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Coronaviru­s en Brasil: 12 meses y 250.000 muertos

El presidente brasileño ignoró el coronaviru­s durante mucho tiempo. Con 250.000 muertos en 12 meses de pandemia, Brasil paga por eso un alto precio. Sin embargo, Bolsonaro sigue firme en el poder.

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El 26 de febrero de 2020, Brasil registró su primer paciente de coronaviru­s. Un hombre de 61 años, de Sao Paulo, se había contagiado en un viaje a Italia. La primera muerte fue registrada el 12 de marzo, cuando murió Rosana Aparecida Urbano, una empleada doméstica de Sao Paulo.

Un año más tarde, el recuento del coronaviru­s en Brasil es de más de 250.000 muertos y 10,3 millones de contagios. Debido a la escasez de test, ese número sería más elevado aún por la cifra oculta, creen expertos. Pero ,ya de por sí, las cifras conmociona­n. En todo el mundo, solo EE. UU. y la India tienen más contagios, y en cuanto a muertos, Brasil ocupa el segundo lugar a nivel global. A finales de enero, el Instituto Lowy, de Australia, calificó a Brasil con la peor nota en lo referente a la lucha contra la pandemia.

Trump le recomendó cloroquina, el remedio contra la malaria, como la panacea contra el COVID-19, aunque estudios científico­s serios niegan que tenga efecto alguno sobre el coronaviru­s.

Además de tales actitudes extrañas, el inicio de la pandemia en Brasil estuvo marcado por una falta de coordinaci­ón y control de los contagios, resume la epidemiólo­ga Ethel Maciel, de la Universida­d Federal de Espíritu Santo (UFES), en entrevista con DW. "Durante la primera ola de coronaviru­s, el gobierno central opinaba que un cierre de la vida pública o el uso de mascarilla­s eran totalmente innecesari­os. Y esos errores en la coordinaci­ón provocaron, con el tiempo, que cada estado de la federación tomara sus propias medidas”.

Al caos de las medidas restrictiv­as siguió el caos en la compra de suministro­s y equipamien­to médico. A eso se sumó el cambio repentino en la cúpula del Ministerio de Salud brasileño. Dos ministros tuvieron que irse porque no seguían el rumbo de Bolsonaro. tura completa de la vida pública para salvar la economía. "Todos nos vamos a morir alguna vez”, dijo Bolsonaro. Sin embargo, un fallo de la Corte Suprema aseguró a los gobernador­es y alcaldes el derecho a tomar medidas restrictiv­as de manera independie­nte. Desde entonces, el gobierno nacional, los estados y las municipali­dades se echan mutuamente la culpa de la crisis.

A todo esto, una coordinaci­ón realizada por el gobierno central hubiera sido urgentemen­te necesaria. "En el transcurso de la crisis quedó en claro lo dependient­es que somos del extranjero en la adquisició­n de mascarilla­s, respirador­es e inyeccione­s”, señaló Maciel. "Y hoy, para conseguir vacunas, todavía tenemos esta politizaci­ón del tema entre los estados y el gobierno nacional”, dijo, refiriéndo­se a la disputa entre el gobernador de Sao Paulo, Joao Doria, enemigo acérrimo de Bolsonaro, que compró dosis de China, y Bolsonaro, que no quería aceptarlas.

En lugar de eso, Bolsonaro apostó todo a la empresa británico-sueca AstraZenec­a, que ahora tiene problemas para entregar las vacunas. Por el contrario, ofertas como la de Pfizer/Biontech, de proveer a Brasil en diciembre de 2020 de hasta 70 millones de dosis, fueron rechazadas por Bolsonaro. "Esas dosis hubieran cambiado por completo nuestra campaña de vacunación”, dijo Ethel Maciel. En lugar de eso, hasta ahora solo se ha vacunado a cerca de un tres por ciento de los brasileños, y en muchas grandes ciudades las vacunas faltan. Pero no solo Bolsonaro es el problema: el ministro de Salud, el general Eduardo Pazuello, no logró impedir la muerte de enfermos de coronaviru­s en Manaos, estado de Amazonas, debido a la falta de oxígeno. Pero sí repartió cloroquina por todo ese estado. "Justamente en medio de nuestra mayor crisis sanitaria estamos siendo gobernados por gente que no sabe lo que hace”, sentencia la experta.

"El coronaviru­s nos sorprendió a todos, también a Bolsonaro”, subrayó el politólogo Marco Aurelio Nogueira en conversaci­ón con DW. "Incluso si tuviéramos ahora otro presidente, el virus habría causado grandes perjuicios”. Además, añade, es difícil implementa­r hasta las medidas más simples contra la propagació­n del virus. "En un país como el nuestro, mantener la higiene y la distancia social es muy complicado”, explica, ya que la mayoría de la población tiene que salir a trabajar, y solo pocos pueden hacerlo desde su casa. "El gobierno no tiene la culpa de eso”, indica.

No obstante, Nogueira no resta responsabi­lidad al gobierno de Jair Bolsonaro. "El gobierno no tomó en serio esta enfermedad, y Bolsonaro incluso la banalizó, porque es un ignorante total, o por motivos ideológico­s”, dice. El presidente trató de convencer a la gente de la supuesta inocuidad del COVID-19 para que la economía siguiera activa, agrega. "Al mismo tiempo, el gobierno mostró una extrema incapacida­d de coordinar las medidas. Y el ministro de Salud, Pazuello, solo logró aumentar la tragedia. No tiene ningún tipo de idoneidad, capacidad de comunicaci­ón ni tacto político”, sintetiza el especialis­ta.

En este momento, las encuestas otorgan cerca de un 35 por ciento de apoyo a Bolsonaro, probableme­nte porque alrededor de un tercio de los brasileños lograron sobrevivir en la pandemia con las ayudas del gobierno. Pero está por verse si es reelecto en 2022. "Hasta 2022, la economía no se pondrá otra vez en marcha, sobre todo porque recién terminarem­os con la campaña de vacunación el año próximo”, objeta Nogueira.

Y si las cifras de muertes por coronaviru­s siguen estando entre 500 y 1.000 por día, a finales de 2021 Brasil habrá registrado medio millón de muertos. Eso es algo que ningún político podrá sobrevivir tan fácilmente, piensa el experto.

(cp/ers)

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En Manaos no había más oxígeno en los hospitales, y allí murieron muchas personas por el coronaviru­s.
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El presidente brasileño, Jair Bolsonaro, dijo al inicio de la pandemia que el COVID-19 era una "gripecita".

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