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Alemania y su nueva crisis por el papel higiénico

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Hace poco menos de un año, el temor al encarecimi­ento del papel higiénico por la entonces creciente ola de contagios de covid-19 provocó que consumidor­es en Alemana se volcaran a los supermerca­dos para hacer compras de pánico de ese y otros productos.

En tan solo una semana, las compras de papel higiénico crecieron un noventa por ciento. Las autoridade­s alemanas, por su parte, insistiero­n que aun en esas circunstan­cias el suministro de papel higiénico estaba garantizad­o, y la carestía tan temida por muchos no se produjo por la pandemia, sino por la sobredeman­da provocada por los propios consumidor­es.

Casi un año más tarde, otra cadena de circunstan­cias parece amenazar el suministro de papel higiénico en Alemania, y quizá ahora sí de manera real.

Este martes, el fabricante Hakle, con sede en Düsseldorf, se declaró en insolvenci­a debido al alza en los costos de energía y de las materias primas que se necesitan para producir papel higiénico.

"Enorme" aumento de costos

La compañía cali ca como "enorme" el aumento de los "costos enormement­e aumentados para la adquisició­n de materiales y energía, así como para el transporte".

Pese al proceso de insolvenci­a, las operacione­s comerciale­s de la rma continuará­n de manera normal, por el momento. "La declaració­n de insolvenci­a nos ofrece la exibilidad necesaria para reorganiza­r nuestro negocio a largo plazo", dijo el director general Volker Jung.

Si todo esto afectará a otras empresas, o al suministro general de papel higiénico en Alemania, es cosa que está por verse. Lo que parece cierto es que la guerra en Ucrania, detonador principal de la alza energética y de la afectación en las cadenas de transporte y suministro, se prolonga sin que se vea una solución pronta. Si así sucede, la crisis de papel higiénico podría repetirse en 2022, y no irse tan fácilmente.

Editado por En rique López Magallón

había conquistad­o una cima de 3.000 metros de altura. "Mi padre eligió la cordillera, segurament­e porque fue desde su juventud un entusiasta escalador entrenado en los Alpes austríacos", escribió sul hijo, Helmuth Penck, en una carta.

Si bien parte de su infancia y juventud la vivió en Austria, Walt her Penck retornó a Alemania en 1910, para estudiar en la Universida­d de Heidelberg, donde aprovechó para investigar regiones volcánicas de Italia, como Sicilia, las islas Eolias y Nápoles.

En 1912, Walther Penck es contactado por el Gobierno de Argentina, que solicita al cientí co cartogra ar por primera vez la región altiplánic­a de este país. Será un trabajo intenso por dos años. Penck no lo duda y viaja en barco durante 21 días rumbo a Buenos Aires. En la foto, Walt her Penck en el río Loro, Región de la Puna.

Dos años vivió en la ecorregión altiplánic­a de la puna el geólogo y geógrafo alemán. Durante su estadía, compartió con las comunidade­s de la puna de Atacama y el Valle de Fiambalá. En la foto, Penck en compañía de habitantes de esas zonas, dentro de una casa de piedra y a 3.800 metros de altura sobre el nivel del mar.

El equipo de Penck, un caballo y dos arrieros, era básico para la geografía escarpada, el clima ventoso y las tormentas de polvo incesantes. Pero esto no fue obstáculo para que el cientí co escalase 30 montañas andinas y cartogra ase 10 mil kilómetros cuadrados de la puna.

Además del trabajo cientí co, Walther Penck dedicó sus horas libres a escribir cartas románticas a su entonces prometida Anna Lampert, con quien se casaría y tendría dos hijos más tarde, ya estando de regreso en Alemania.

En la ciudad alemana de Albstadt-Tail ngen, en el hogar de Gerhard Penck, nieto de Walther Penck, se conservan todavía piezas únicas, como la cámara fotográ ca del geólogo, herramient­as de montaña, mapas, fotos y sus bitácoras de viaje.

La bitácora de viaje es de los mayores tesoros que guarda Gerhard Penck. En estas hojas, se narran los dos años que vivió el investigad­or alemán en la zona altiplánic­a. Para su nieto, son, más que descripcio­nes cientí cas, una especie de "relato de libertad".

En 1985, Gerhard Penck emprendió una aventura similar a la de su abuelo. Viajó a Argentina, a la región de la puna, para trabajar con comunidade­s locales, siendo aún un estudiante de arquitectu­ra. Durante su estadía, trabajó como constructo­r en Cerro Bayo e incluso levantó una capilla que hasta hoy sigue en pie.

Autor: Natalia Messer

(rml)

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