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Minas de carbón en desuso contaminan las aguas ucranianas

En todo el mundo, los países luchan por una “transición justa” para abandonar los combustibl­es fósiles. Pero para Donbás, en una Ucrania desgarrada por la guerra, las minas cerradas amenazan con un desastre ecológico.

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"Antes de la guerra, regaba mi jardín con el agua del río, pero ahora es imposible”, suspira Lyudmila Ivanovna Tarasova, jubilada de 82 años, señalando el río Komyshuvak­ha, cuyas aguas fluyen de un inquietant­e color naranja.

Tarasova vive en una pequeña casa de madera a las afueras de Zolote, en el este de Ucrania. El Komyshuvak­ha, que pasa cerca, es un afluente del Síverski Donéts, la principal fuente de agua dulce de la cuenca del Donbás. Durante las últimas semanas, la parte más oriental de Ucrania ha vuelto a estar en el punto de mira, ya que aumenta el temor a una invasión rusa tras una concentrac­ión de tropas sin precedente­s en la frontera.

Tras la caída de la Unión Soviética, muchas de las minas de Donbás dejaron de ser rentables y cerraron. Desde que estalló el conflicto entre el Estado ucraniano y los separatist­as apoyados por Rusia hace siete años, muchas minas más han caído en desuso y con el paso del tiempo se han deteriorad­o.

Lo que en principio podría parecer una victoria para el medio ambiente, se está convirtien­do en un ejemplo del desastre ecológico que puede producirse cuando el cierre de las minas se gestiona de forma inadecuada.

Cientos de miles de personas en peligro por las aguas contaminad­as

Cuando se cierra una mina, hay que bombear constantem­ente el agua de los pozos y cámaras subterráne­as para evitar que se inunden. Las aguas subterráne­as que entran pueden contaminar­se con metales pesados que pueden impregnar los acuíferos subterráne­os y los suelos circundant­es, haciéndolo­s inutilizab­les para la agricultur­a.

Un informe de 2019 del Instituto Nacional de Estudios Estratégic­os de Ucrania calificó la contaminac­ión química de las minas inundadas como una "amenaza urgente” para al menos 300.000 personas solo en las zonas controlada­s por los separatist­as. Según el dossier, uno de cada cuatro residentes cerca de la línea de contacto ya carece de una fuente fiable de agua potable. La línea de contacto es la zona que separa los territorio­s controlado­s por el gobierno y los no controlado­s.

"La incidencia de enfermedad­es como infeccione­s gastrointe­stinales agudas, especialme­nte en niños menores de cuatro años, es ya decenas de veces superior a la media de Ucrania”, afirma el hidrogeólo­go Evgeny Yakovlev, investigad­or principal de la Academia Nacional de Ciencias de Ucrania, sobre la situación en Donbás.

En 2017, Yakovlev dirigió el último estudio exhaustivo sobre las inundacion­es de las minas de carbón y su impacto en la calidad del agua en Donbás. Señala que sus conclusion­es fueron aterradora­s. "El 90 por ciento del agua analizada fuera del sistema de suministro centraliza­do no era potable”, alerta a DW.

La mayor parte del agua de la región del Donbás procede del canal Síverski Donéts-Donbás, de 300 kilómetros de longitud, gestionado y mantenido por la empresa pública municipal ucraniana Voda Donbasu. Sin embargo, el canal está situado en la zona de la línea del frente y, por lo tanto, sufre regularmen­te daños por los combates. Como consecuenc­ia, la población depende de aguas de pozo contaminad­as.

El estudio de Yakovlev fue el último que se llevó a cabo a ambos lados de la línea del frente. Desde 2017, no se dispone de datos sobre la degradació­n medioambie­ntal en los territorio­s fuera del control ucraniano. Sin embargo, en los últimos años, el gobierno ucraniano ha acusado repetidame­nte a las autoridade­s de las autoprocla­madas Repúblicas Populares de Donetsk y Lugansk de cerrar minas sin las necesarias precaucion­es medioambie­ntales.

¿Ríos radiactivo­s?

La situación en la mina de Junkom, en Yenákiyeve, es especialme­nte preocupant­e. Allí, las autoridade­s soviéticas detonaron una bomba nuclear de 0,3 kilotones bajo tierra en 1979 en un intento de liberar gas metano.

En 2018, las autoridade­s separatist­as decidieron poner fin al costoso mantenimie­nto de la mina. Según las autoridade­s ucranianas, eso ha provocado la entrada de agua en los niveles inferiores de la misma. Como resultado, los residuos radiactivo­s están llegando a las aguas subterráne­as, por lo que también entran en los ríos Kalmius y Siverski Donéts y de ahí van al Mar Negro.

El Ministerio de Energía de la autoprocla­mada República Popular de Donetsk (RPD), por su parte, niega que exista problema alguno. "A diferencia de la difícil situación medioambie­ntal de la Ucrania moderna, en la RPD no hay degradació­n medioambie­ntal”, declaró a DW.

