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Las horas más largas en la vida de Brenda Quevedo Cruz

Brenda lleva ya casi 14 años encarcelad­a, sin sentencia, por un crimen que no cometió. El 5 de noviembre, en una audiencia, un juez tendrá la oportunida­d histórica de hacer justicia para Brenda y ordenar su libertad.

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Desde el 28 de noviembre de 2007, Brenda Quevedo Cruz está privada de su libertad, acusada con pruebas falsas de haber participad­o en el secuestro y homicidio de Hugo Alberto Wallace Miranda, supuesto hijo biológico de Isabel Miranda y José Enrique del Socorro Wallace. Una víctima que, en el estricto sentido de la palabra, nunca existió.

Brenda y otros cinco detenidos: Jacobo Tagle, Juana Hilda González, César Freyre, así como Alberto y Antonio Castillo, son protagonis­tas de uno de los casos más bizarros de injusticia que se haya visto en la historia reciente de México. Equiparabl­e por sus ingredient­es de manipulaci­ón, tortura y complicida­d de autoridade­s federales al caso de la ciudadana francesa Florence Cassez (detenida en 2005 y liberada por orden de la SCJN en 2013), o el propio caso de los 43 normalista­s de la escuela normal Raúl Isidro Burgos, de Ayotzinapa.

Esta es la segunda ocasión en que abordo la historia de Brenda, porque el 5 de noviembre próximo se llevará una audiencia crucial, y porque tengo en mi poder un documento judicial inédito que deja ver cómo el caso fue fabricado desde el primer momento. lo departamen­to en la calle de Perugino, número 6, en la colonia Extremadur­a Insurgente­s, una zona muy poblada y transitada en la Ciudad de México.

Según esa versión, los responsabl­es sacaron esa misma noche los trozos del cuerpo en bolsas de plástico chorreante­s que arrastraro­n por las escaleras desde el segundo piso hasta la planta baja, y después las habrían subido a un vehículo y arrojado en algún paraje.

Fue la señora Miranda, cuyo hermano Roberto Miranda era policía, quien, al día siguiente, denunció a las autoridade­s de la Procuradur­ía General de la República (PGR), donde ella tenía amigos e influencia­s, cuál era el crimen, quién había sido la supuesta principal responsabl­e y dónde se había perpetrado.

Los vecinos interrogad­os, que estuvieron todo el día y la noche en sus respectivo­s departamen­tos, aseguraron que nunca escucharon nada extraño, y lo hubieran escuchado de cierto por la resonancia del propio edificio, de la que siempre se quejaban.

Los únicos dos datos que tenían la señora Miranda y las autoridade­s era que el coche del desapareci­do estaba a unas cuadras de Perugino 6, y que el chofer de Hugo Alberto había señalado que éste frecuentab­a a una mujer "güerita” (rubia).

La arrestaron el 11 de enero de 2011. Elementos de la PGR la amenazaron que si no admitía su "culpa” y firmaba su declaració­n, que ya habían preelabora­do, le harían daño a su hermano, quien también había sido detenido arbitraria­mente, y a la pequeña hija de Juana Hilda.

Tuve acceso a un documento de puño y letra de Juana Hilda, el 16 de abril de 2007, que obra en el expediente judicial abierto en la Corte de Illinois, en Chicago, para extraditar a Brenda.

Es un documento inédito. En él Juana Hilda señala que la primera vez que ella vio a la señora Miranda fue el 12 de julio de 2005 a las 5 de la tarde. Ella estaba en su departamen­to y bajó a pagar una orden de sushi que había pedido a domicilio. Afuera había un grupo de policías en la calle, buscando al azar, y estaba la señora Miranda. Ahí empezó todo. Miranda le preguntó si ella vivía ahí, Juana Hilda dijo que sí, que en el departamen­to 4. Ella no era rubia, ni tenía ojos verdes, ni era muy exuberante, pero tenía el cabello teñido de dorado y era modelo.

Los policías le hicieron preguntas y ella respondió sin problemas. Entró a comer al departamen­to de una amiga y, cuando la volvieron a buscar, ella salió y siguió respondien­do.

"¿Por qué conmigo?”, preguntó ella a los policías. "Me respondier­on que la camioneta de este muchacho estaba a tres cuadras y que vecinos, preguntand­o las caracterís­ticas de la mujer que ellos buscaban, les dijeron el número del edificio, ya que ahí había varias güeritas, pero que si yo no era, que si podían en ese momento hablarle al chofer del muchacho para que arma. Mientras Juana Hilda lloél me viera, ya que él si conocía a raba impotente, el funcionari­o la la muchacha que salía con Hugo sujetó, le tapó la boca y comenzó Alberto Wallace…” a manosear su cuerpo "Ah, mira.

Juana Hilda aceptó que la qué bonito, ¿a poco no sientes viera el chofer de Hugo Alberto, rico? Te pregunto porque ahorita no le preocupaba, porque ella no que te lleven los otros policías, era la persona que estaban busque van a ser como diez los que cando. Lo que quería es ya poder te van a tocar así de rico”, le dijo seguir con sus ocupacione­s. el servidor público.

Llegó el chofer: "Es un En esas condicione­s Juana muchacho chaparrito, moreno, Hilda, aterroriza­da, aceptó delgado, y me ponen enfrente de firmar la declaració­n que previaél”, explicó Juana Hilda. "Y le premente ya habían elaborado, guntan los policías al chofer ‘¿Es donde imputaba a cinco perella la mujer?' Y se me queda sonas, incluyendo a Brenda, viendo el muchacho de arriba quien era novia del amigo de un abajo, y responde: ‘¡No!'. Y ellos novio de Juana Hilda. todavía le dicen '¿Estás seguro Así comenzó la historia de de que no es ella?'. El chofer reterror orquestada y dirigida por pitió: ‘No, la muchacha que conla señora Miranda con la compliozco es más alta'”. cidad de funcionari­os de la PGR

"Ellos me dicen ‘Disculpe a lo largo de los sexenios de Viseñorita, este es nuestro tracente Fox, Felipe Calderón y Enribajo', a lo cual les digo yo: No´ que Peña Nieto. hay problema', y se retiran de El caso judicialme­nte estaba ahí”. a punto de caerse, por lo insos

Fue 16 días después que, tenible. Siete meses después de regresando al departamen­to, se la detención de Juana Hilda hubo dio cuenta que alguien había una nueva inspección, impulentra­do. Sus pertenenci­as essada por la señora Miranda, taban en desorden y le habían en la que milagrosam­ente los robado aretes y dos celulares. peritos habían encontrado una Una vecina le dijo que había sido gota de sangre. Con ello y las "la señora del otro día”, es decir, declaracio­nes de Juana Hilda Isabel Miranda, quien caprichoy otros detenidos torturados, samente había ya decidido que mantuviero­n en pie el inconJuana Hilda era la culpable. sistente caso.

Para armar el caso invesLa gota de sangre fue cotetigaro­n a su novio, César Freyre, jada con las pruebas de ADN de y a los amigos de éste. Así fabrila señora Miranda y del supuesto caron una supuesta banda de padre biológico, el señor Walsecuest­radores de 6 elementos. lace. Los resultados dieron posi

Tras su detención, en las ofitivo, solo que pertenecía al sexo cinas de la PGR cuando era interfemen­ino. Bajo presiones de Mirogada, un funcionari­o de la randa y sus secuaces, la perito dependenci­a la agarró del cuello, la tiró al suelo y le apuntó con su

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Brenda Quevedo Cruz.
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Brenda Quevedo Cruz está privada de su libertad desde 2007.

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