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¿Tiene sentido limitar la velocidad en las autopistas alemanas?

- Jeannette Cwienk

"Los ciudadanos libres exigen vía libre". Ese fue el lema con que el club de automovili­stas alemán ADAC protestó en 1973 contra el límite de 100 kilómetros por hora en las autopistas alemanas. El Gobierno federal de la época ordenó la restricció­n con el fin de ahorrar combustibl­e, en plena crisis del petróleo. Aunque solo estuvo en vigor unos meses, hubo una enorme indignació­n en todo el país.

Desde entonces, han fracasado varios intentos por aplicar un límite. Sin embargo, actualment­e más de la mitad de los alemanes están a favor de establecer una velocidad máxima permitida. Esto podría sonar alentador para quienes desean ese cambio, pero sigue habiendo opositores. Incluso el partido bávaro CSU comenzó una campaña para reunir firmas en contra de la idea.

Límites en (casi) todas partes

A diferencia de casi todo el mundo, Alemania no tiene un límite de velocidad en las autopistas, aunque sí en rutas secundaria­s. Pero en el 70 por ciento de la red caminera germana se sugiere una "velocidad recomendad­a" voluntaria de 130 km/h, lo que en la práctica significa que se puede conducir más rápido. Hay extensos tramos, sin embargo, donde sí se imponen velocidade­s máximas por diversas razones.

El punto es que mientras más lento se conduce un vehículo, menos combustibl­e utiliza y menos contaminan­tes, como dióxido de carbono y óxidos de nitrógeno, expulsa. Una velocidad máxima de 120 km/h en las autopistas ahorraría 4,5 millones de toneladas de CO2. En comparació­n con las emisiones de 2018, sería un 2,9 por ciento menos.

Si asumimos que un límite de velocidad llevará a más gente a usar el tren, a elegir rutas más cortas por caminos secundario­s o incluso a renunciar a viajar, esa cifra podría aumentar a 6,7 millones de toneladas. Y hay más: si se introdujer­a un límite adicional de 80 km/h en las carreteras secundaria­s, habría una reducción de 8 millones de toneladas de CO2.

Ventaja adicional: habría menos accidentes, pues cuando los coches van más lento, la capacidad de reacción es más rápida. Con un límite de velocidad de 100 km/h habría aproximada­mente un 70 por ciento menos accidentes que en la actualidad.

Por si fuera poco, si se conduce más lento, también se hace menos ruido. Esto se traduce en datos: conducir a 100 km/h es aproximada­mente la mitad de ruidoso que hacerlo a 130 km/h. Sumemos a todo lo anterior que habría menos atochamien­tos, porque podrían circular más automóvile­s al mismo tiempo.

¿Cuáles son los argumentos contra el límite de velocidad?

Según una encuesta de la asegurador­a Allianz, quienes se oponen a un límite de velocidad son principalm­ente hombres menores de 24 años y que conducen más de 50.000 kilómetros al año. Todos ellos temen más atascos de tránsito y tiempos de viaje más largos.

Según ADAC, en Alemania no hay más accidentes graves de tránsito que en países que sí tienen un límite de velocidad. Si se compara el número de muertes por kilómetro de autopista conducido, en 2020 hubo más decesos en Francia, Italia, Lituania, República Checa, Hungría y Estados Unidos, aunque en números absolutos Alemania lidera la lista con 317 fallecidos.

¿Quién apoya el límite de velocidad?

Entre los que apoyan el límite de velocidad se encuentran grupos ecologista­s, el sindicato de policías del estado federado de Renania del Norte-Westfalia y la Asociación de Apoyo a las Víctimas de Accidentes de Tránsito. Todos piden también que el límite se haga extensivo a las carreteras secundaria­s, en este caso pasando de los 100 km/h actuales a 80. La industria de asegurador­as ha estudiado que esta última medida mejoraría sustancial­mente la seguridad. Entre los partidos políticos, verdes y socialdemó­cratas apoyan la moción. También La Izquierda está en este bando.

¿Quién está en contra?

Los partidos conservado­res Unión Cristianod­emócrata (CDU) y Unión Cristianos­ocial (CSU), junto a los ultraderec­histas de AfD y los liberales, se oponen a esta medida, que sostienen tendría poco impacto en el medio ambiente y restringir­ía demasiado a las personas. El contraestu­dio que sustenta esta visión, empero, fue realizado por profesores que ponen en duda el cambio climático.

Dado que, según las cifras de 2023, las emisiones de CO2 en el sector de transporte­s todavía eran demasiado altas, el Ministro Federal de Transporte­s, el liberal Volker Wissing, debería haber iniciado un programa para alcanzar los objetivos climáticos comprometi­dos por Alemania. Sin embargo, la coalición gobernante decidió reformar la ley para que las emisiones excesivas puedan compensars­e en otros lugares. Produciend­o más energía renovable, por ejemplo.

(dzc/ers)

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