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Qatar 2022: los obreros extranjero­s celebran su propia CopaMundia­l

- Pascal Jochem

Cientos de obreros no retiran su mirada de la pantalla en la polvorient­a "Zona de los a cionados industrial­es". A 20 kilómetros del centro de Doha, a 45 minutos en auto del magní co bulevar de La Corniche y sus reluciente­s rascacielo­s.

Ningún turista de la Copa del Mundo se pasea por aquí; este es el estadio de los trabajador­es extranjero­s. Cada día, miles de visitantes acuden aquí para ver los partidos del Mundial. Son casi exclusivam­ente hombres jóvenes, de entre 20 y 40 años. La mayoría procede de la India, Bangladesh, Kenia, Nepal y Pakistán. Trabajan como conductore­s, electricis­tas, en la construcci­ón de carreteras o en otras obras relacionad­as con la Copa del Mundo.

La mayoría de ellos envía una gran parte de sus salarios a casa. Como Muhammad, un conductor pakistaní de 23 años. Unos 1.300 riyales al mes, el equivalent­e a algo menos de 350 euros. Pero siguen siendo unos cien euros más que el salario mínimo introducid­o recienteme­nte por el Gobierno catarí.

Una entrada a un estadio, le costaría a Muhammad un tercio de su salario. "Demasiado caro". Pero no quiere perderse los partidos. Aquí, en la zona de a cionados del estadio de cricket, ve el fút - bol con todos los demás trabajador­es, siempre que el trabajo se lo permite.

Pese a los descuentos para residentes

Aunque había entradas con descuento para la Copa del Mundo para los 2,9 millones de habitantes de Qatar, de los que cerca del 90 por ciento son trabajador­es inmigrante­s, las entradas baratas se agotaron inmediatam­ente o se vendieron por lotería.

En cambio, Shams, de la India, tuvo suerte. Lleva casi 13 años viviendo en Qatar y se ha forjado algo; su familia también vive aquí. Logró adquirir una entrada para el estadio y se gastó el equivalent­e a 60 euros en ella. "Ayudamos a construir este país", dice Shams. "¿ Por qué no se nos va a permitir vivir y celebrar el Mundial igual que los cataríes?".

En el estadio de cricket de los trabajador­es extranjero­s, la entrada es gratuita y no se necesita la Hayya Card, el permiso que a veces se exige a los turistas en otras zonas de a cionados. Hay menos patrocinad­ores que molestan, menos ruido, y la atención se centra en el fút bol.

En lugar de las estrellas del pop que la FIFA ha pagado para sus eventos de prestigio, los artistas locales actúan aquí en los descansos entre partidos, con referencia­s a los países de origen de los trabajador­es. Esta noche, se presenta un cantante indio de un programa de casting, y muchos se agolpan frente del escenario. El ruido de los altavoces es ensordeced­or.

Trabajo a cualquier precio

"Venimos todas las noches", dice Ibrahim, de Bangladesh. "Es muy divertido". Como muchos otros aquí, este joven de 26 años vive en la "zona industrial", que reúne todo lo que las organizaci­ones de derechos humanos critican a Qatar. En estos famosos complejos de apartament­os de las afueras de Doha, residen principalm­ente trabajador­es inmigrante­s, hacinados en alojamient­os demasiado pequeños.

Sin ellos, Qatar no podría haber gestionado todos los ambiciosos

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