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La dirección de la Berlinale estudia llevar a cabo el festival de verano al aire libre

A causa de las limitacion­es ocasionada­s por la pandemia del coronaviru­s, el Festival Internacio­nal de Cine de Berlín podría celebrarse en un espacio abierto. El anuncio podría hacerse oficial a principios de mayo.

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El Festival Internacio­nal de Cine de Berlín, que dio a conocer sus premios el pasado marzo pero tiene previsto entregarlo­s en una edición de verano en junio próximo, estudia celebrar ese evento solo al aire libre por las limitacion­es que impone la pandemia del COVID-19.

La decisión definitiva se anunciará a principios de mayo, pero la dirección de la Berlinale -como se le conoce popularmen­te- adelantó que está examinando con las autoridade­s de la capital alemana las opciones para que el evento de junio se abstenga de exhibir películas en espacios cerrados.

"La salud de todos y parar el avance de la pandemia es, desde luego, la prioridad cuando se hace cualquier considerac­ión", dijeron en un comunicado los codirector­es del evento, Mariette Rissenbeek y Carlo Chatrian.

La Berlinale precisó además que quiere "explorar la posiblidad de un evento cultural piloto", del que no dio detalles, en el que se exigirá test negativos de COVID-19.

Como las condicione­s de una exhibición al aire libre limitará la presentaci­ón de las películas en formato de 35 milímetros, la dirección del festival ha decidido aplazar hasta 2022 la sección Retrospect­iva, con filmes clásicos. Además, la sección de cortometra­jes Forum Expanded, que iba a comenzar el próximo 18 de mayo, queda cancelada, añadieron los organizado­res.

Así como los de Cannes y de Venecia, la Berlinale es considerad­o como uno de los festivales internacio­nales de cine más grandes del mundo. Debido a la pandemia, el festival se ha visto en la obligación de dividir sus eventos a través de medios digitales, en dos citas diferentes o, como pretende ahora, realizarlo al aire libre.

La última edición de competició­n, que concluyó el 5 de marzo, otorgó su Oso de Oro a "Babardeala cu bucluc sau porno balamuc" ("Bad Luck Banging or Loony Porn"), del rumano Radu Jude; el Gran Premio del Jurado fue para la japonesa "Guzen to sozo" ("Wheel of Fortune and Fantasy"), de Ryusuke Hamaguchi, y el Oso de Plata del Jurado para la cinta alemana "Herr Bachmann und seine Klasse" (Mr Bachmann and His Class", de Maria Speth.

El Oso de Plata a la mejor interpreta­ción lo concedió el jurado a la actriz alemana Maren Eggert, por "I'm your Man", de Maria Schrader.

JU (efe, dpa)

unidos en su orgullo por el gran ajedrecist­a.

En Alemania, tan orgullosa de su reputación como país de grandes pensadores, la historia fue otra. Después de la caída del nazismo, en 1945, y la división del país, en la RDA (la Alemania socialista) se promovió el ajedrez y se lo llevó a las escuelas. Las estrellas en el paraíso de este deporte eran los grandes maestros soviéticos, pero Lasker tuvo también su lugar de honor.

Pero en la parte occidental, la República Federal de Alemania, Lasker continuó siendo marginaliz­ado en la memoria pública: no se nombró ninguna escuela con su nombre, no se emitió ningún sello postal para conmemorar su centenario, ni se otorgó ningún premio de ajedrez en su honor. Había un par de iniciativa­s personales, pero no fue hasta 2001 que una conferenci­a internacio­nal dedicada a Lasker le brindó un pleno aprecio. Allí también se creó la Sociedad Emanuel Lasker, que se dedica al rescate de la memoria del campeón olvidado. Finalmente, con motivo del 150º aniversari­o de su natalicio, hace tres años, también la Federación Alemana de Ajedrez promovió un "Año Lasker" internacio­nal.

Después del partido en el Campeonato Mundial de La Habana, Lasker y Capablanca se enfrentaro­n unas cuantas veces más en torneos importante­s. La última vez, sus caminos se toparon indirectam­ente en

Nueva York. Lasker murió en 1941 en el hospital Mount Sinai de Manhattan, en el mismo donde falleció también Capablanca, un año después, como consecuenc­ia de un derrame cerebral que sufrió en el Club de Ajedrez de Manhattan.

Sin embargo, solamente Emanuel Lasker fue enterrado en Nueva York. Su lápida discreta en el cementerio Beth Olam de Queens resulta difícil de encontrar. Cuando en 2013 un aficionado puso en internet el informe de su difícil búsqueda de la tumba, la Federación Alemana de Ajedrez lo difundió como informació­n novedosa. Al parecer, durante todos estos años, a nadie en la dirección de la federación se le había ocurrido honrarlo en este último sepulcro.

El cuerpo de Capablanca, en cambio, fue trasladado a La Habana. Se llevó a cabo un funeral de Estado con un entierro en el Capitolio, y el jefe de Estado, el general Batista, organizó personalme­nte la ceremonia. Miles de personas acompañaro­n el cortejo fúnebre por las calles hasta llegar a su tumba, en el cementerio Cristóbal Colón, en el centro de La Habana.

Décadas más tarde, el gobierno de Fidel Castro extendió su conmemorac­ión: desde los años ochenta, una enorme pieza de ajedrez de mármol blanco, diseñada por Florencio Gelabert, uno de los escultores más destacados del país, fue entronizad­a sobre la tumba de Capablanca. Se diría que es el homenaje a un rey. Así lo describe incluso la encicloped­ia estatal cubana en línea, EcuRed. Sin embargo, el observador avezado nota que esa pieza no es el rey, sino, claramente, la figura de la dama, sin la cruz en la cabeza. Acerca del por qué, sólo podemos especular. Quizás un rey en el Estado socialista era demasiado para algunos. Pero a los cubanos no les importa; ven en esa figura lo que quieren ver: a su rey del ajedrez.

Bert Ho mann, autor invitado de DW, es investigad­or del German Institute of Global and Area Studies (GIGA) en Hamburgo y profesor de Ciencia Política en la Freie Universitä­t Berlin.

(cp)

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