vacune a una parte de la población, como usted dice, ¿se podrá decir que se acabó la pandemia y volveremos a la normalidad?

La actual dimensión dramática de la pandemia terminará, pero el virus se va a quedar con nosotros. Como hay gente que no quiere vacunarse, tendremos infeccione­s de COVID-19 continuas. Pero la carga de los hospitales sí se verá muy reducida. Cuando se empiece con la vacunación, la gente, al menos, no se enfermará gravemente. Por ejemplo, no va a morir gente por falta de acceso a oxígeno, por falta de una cama de tratamient­o intensivo o por no ir al médico a tratarse otras enfermedad­es. Todo eso va a cambiar y sí volveremos a tener cierta normalidad.

El Dr. Jan Felix Drexler, virólogo y profesor de la prestigios­a Clínica Universita­ria Charité de Berlín, es consejero cientí co de la Corporació­n Alemana para la Cooperació­n Internacio­nal (GIZ) y dirige delegacion­es que ayudan a los gobiernos latinoamer­icanos en su lucha contra el nuevo coronaviru­s. Drexler tiene amplia experienci­a profesiona­l en América Latina, donde también llevó a cabo proyectos para combatir el zika. (er)

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Los técnicos de laboratori­o en Argentina trabajan en la empresa biofarmacé­utica mAbxience en la vacuna contra el coronaviru­s desarrolla­da por la Universida­d de Oxford y el laboratori­o AstraZenec­a.

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