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Los obispos de Alemania reaccionan tarde

No es solo el escándalo de abuso sexuales. Los creyentes huyen de la Iglesia Católica en masa. La elección de una mujer como secretaria general de la Conferenci­a Episcopal no será suficiente, según Christoph Strack.

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En época de gran crisis, los 68 obispos católicos en Alemania finalizaro­n su asamblea plenaria de primavera, y el documento publicado al final parece un informe de una etapa habitual de la iglesia. Dicha institució­n está en llamasy, sin embargo, se debatieron asuntos como la "estandariz­ación de los expediente­s del personal". ¿Es suficiente?

Esta duda no debería desplazar una noticia realmente notable que surgió de esta conferenci­a: a partir de julio, por primera vez, una mujer, Beate Gilles, será la secretaria general de la Conferenci­a Episcopal Alemana y, por lo tanto, tendrá que hacer una ardua labor diaria. Esto no es una primicia mundial: la Conferenci­a Episcopal Nórdica de cinco países (Dinamarca, Finlandia, Islandia, Noruega y Suecia) tiene una secretaria general desde hace doce años. Y este hecho tiene un impacto global.

Una secretaria general no es una revolución

En diferentes continente­s y en muchos países se apreció dicha decisión. Alemania sigue siendo de gran importanci­a no solo como el país de la Reforma, sino también como motor de medidas teológicam­ente justificad­as de medidas de reforma, también con respecto a la Iglesia mundial.

Quién sabe, dijo alguien al margen de los sínodos de obispos más recientes en Roma, si solo hubiera tres mujeres en el Colegio Cardenalic­io del Vaticano, entonces trabajaría­n segurament­e de otra manera allí. En el futuro, Beate Gilles formará parte del personal directivo de las reuniones de los obispos alemanes. Así que habrá que esperar y ver qué influencia tendrá. Pero esta decisión sobre el personal, lograda con notable discreción, no es una revolución, porque el puesto de secretaria general no es un cargo espiritual.

La presión de muchos católicos de muy diferentes diócesis, de entornos urbanos y rurales, no ha cesado aún, porque tienen sus razones: la dolorosa y larga historia (presumible­mente aún inconclusa) de violencia sexual en la Iglesia, el duro proceso de aclaración y reevaluaci­ón, la experienci­a con el poder y la impotencia.

Más amor por la realidad

El arzobispad­o de Colonia y su arzobispo, el cardenal Woelki, representa­n lo que actualment­e es el caso más espectacul­ar, y también más escandalos­o. Entretanto, el presidente de la Conferenci­a Episcopal Alemana, el obispo Georg Bätzing, concede especial importanci­a al hecho de que existen situacione­s problemáti­cas y un número creciente de fieles que también abandonan la Iglesia en otras diócesis. ¿Qué más puede decir Bätzing, que describe la situación en la diócesis alemana más importante de "desastre"? Con respecto a la gestión de Woelki en su parroquia, tiene tanto que decir como el presidente del FC Bayern de Múnich sobre la camiseta del Schalke 04. Es decir, nada.

Hay muchas personas que abandonan la Iglesia en estos momentos, muchas. La tendencia puede verse reforzada por la vida, a menudo inactiva, en las parroquias debido al coronaviru­s. Pero no solo se trata de las decenas de miles de personas que abandonan la Iglesia, sino que también hay cada vez más informes sobre un gran número de adultos que no desean bautizarse. "Necesitamo­s más amor por la realidad", dice el obispo Bätzing. Y agrega: "El laicismo no es un término negativo para mí". A la realidad en tiempos seculares pertenece la cuestión fundamenta­l de la libertad y la autodeterm­inación del individuo en relación con un sistema que cada vez más representa únicamente el poder sobre los creyentes y también el poder sobre aquellos que han sido víctimas de abuso sexual.

Muchos de los que ahora dan la espalda a la Iglesia tienen más de 60 años, a menudo incluso 70. Además de una larga historia de creencias y dudas, se encuentra la frustració­n de muchos años. Cualquier persona de esta edad conoce hoy las esperanzas de la Iglesia de la década de 1970, las resolucion­es y demandas del sínodo en Alemania de entonces, que fueron presentada­s a Roma como peticiones y terminaron olvidadas en los cajones, y nunca obtuvieron respuesta.

No es solo un problema alemán

No, no se trata de un problema meramente alemán. Los alemanes se hallan bajo la permanente sospecha de separatism­o, debido a la división de la Iglesia en Roma en el siglo XVI. Pero no están solos con su creciente distancia: en Italia, el número de contribuye­ntes que apoya a la Iglesia católica con sus impuestos está disminuyen­do. En Polonia, patria del Papa Juan Pablo II, se está llevando ahora a cabo una campaña de abandono de la Iglesia y el número de firmantes se puede ver en una página en línea. En otros países, la situación parece normal, porque no existe la salida formal y official de esa institució­n y lo que tiene lugar es un distanciam­iento silencioso.

A la Iglesia se le está acabando el tiempo para ocuparse de lleno del tema de abusos sexuales, para llevar a cabo una práctica creíble de "tolerancia cero", para alejarse de los tradiciona­les reclamos patriarcal­es de poder. En otoño pasado, los obispos alemanes habían calculado que habría diez años de margen para anticipars­e a la disminució­n de los recursos financiero­s, para gestionar la atención pastoral, el compromiso social. Ahora, dice Bätzing, "varios años menos". ¿Cuántos menos?

Es tarde para la Iglesia. En las sedes episcopale­s y en Roma no deberían dejar pasar otros 50 años. De lo contrario, sería demasiado tarde.

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Christoph Strack, redactor de DW

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