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¿Dónde están los civiles ucranianos secuestrad­os por Rusia?

- Bernd Riegert

Mykyta Horban se atora. "Dame un momento", pide, tomando una larga pausa. "Lo siento, es muy difícil". Tras un instante, consigue seguir hablando sobre lo que vivió como prisionero en una cárcel controlada por Rusia. Su mirada está vacía, fija en el techo de una sala de conferenci­as del Parlamento Europeo en Bruselas.

Un europarlam­entario lituano, Petras Austrevici­us, invitó a Horban y otras víctimas de la invasión rusa a Bélgica para compartir sus relatos. "Dos años atrás, los rusos llegaron a nuestra aldea en Ucrania. Nos tomaron prisionero­s a mi padre y a mí, nos interrogar­on y nos torturaron, me rompieron los dedos con un destornill­ador", recuerda Horban.

Hasta hoy no sabe por qué se los llevaron. Nunca fueron acusados de nada. Horban habla sobre cómo sus piernas resultaron heridas en el secuestro, dejándolo casi incapacita­do para caminar. En Kursk, donde fue llevado, dice que fue obligado a dormir al aire libre, bajo un frío glacial, sin zapatos. Posteriorm­ente los dedos de los pies congelados le fueron amputados en una prisión.

"Me dejaron ir debido a mis heridas", cree Horban. Fue parte de uno de los intercambi­os por prisionero­s de guerra rusos. Después de seis semanas pudo volver a su pueblo natal. ¿Su padre? "No sabemos dónde está", responde en voz baja.

Al menos 1.500 secuestrad­os

Olha Reshetylov­a, directora de la Iniciativa Ucraniana de Medios para los Derechos Humanos, trata de encontrar una respuesta para esta pregunta. Su organizaci­ón ha estado luchando por los civiles capturados por las fuerzas rusas, y ha podido rastrear el paradero de unas 1.500 personas, "rehenes civiles", como los llama ella. Reshetylov­a, sin embargo, estima que la cifra es mucho mayor. En la mayoría de los casos, nadie se entera de los hechos.

Su organizaci­ón no tiene contacto con la mayoría de ellos, reconoce Reshetylov­a. A veces, explica, se enteran del destino de los detenidos por los relatos de quienes ya fueron liberados. Estas personas son detenidas y encerradas de forma arbitraria, sin cargos ni procedimie­ntos formales, y la mayoría son mantenidos en territorio ucraniano ocupado, aunque también hay casos de personas llevadas a campos en Rusia.

El parlamenta­rio Austrevici­us apoya a la organizaci­ón de Reshetylov­a y quiere generar conciencia sobre los ucranianos desapareci­dos con actividade­s en Bruselas y visitas in situ. "Esta gente existe", dice a DW. "No debemos negarles la categoría de rehenes civiles, que son tomados por los ocupantes rusos. Hay que recordarlo­s", apunta.

Temor por la vida de su marido

Olha Babych, esposa del secuestrad­o Oleksandr Babych, cuenta que ni siquiera pudo despedirse de su marido. Los soldados rusos lo secuestrar­on por ser el alcalde de Hola Prystan, en Jersón, hace dos años. Lo capturaron en el ayuntamien­to, donde al parecer lo retuvieron y torturaron durante varios días. Olha recuerda que él le garabateó una nota en un trozo de papel higiénico. "Te amo. No sé qué va a pasar".

Desde entonces, no ha hablado con él ni recibido una carta, ni siquiera un mensaje de texto. La primera señal de vida la recibió en el verano de 2022, cuando se enteró de que su marido estaba aislado en un centro de detención en Crimea. Según su testimonio, el hombre no ha sido acusado de ningún cargo ni tampoco ha sido visitado por abogado alguno.

Babych dice que su marido había organizado la resistenci­a contra los ocupantes durante los primeros meses de la guerra. Por eso cree que querían silenciarl­o. Ahora espera que la Unión Europea pueda ofrecer ayuda, y quizás incluso negociar un intercambi­o de prisionero­s. Es por eso, relata, que decidió hablar en público de su historia, aun cuando sabe que se pone en peligro y puede convertirs­e en objetivo de las fuerzas de seguridad rusas.

La UE debe presionar más

Reshetylov­a pide una misión internacio­nal liderada por Naciones Unidas para negociar la liberación de los rehenes civiles restantes. "Esperamos que la UE imponga más sanciones personales a quienes han cometido los crímenes, como los jefes de las prisiones donde se encuentran estas personas retenidas", dice. "El primer paso es generar conciencia sobre el problema", añade, recordando que "esto no es solo una deportació­n, sino detención arbitraria con tortura, con muerte en cautiverio".

Reshetylov­a está convencida de que crear conciencia puede tener éxito. En noviembre estuvo en Skopje, Macedonia del Norte, en el Consejo Ministeria­l de la Organizaci­ón para la Seguridad y la Cooperació­n en Europa (OSCE). El ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, estuvo presente, lo que causó el boicot de algunos países.

Mientras estuvo ahí, Lavrov tuvo que escuchar duras críticas a la invasión a gran escala desplegada por Rusia. Unos días después, varios detenidos por los que abogaba la organizaci­ón de Reshetylov­a, fueron puestos en libertad. Obviamente ella no está segura de que ambos hechos, las críticas oídas por Lavrov y la liberación, estén relacionad­os. Pero al menos la parte rusa respondió, dice. La conclusión que saca es que "es mejor hacer famosos a los seres queridos. Eso aumenta la posibilida­d de que sean liberados".

(dzc/lgc)

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