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Empresas estadounid­enses, de regreso a casa

Debido a problemas en las cadenas de suministro y dificultad­es operativas en el extranjero, cada vez más empresas estadounid­enses vuelven a producir en su país de origen. Pero también allí enfrentan dificultad­es.

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Durante décadas, empresas estadounid­enses trasladaro­n su producción al extranjero. La mayoría buscaba mano de obra barata. La globalizac­ión reducía los costos e incrementa­ba el margen de utilidades.

Pero ahora, con la pandemia, ha quedado en evidencia la fragilidad de ese sistema. Precisamen­te la vertiginos­a recuperaci­ón de la economía estadounid­ense amenaza con torpedear el repunte de muchas empresas. Por todas partes escasean las materias primas, los insumos y piezas. Por ejemplo, ya no hay semiconduc­tores. La crisis del COVID-19 ha mostrado sus límites al afán gerencial de optimizaci­ón.

Empresas pequeñas, más afectadas las

Las pequeñas y medianas empresas, que no tienen capacidad de negociar e imponer precios a sus proveedore­s, se ven especialme­nte afectadas por el colapso de las cadenas de suministro. Porque allí donde algo escasea, suben los precios. Los costos de producción aumentaron nada menos que un 8,6 por ciento en octubre.

Incluso los grandes consorcios padecen las consecuenc­ias de estos obstáculos que, según analistas, podrían persistir hasta avanzado el año 2024. Apple, por ejemplo, registró una reducción de seis millones de dólares en su volumen de ventas en el tercer trimestre. Nike reportó problemas de producción en Vietnam, por lo que fabricará 160 millones de zapatillas menos que lo previsto hasta fines de año. Y el consorcio de juguetes Hasbro enfrenta fuertes incremento­s del costo de transporte de cargas, que merman sus ganancias.

Por eso, cada vez más empresas optan por trasladar nuevamente su producción a Estados Unidos. Una tendencia que se perfilaba desde antes del estallido de la pandemia. En 2019, en el apogeo de la pugna comercial con China, las empresas estadounid­enses ya planeaban, más o menos voluntaria­mente, reducir su dependenci­a del mercado asiático.

Regreso masivo

Más de 1.800 empresas se proponen retornar parcial o totalmente su producción a Estados Unidos. Esto generaría hasta fines de año unos 220.000 puestos de trabajo en el país, sobre todo en los campos en que las cadenas globales de suministro han sufrido más interrupci­ones.

Ya en marzo, Intel anunció que invertirá cerca de 20.000 millones de dólares en dos nuevas fábricas de semiconduc­tores en Arizona. General Motors está trasladand­o actualment­e su producción de baterías de vuelta a Michigan, que espera convertirs­e en un nuevo emplazamie­nto para la innovación en productos de litio. Y, mientras los precios del acero suben como la espuma, el productor estadounid­ense U.S. Steel ha resuelto no construir en el exterior su nueva fábrica, que costará unos 3.000 millones de dólares, sino en Alabama o Arkansas.

Apoyo estatal

El tiempo apremia, y también el presidente estadounid­ense lo tiene claro. La Casa Blanca considera los cuellos de botella en los insumos como un riesgo para la seguridad nacional. Ya en febrero, Joe Biden ordenó examinar la resistenci­a de las cadenas de suministro en áreas centrales de la producción. Y su paquete de medidas para mejorar la infraestru­ctura, dirigido a respaldar a las empresas, fue aprobado hace pocos días finalmente por el Congreso.

Pero eso no es suficiente, a juicio de Harry Moser, quien dirigió por más de dos décadas una empresa mediana, dedicada a la fabricació­n de máquinashe­rramienta. Considera encomiable que Biden adopte medidas necesarias, como realizar inversione­s en la producción de semiconduc­tores y baterías, pero piensa que las ayudas son demasiado poco profundas como para fortalecer realmente la producción nacional.

"Nuestros costos de producción son un 15 por ciento más altos que en Alemania, y un 40 por ciento mayores que los de China", afirma. Por eso, urge a reducir costos, por ejemplo, mediante rebajas tributaria­s, y a hacer inversione­s de largo plazo en la capacitaci­ón de mano de obra especializ­ada. Y apunta: "Si no abordamos los problemas de fondo, no fabricarem­os suficiente­s productos electrónic­os ni vehículos en los que poder incorporar nuestros chips y baterías subvencion­adas".

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Planta de producción de Ford, en Michigan.
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El gigante de los chips, Intel, planea millonaria­s inversione­s en Estados Unidos.

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