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Condena a Sarkozy: nadie está por encima de la ley

La condena contra el expresiden­te Nicolas Sarkozy es una señal contra la impunidad a la que estaba acostumbra­da la clase dominante de Francia. Por lo tanto, esta decisión sirve a la democracia, opina Barbara Wesel.

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No es que Nicolas Sarkozy vaya a estar en prisión junto a narcotrafi­cantes o ladrones de automóvile­s. Si su condena se confirmara luego de ser apelada, podría pasarla cómodament­e en su casa, con una tobillera de geolocaliz­ación.

Pasaron muchas cosas durante la era Sarkozy. Los franceses se divertían con los detalles de la vida amorosa del expresiden­te, pero sus malos manejos políticos salieron más tarde a la luz. Ahora, el expresiden­te francés fue condenado porque el tribunal da por comprobado que en 2014 sobornó a un fiscal general para obtener informacio­nes sobre un proceso judicial.

La presidenci­a de los affaires

En esta historia hubo de todo un poco: teléfonos móviles descartabl­es, espionaje telefónico, un puesto de lujo en Mónaco: las actas judiciales ofrecen material suficiente para un buen guión cinematogr­áfico. Pero eso no es todo: en un juicio anterior en su contra, Sarkozy fue absuelto de la acusación de haber aceptado donaciones no declaradas de la heredera de L'Oréal, Liliane Bettencour­t. Ese escándalo, empero, pesó sobre sus hombros durante años.

Y la Justicia francesa todavía no terminó con Sarkozy . Dentro de dos semanas comienza otro juicio por financiaci­ón ilegal de su campaña presidenci­al en 2007. El expresiden­te habría aceptado 50 millones de euros nada menos que del exmandatar­io libio Gadafi. Además, es investigad­o acerca de actividade­s como asesor para una empresa rusa, y también han surgido preguntas desagradab­les sobre la contrataci­ón de su primera esposa como empleada.

Sarkozy es el segundo expresiden­te condenado por un tribunal francés: en 2011 le tocó a Jacques Chirac, por malversaci­ón de fondos públicos, cuando era alcalde de París. Pero el juicio más espectacul­ar fue el de François Fillon, que pagó durante años a su esposa como empleada, aunque esta nunca había trabajado. El proceso destruyó la carrera del candidato conservado­r a la presidenci­a, y abrió la puerta a la victoria de Emmanuel Macron.

El privilegio de sacar ventajas

Hace un par de décadas, todo era diferente. La acusación contra Valerie Giscarg d'Estaing, por ejemplo, de que había aceptado una bolsita de diamantes del dictador africano Bokassa, quedó en la nada. Y el hecho de que François Mitterrand llevó a vivir a su amante y la hija de esta a una vivienda del gobierno, donde estaban vigiladas por policías, fue, de algún modo, aceptado. Durante mucho tiempo, en Francia regían para la clase gobernante otro tipo de normas que para los ciudadanos. Eso fue un caldo de cultivo para la ira de los franceses.

Sin embargo, desde hace algunos años, la Justicia persigue con cada vez más ahínco los delitos de la clase política, que antes eran barridos bajo la alfombra. También aumentó la expectativ­a de la opinión pública de que se realizara una persecució­n legal contra todo aquel que violara las leyes, grande o pequeño. Las antiguas camarillas en el poder ofrecen cada vez menos protección, y también la reciente serie de investigac­iones por delitos sexuales contra figuras de la sociedad parisina indican un cambio de mentalidad.

Casi sin chances de regresar a la política

Naturalmen­te, juicios como el de Sarkozy albergan ciertos peligros. Él mismo siempre afirmó que todo era una caza de brujas. Y es posible que este tipo de procesos contra políticos sea instrument­alizado por la contrapart­e. Pero entonces lo que se debe probar es cuán objetiva e independie­ntemente opera en realidad la Justicia.

Para el expresiden­te Sarkozy, esta condena es un duro golpe. Se dice que estaría planeando su regreso a la política a comienzos de 2022, ya que los conservado­res todavía no tienen un candidato para las presidenci­ales. Si bien, formalment­e, Nicolas Sarkozy podría presentar su candidatur­a, le resultará difícil hacer campaña habiendo sido condenado. Claro que puede seguir tirando de los hilos dentro del partido. Sin embargo, este veredicto en su contra es una señal de que, en Francia, nadie está por encima de la ley. Y justamente por eso es una señal importante hacia los frustrados y desilusion­ados franceses.

(cp/ers)

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Barbara Wesel, correspons­al en Bruselas de DW.

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