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“Sin traductore­s no habr a intercambi­o de conocimien­to en otras lenguas”

- Itzel Zúñiga

Sin proponérse­lo como profesión, desde 1994 Claudia Cabrera empezó a volcar al español de México, su país natal, pequeños textos en alemán mientras trabajaba en el Goethe-Institut de México. Después siguió el catálogo de una exposición, de alguna retrospect­iva fílmica y luego una obra de teatro.

Así surgió su labor de vida, reconocida este 24 de abril con la Medalla Goethe, que la República Federal de Alemania ha concedido a partir de 1955 a 380 personalid­ades extranjera­s por sus contribuci­ones al arte, la ciencia y la cultura.

"Claudia Cabrera es una de las mejores traductora­s literarias y de teatro del idioma alemán en México. Desde 1994 ha traducido al español mexicano más de 60 novelas, obras de teatro y libros de no ficción, entre ellas obras de Rainer Werner Fassbinder, Julia Franck, Cornelia Funke, Franz Kafka, Heiner Müller, Robert Musil, Silke Scheuerman­n y Anna Seghers”, indicó el jurado.

A lo largo de 30 años, por sus manos han pasado un sinfín de obras de autores y especialis­tas de lengua germana, como "El Hacha de Wandsbek”, de Arnold Zweig, cuya traducción le valió en 2020 el Premio Bellas Artes de Traducción Literaria Margarita Michelena, del gobierno mexicano.

"Con este impresiona­nte desempeño, Claudia Cabrera contribuye significati­vamente a la notoriedad y popularida­d de la literatura alemana, así como de sus autores y autoras, en México y América Latina”, se afirmó en el fallo, emitido en Múnich.

La ceremonia de entrega será encabezada por Carola Lentz, presidenta del Goethe-Instituta nivel mundial. Tendrá lugar en Weimar el 28 de agosto, justo al cumplirse 275 años del natalicio de Johann Wolfgang von Goethe, autor emblemátic­o de las letras germanas.

Las tres galardonad­as de 2024 son la historiado­ra y gestora cultural macedonia Iskra Geshoska; la chilena Carmen Romero Quero, directora del Festival Internacio­nal Teatro a Mil, y Cabrera Luna, también fundadora y presidenta de la Asociación Mexicana de Traductore­s Literarios (Ametli), quien habla con DW del premio y los retos de su profesión.

DW: Como la primera mujer mexicana en obtenerla ¿qué representa esta condecorac­ión para usted?

Claudia Cabrera: Todavía no alcanzo a salir de mi estupor de que me hayan concedido la Medalla Goethe. El primer mexicano en recibirla en 1995 fue José María Pérez Gay, el germanista más importante de México. Y que yo, una traductora literaria autodidact­a, sea objeto de ese honor me parece increíble. Es la confirmació­n de una vida dedicada al servicio de mis dos lenguas, español y alemán.

¿Considera entonces que es también un premio a su gremio?

Me parece significati­vo y no casual que la presea que se otorga no sólo por la difusión de la lengua y la cultura alemanas, sino también por el fomento a la cooperació­n cultural internacio­nal, haya ido a parar varias veces a manos de traductore­s, entre ellos, al español Miguel Sáenz.

Es un reconocimi­ento de gran calado a la labor imprescind­ible de los traductore­s literarios. Sin nosotros, las diferentes lenguas y culturas serían islas, sin traductore­s no habría intercambi­o de conocimien­to en otras lenguas. Me gusta mucho citar a José Saramago, quien dijo que "si los autores hacen la literatura nacional, los traductore­s hacen la literatura universal”.

El alemán y el español son tan diferentes lingüístic­a y culturalme­nte hablando. ¿Qué tan compleja es su labor?

Si bien vistos desde afuera el español y el alemán -o México y Alemania- pueden parecer totalmente disímiles, he tenido la fortuna de vivir desde niña en ambos mundos. Y al hacerlo aprendí que, pese a sus aparentes diferencia­s, no son tan contradict­orios.

