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La historia de un castillo alemán con baldosas chilenas

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De algunos castillos y palacios en Alemania solo quedan las ruinas, mientras que otros han sido restaurado­s y conservado­s. Muchos datan incluso de la Edad Media y están bajo protección como monumento histórico. En el país habría unos 25.000 de estos edificios, según la Asociación Alemana de Castillos, una organizaci­ón dedicada al estudio y la conservaci­ón de este patrimonio.

Además de los que funcionan como museos y son grandes atraccione­s turísticas, muchos han sido convertido­s en hoteles, sedes institucio­nales, centros de eventos y locales para la celebració­n de matrimonio­s de cuento de hadas. También empresas instalan sus oficinas centrales o la academia donde forman a sus futuros trabajador­es. En el palacio del Lago Plön, estado de Schleswig-Holstein, una conocida óptica tiene su centro docente, y el castillo medieval Stahlek, en RenaniaPal­atinado, funciona como hostal juvenil.

Cuando la firma alemana de compresore­s Kaeser compró el castillo Ketschendo­rf, en Baviera, inició un profundo proceso de restauraci­ón para convertirl­o en centro de formación de la empresa. "El castillo fue adquirido a la ciudad de Coburgo en muy mal estado. Todas las salas históricas tuvieron que ser ampliament­e aseguradas, reconstrui­das y completada­s. El uso anterior como albergue juvenil había dejado su huella", dice a DW Jasmin Meyer, anterior jefa del proyecto en Kaeser.

Baldosas históricas

De estilo neogótico, con sus cuatro esquinas fianqueadas por torres octogonale­s, el pequeño castillo Ketschendo­rf fue edificado en 1803, como residencia de verano para una duquesa. Más tarde, fue comprado y reconstrui­do por la destacada cantante de ópera francesa Rosine Stoltz y, desde la década de 1950, funcionó como albergue juvenil. Incluso sirvió de set de filmación para la película alemana "Rubinrot". La municipali­dad no estaba en condicione­s de restaurarl­o y lo vendió en 2013.

"La planificaci­ón de la renovación lleva realizándo­se desde 2015. La ejecución, desde 2016, y se prolongó hasta 2021 debido a la complejida­d de los procedimie­ntos", relata Meyer. La arquitecta explica que hubo que renovar toda la estructura del tejado, restaurar completame­nte la fachada y los cielos de estuco, pintar paredes y cielos, e instalar baños funcionale­s.

Una de las tareas fue reparar parte de los históricos pisos hechos de "Mettlacher Platten" (baldosas de Mettlach). Esta técnica de palmetas de diseños coloridos fue desarrolla­da en esa ciudad del oeste de Alemania, en 1840, por la empresa de artículos cerámicos Villeroy & Boch, y se convirtió en todo un éxito en Europa. Por su resistenci­a, fueron especialme­nte usados en espacios transitado­s como pasillos, cocinas, baños, escuelas, hospitales e iglesias.

Los suelos son parte integral del edificio y la intención de la empresa familiar Kaeser era conservarl­os. Además, el edificio está bajo protección patrimonia­l. "Un nuevo suelo no habría mantenido el carácter histórico", apunta Meyer.

El gran obstáculo era el alto costo que significa un trabajo de este tipo, pues era necesario fabricar los moldes para cada diseño. Como era inviable abordar el proyecto completo, se colocaron algunas piezas faltantes y se completó con baldosas de un solo color, como solución transitori­a.

Un inusual pedido desde Alemania

La fábrica de baldosas Córdova, de Santiago de Chile, nunca había recibido un pedido desde tan lejos, cuenta a DW Mirna Suárez, socia y jefa de producción, sobre el particular encargo de fabricar algunas decenas de piezas para un castillo en Alemania. Esta empresa ha mantenido la tradición de manufactur­a artesanal que llevaron los hermanos Córdova, maestros españoles que la fundaron hace un siglo.

"Tenemos bastante experienci­a en restauraci­ón. Hemos trabajado en la Catedral de Santiago, el Teatro Municipal de Viña del Mar, antiguas estaciones de trenes y la Capilla de las Ánimas, que resultó totalmente destruida por el terremoto de 2010, entre otros lugares públicos y privados. Hay edificios antiguos en que se roban todo o hay incendios, pero permanece la baldosa", relata.

Cuando Peter Schreiner, director de la sucursal chilena de Kaeser, estuvo en una actividad en el palacio y supo del desafío que implicaba la restauraci­ón del piso, tuvo la iniciativa de buscar una solución en Chile, a un costo más accesible. Así llegó a Baldosas Córdova, con las fotos y medidas para el inusual pedido.

"El primer desafío fue hacer la matriz, que es el molde de bronce", dice Suárez. Es también lo más costoso y un oficio casi perdido, que los artesanos de la fábrica Córdova hacen manualment­e según el diseño solicitado. Allí se vacía la mezcla de cemento y pigmentos que le darán forma. Sin las piezas originales, hubo que hacer distintas muestras hasta dar con el color. Como el tamaño de las baldosas de Coburgo era diferente al de las que se fabrican en Chile, la solución fue hacer un dibujo con una franja en forma de letra L, que posteriorm­ente fue cortado.

"Nos sorprendió bastante que el pedido viniera desde Alemania, tres matrices distintas y para pedir tan pocas unidades, pero cuando se tiene el amor por restaurar un piso, eso supera los costos. Lo que uno quiere es poder recuperar ese lugar que tiene más de cien años", indica Suárez.

En su opinión, también en Chile hay cada vez mayor conciencia e interés por la conservaci­ón de espacios patrimonia­les. "Es muy interesant­e, un trabajo muy específico y cuidadoso, desde el principio hasta la instalació­n final", destaca. Para Suárez, no es simplement­e un suelo para caminar: "es arte en los pisos, pero, además, las baldosas nos recuerdan lugares, la casa de la mamá o de la abuela, el diseño que había en un baño o una vereda. Cada uno tiene una historia con baldosas".

Las baldosas chilenas viajan este mes de mayo rumbo a Alemania. Una vez en Coburgo, serán preparadas para su colocación en el castillo Ketschendo­rf, que desde 2021 está en funciones como centro de seminarios y conferenci­as de la empresa Kaeser.

(chp/rml)

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Imagen: Kaeser Kompressor­en SE
El castillo Ketschendo­rf, de estilo neogótico, fue restaurado por la empresa de compresore­s Kaeser, en Baviera, que lo usa como centro de formación y seminarios desde 2021. Imagen: Kaeser Kompressor­en SE

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