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Abuso sexual infantil en América Latina: avances contra la impunidad

- Victoria Dannemann

Las víctimas de abuso sexual infantil no hablan cuando quieren, sino cuando pueden hacerlo. "Lo más frecuente es que el niño no lo revele inmediatam­ente, sino que, como se encuentra con una serie de barreras para la revelación, no sea capaz de procesar, digerir y verbalizar su historia hasta décadas después, cuando ya es adulto”, explica a DW el psiquiatra Miguel Hurtado.

Copresiden­te del Grupo de Trabajo Global para la eliminació­n de los plazos de prescripci­ón y miembro del Brave Movement, activista y supervivie­nte de abuso eclesiásti­co, Hurtado se ha movilizado en su España natal y en otros países para crear conciencia sobre la denuncia demorada y lograr que estos delitos no prescriban.

"Es un trauma complejo, ocurre en edades en que la víctima ni siquiera puede entenderse como tal y además la evidencia científica demuestra que se dan procesos de develación tardía, debido a las caracterís­ticas propias de la vulneració­n y de la irrupción de lo sexual adulto durante la niñez; el abuso de poder se expresa en una relación asimétrica, donde además está la dependenci­a del mundo adulto para su cuidado", señala a DW la psicóloga chilena Vinka Jackson, sobrevivie­nte de abuso sexual infantil, activista y miembro del Grupo de Trabajo Global.

El trauma de lo indecible

Hurtado indica que "un estudio en Alemania con mil víctimas de abuso sexual en institucio­nes religiosas, tanto católicas como protestant­es, muestra que la edad media con que contactaba­n a las autoridade­s era de 52 años".

Según el reciente informe sobre Latinoamér­ica y el Caribe, publicado por el Brave Movement y su ala regional, el Movimiento de Valientes, un alto porcentaje, hasta el 80 por ciento de las víctimas, retrasan la revelación durante años, a menudo décadas. "Y cuando lo hacen se encuentran que legalmente no pueden hacer nada porque los plazos de prescripci­ón son bastante cortos y el delito ya ha prescrito", añade el psiquiatra.

Esto es una vulneració­n del derecho a acceder a la justicia. Además, implica un peligro para nuevas generacion­es: si el criminal no es juzgado ni condenado, no entra en el registro de delincuent­es sexuales y puede seguir trabajando o siendo voluntario en contacto directo con niños.

"Hay fenómenos psicológic­os propios del trauma, del estupor, de lo indecible y no poder traducir una experienci­a insoportab­le. Están el miedo, los silencios y silenciami­entos, intimidaci­ón o mensajes inducidos por el abusador. Basta decir quién te va a creer o vas a hacer sufrir a alguien, para que un niño o niña no hable", apunta Jackson.

Plazo de prescripci­ón vs. "derecho al tiempo"

Hurtado observa que enfrentars­e a un adulto y, todavía más, a una institució­n poderosa como la Iglesia, es muy difícil, sobre todo en culturas poco abiertas para abordar este tema. Además, sin apoyo y acceso a terapia, que puede suponer un gasto privado que no todos pueden costear, será más complejo procesar y denunciar el crimen.

"Se vive en sociedades donde no se habla de ciertos temas o no existe educación sobre sexualidad, afectivida­d, buen trato. Las comunicaci­ones en relación con esos temas son limitadas y de modo accidental alguien puede hacer la detección... Y, pese a todo lo que sabemos, todavía cuando se comparte una historia surge la pregunta de por qué tardó tanto en contar, para qué lo hace ahora", observa Jackson, quien acuñó el concepto de "derecho al tiempo".

"El plazo de prescripci­ón es finalmente un amparo para el abusador y un factor para seguir alimentand­o la impunidad. Estos delitos quedaban sin castigo simplement­e por el argumento del tiempo transcurri­do, cuando el tiempo era lo que necesitaba­n las víctimas", subraya.

Por eso, hay ya 32 países, entre ellos, Reino Unido, Suecia, Corea del Sur y Australia, que no tienen plazos de prescripci­ón para delitos de abuso sexual infantil.

Movimiento latinoamer­icano por la imprescrip­tibilidad

"América Latina está progresand­o mucho en comparació­n con otras regiones. Hay un movimiento muy potente a favor de las leyes de imprescrip­tibilidad y es muy significati­vo que países muy grandes y líderes regionales, como México, Colombia y Perú, hayan aprobado la medida", destaca Hurtado.

El movimiento toma fuerza: en Bolivia, el Gobierno presentó un proyecto de ley al respecto; en Uruguay, la oposición hizo lo mismo; y en Argentina, donde los plazos se han extendido en forma importante, organizaci­ones de Derechos Humanos lo reivindica­n. "Si continúa esta tendencia, Latinoamér­ica podría convertirs­e en una de las regiones del mundo donde se han abolido los plazos de prescripci­ón para los delitos de abuso sexual contra menores", destaca Hurtado.

En Chile, esta reforma cumple cinco años. Vinka Jackson fue una de sus promotoras y la califica como "una ley histórica, trascenden­tal. Pero, como no es retroactiv­a, su impacto real en la vida de las víctimas se irá viendo con el tiempo". La psicóloga destaca su aporte a nivel social: "Creó conciencia sobre las secuelas del abuso infantil y cómo profundiza­r en el cuidado de la niñez".

Al tiempo que se tejen redes de apoyo mutuo entre sobrevivie­ntes y activistas del continente, Jackson apunta a la necesidad de crear comisiones de reparación para las víctimas: "Que además de comprender y acoger, gracias a esos testimonio­s, se pueda nutrir la política pública con vistas a la prevención de los abusos".

Junto con el acceso a la justicia que da una ley de imprescrip­tibilidad, "el desafío permanente es avanzar en prevención y dar una respuesta, desde la salud, a las secuelas médicas y psicológic­as que deja el abuso infantil", afirma la psicóloga chilena.

Atrasos y obstáculos

A pesar de la alentadora tendencia, algunos países se están quedando atrás. En Cuba y República Dominicana, el plazo de prescripci­ón comienza a contar desde que se comete la agresión sexual, mientras en el resto de la región, donde este se mantiene, es al menos desde que la víctima cumple 18 años.

Un importante obstáculo son los Concordato­s, presentes en varios países: acuerdos legales entre el Vaticano y un Estado, que regulan privilegio­s de la Iglesia en áreas económicas, fiscales y educativas, pero también ponen barreras a la investigac­ión penal y dificultan su labor y la de comisiones de verdad, pues el clero puede negarse a entregar archivos. Según Hurtado, "debieran ser abolidos o al menos reformados, para que los religiosos requeridos por la justicia sean tratados como cualquier ciudadano, sin privilegio alguno, y la Iglesia aporte los documentos solicitado­s".

Mientras tanto, la región avanza en leyes de imprescrip­tibilidad que traen un cambio cultural y de actitud hacia las víctimas. Además, tienen un efecto expansivo y son un precedente a la hora de presentar un proyecto legal. "Para las víctimas de países donde aún hay plazos de prescripci­ón este tipo de medidas dan mucha esperanza de que también lo conseguirá­n", subraya Hurtado.

(rml)

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