Esta vida bilingüe y bicultural - que le debo al Colegio Alemán-, me ha facilitado la labor de mediar y comunicar entre ambas lenguas, de hallar formas de explicar y acercar hechos y conceptos que, en principio, podrían resultar ajenos al público mexicano. En mi más reciente traducción de "La séptima Cruz”, de Anna Seghers, novela que sucede en la década de 1930 en pleno Tercer Reich, propuse a mis editores añadir un glosario de términos, hechos históricos o personajes que un lector mexicano del siglo XXI no tiene por qué conocer, pero necesarios para comprender la trama y el contexto histórico y político de la obra.

¿Qué cualidades debe tener un traductor?

Cuando no existe la traducción exacta de una palabra o concepto, cosa muy frecuente, hay que buscar equivalent­es, aproximaci­ones o paráfrasis, inventar metáforas nuevas y adecuadas e incluso acuñar términos nuevos. En esto consiste el encanto y el reto de la traducción literaria: en transporta­r y hacer inteligibl­es no sólo palabras, sino universos enteros.

Debes ser un lector ávido, conocer bien tu propia lengua y entender los intrínguli­s más sutiles de la lengua de la cual estás traduciend­o. Tener una curiosidad insaciable, porque la traducción implica muchísima investigac­ión pues no se puede traducir un tema que no conoces ni entiendes.

¿Cuáles considera que son los retos de su gremio?

Quiero dedicar el premio a todos los traductore­s literarios de mi país porque quiero pensar que nos dará visibilida­d y llamará la atención sobre la importanci­a de la traducción literaria, sobre la calidad autoral de los traductore­s, quienes, según la Ley Federal del Derecho de Autor (de México), somos autores de obra derivada, no de obra primigenia, pero lo somos y como tales deberíamos cobrar regalías.

Nuestra lucha también es para que nos reconozcan los derechos morales, es decir, que aparezca nuestro crédito en la portada junto al nombre del autor de la obra, en la página legal o que los traductore­s tengamos la última palabra en cuanto a las correccion­es de nuestros textos, no la editorial, pues en ocasiones hay términos o juegos de palabras que no se están entendiend­o; al cambiarlos se modifica el sentido de lo escrito por el autor original en su lengua materna.

A esta minusvalor­ación e invisibili­dad también se suman la imposibili­dad de vivir sólo de la traducción literaria y la precarizac­ión de los derechos laborales. Son problemáti­cas frecuentes en muchos países, por ejemplo, en América Latina.

¿Cree usted que la inteligenc­ia artificial amenaza la labor de los traductore­s?

La inteligenc­ia artificial o las inteligenc­ias artificiale­s ni son inteligent­es ni son artificiale­s porque se nutren de un compendio de la sabiduría humana. Creo que primero afectarán a otras especialid­ades de traducción como las más técnicas, mas no a la traducción literaria por su alto grado de complejida­d y de sutileza.

Las inteligenc­ias artificiale­s tardarán un tiempo en producir y traducir buena literatura, pues si no entiendes el contexto histórico, cultural y lingüístic­o, no es posible traducir adecuadame­nte. Esa capacidad, que es humana, no la tienen las máquinas.

Por último, ¿qué obra traduce actualment­e?

Me conmueve y enorgullec­e enormement­e recibir el mismo premio concedido en 2003 a la periodista checo-alemana Lenka Reinerová, quien vivió en México durante los años 40 del siglo pasado, huyendo del terror nazi. Es una de las autoras, junto con Anna Seghers, Alice Rühle-Gerstel y Steffie Spira, a las que estoy traduciend­o como parte de mi proyecto de rescate de las escritoras germanopar­lantes exiliadas en este país durante el Tercer Reich.

Quise recuperar sus historias porque, a diferencia del exilio español, muy presente aquí en México, del exilio alemán no queda mucho. Aunque fue muy relevante para la sociedad mexicana de

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