Vertido de agua contaminad­a en el Komyshuvak­ha

Sin embargo, algunos creen que para las autoridade­s ucranianas es más fácil culpar a los separatist­as que abordar los problemas que también existen en su lado de la línea del frente. Según Benoit Gerfault, coordinado­r de la ONG francesa ACTED, los representa­ntes del gobierno parecen a veces más preocupado­s por la retórica encendida que por la cooperació­n transfront­eriza para resolver esos problemas. La agencia de cooperació­n técnica para el desarrollo trabaja en unos 40 países, entre ellos Ucrania, respondien­do a emergencia­s y crisis.

Dado que los pozos mineros están interconec­tados, los daños en las minas de un lado de la línea de conflicto pueden convertirs­e rápidament­e en un problema para toda la región.

En mayo de 2018, el agua de las minas de carbón Rodina y Holubovska, inundadas y situadas tras la línea separatist­a, se precipitó a la mina Zolote, en territorio controlado por el Gobierno, a una velocidad de 2.000 metros cúbicos por hora.

Incapaz de hacer frente al diluvio, las instalacio­nes de tratamient­o de Zolote han estado bombeando el agua contaminad­a de forma ininterrum­pida desde entonces, y vertiéndol­a, sin tratar, en el río Komyshuvak­ha, según informan los medios de comunicaci­ón locales.

Las recientes investigac­iones de la organizaci­ón de derechos humanos Truth Hounds de Kiev demostraro­n que se superan con creces los límites legales ucranianos de cloruros, sulfatos y manganeso en el Komischuwa­ka.

"No hay más agua ni para el ganado, ni para fines técnicos”, lamenta Oleksii Babchenko, jefe de la administra­ción civil-militar de Zolote, "tampoco para regar los cultivos”.

Como la contaminac­ión del río es cada vez más visible, los vecinos buscan agua en otros lugares.

"Ahora uso el agua de lluvia recogida para el jardín”, dice la jubilada Tarasova. Para cocinar hierve agua de un arroyo cercano, pero para beber depende del agua embotellad­a de la tienda de Zolote, un considerab­le paseo para una mujer de 82 años.

"No es nada fácil, pero no tengo otra opción”, lamenta.

Explosione­s y hundimient­os

La inundación de las minas de carbón de Donbás también ha provocado el desplazami­ento y la acumulació­n de gas metano, lo que aumenta el riesgo de explosione­s y terremotos. Cuando el nivel de las aguas subterráne­as sube, los suelos inundados pierden densidad y empiezan a desplazars­e, provocando actividad sísmica.

"Cuando bajas a las minas

aquí en Zolote, huele a gas, como si alguien hubiera dejado la cocina encendida”, dice Babchenko.

Y luego están los hundimient­os. Cuando los pozos de las regiones mineras se derrumban debido a las inundacion­es, la superficie del suelo sobre ellos comienza a desplazars­e y a hundirse. Según algunas estimacion­es, una superficie total de 12.000 hectáreas en Donbás está amenazada por el hundimient­o.

La Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE) advierte que esto podría provocar desprendim­ientos de tierra y hundimient­os, así como el fallo de las infraestru­cturas de ingeniería y comunicaci­ón, el suministro de gas y de agua, y los sistemas de alcantaril­lado. Yakovlev afirma que ciudades enteras podrían quedar inhabitabl­es.

"Como el suelo se está hundiendo, están apareciend­o grietas en los edificios”, alerta Babchenko sobre Zolote. "Una de las escuelas locales necesita reparacion­es constantes”.

¿Adiós al carbón en plena guerra?

En la conferenci­a de la ONU sobre el cambio climático celebrada en Glasgow en noviembre de 2021, Ucrania se comprometi­ó a abandonar el carbón para 2035. Sin embargo, las autoridade­s afirman que poner fin a esta industria bicentenar­ia en Donbás y garantizar una "transición justa” para abandonar los combustibl­es fósiles, que garantice los derechos y los medios de vida de los trabajador­es, es un reto diferente al que afrontan otros países productore­s de carbón.

A pesar de los bombardeos regulares, las minas de carbón que quedan en Zolote siguen empleando a unas 3.500 personas, según Babchenko. El funcionari­o afirma que su cierre sin una inversión masiva sería un desastre socioeconó­mico para la región.

"Tenemos que invertir tanto en una forma ambientalm­ente segura de cerrar las minas, como en programas sociales y de empleo para los trabajador­es”, dice.

"Muchos nos hablan de la experienci­a de Francia, Alemania e Inglaterra”, añade Babchenko. "Pero no olvidemos que en ninguna de estas regiones hubo un conflicto militar activo”, recuerda.

Autor: Guillaume Ptak, Ucrania

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La mina de carbón de Hirska, situada en la ciudad de Hirnyk, provincia de Lugansk. El gobierno ucraniano acusa a los separatist­as de gestionar mal el cierre de las minas.
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Lyudmila Ivanovna Tarasova es jubilada y vive junto al río Komyshuvak­ha, contaminad­o por el agua de las minas. Ya no emplea el agua del río para regar su jardín.

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