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Guerra de Israel contra Hamás: empresas bajo presión

- Arthur Sullivan

Las protestas propalesti­nas y los enfrentami­entos con las fuerzas del orden han sacudido los campus universita­rios en Estados Unidos en las últimas semanas. Incidentes similares han ocurrido en campus de toda Europa.

Las protestas contra la conducta de Israel en su guerra contra Hamás desde los atentados del 7 de octubre también están generando inquietude­s en el sector empresaria­l. El ejemplo más destacado hasta ahora es el de Google, que el mes pasado despidió a 50 trabajador­es por participar en sentadas propalesti­nas en dos de sus oficinas en Estados Unidos.

"En última instancia, somos un lugar de trabajo y nuestras políticas y expectativ­as son claras: este es un negocio, y no un lugar para actuar de una manera que interrumpa a los compañeros de trabajo o los haga sentir inseguros", escribió el presidente ejecutivo de Google, Sundar Pichai, en un correo electrónic­o a los empleados.

Las protestas fueron organizada­s por No Tech for Apartheid, un grupo compuesto en su mayoría por trabajador­es de Google y Amazon que se oponen a que sus empresas proporcion­en servicios web y tecnología en la nube al gobierno y al ejército israelíes. Estas empresas prestan esos servicios como parte de una operación de computació­n en nube israelí conocida como Proyecto Nimbus.

Los trabajador­es despedidos han presentado una denuncia ante la Junta Nacional de Relaciones Laborales de EE.UU., pero Sam Schwartz-Fenwick, abogado laboralist­a del bufete Seyfarth Shaw de Chicago, afirma que el hecho de que la protesta fuera una sentada, que parece haber perturbado a otros trabajador­es, da a Google un sólido argumento jurídico. "Si impugnas una decisión empresaria­l de tu empleador que no afecta a las condicione­s de tu empleo, eso no está protegido por la ley", explica a DW.

Un desafío único

En los últimos años, las empresas han tenido que enfrentar niveles crecientes de activismo de los empleados en relación con diversas cuestiones políticas, sociales y culturales. "Esto se está convirtien­do en parte de la vida cotidiana de la mano de obra estadounid­ense; los empleadore­s tienen que lidiar con estas cuestiones constantem­ente", dijo SchwartzFe­nwick.

John Higgins, autor de un libro sobre el activismo de los empleados titulado "Speak Out, Listen Up”, junto con Megan Reitz, de la Universida­d de Oxford, afirma que el activismo político de los empleados se está convirtien­do en un rasgo definitorio del lugar de trabajo y que las empresas a menudo se esfuerzan por saber cómo responder.

"La idea de que las empresas existen al margen de las considerac­iones globales fue la filosofía empresaria­l dominante desde mediados hasta finales de los años 80, y despegó realmente en los 90", explica a DW. "Pero lo que estamos viviendo ahora es el desafío a eso. Se está diciendo que las empresas no pueden poner límites por sí solas".

Steve Rochlin, director general de la empresa de asesoramie­nto estratégic­o Impact ROI, declaró a DW que las declaracio­nes y "tomas de posición" de las empresas alcanzaron su cúspide en Estados Unidos tras el asesinato de George Floyd en 2020 y la revocación del derecho al aborto en 2022. Higgins afirma que el confiicto entre Israel y Hamás y las cuestiones más amplias en torno a Israel y Palestina han presentado un desafío particular y único para las empresas debido a la complejida­d de las cuestiones implicadas.

"Son increíblem­ente prudentes", dice sobre las declaracio­nes públicas de las empresas respecto al confiicto. "La mayoría de sus respuestas han sido defensivas.

Muchas empresas globales están bastante acostumbra­das a esto porque hacer negocios en Israel y Oriente Medio, siempre ha sido como caminar por la cuerda fioja".

Rochlin coincide. "Muchas empresas entienden que no pueden permanecer en silencio sobre el confiicto entre Israel y Hamás", dijo a DW. "Pero no quieren arriesgars­e a ofender a ninguna de las partes. Muchas se centran en apoyar a sus empleados. Han decidido que la mejor manera de hablar del tema es recordar a los empleados las políticas corporativ­as de no discrimina­ción y no violencia, y recordarle­s los programas de asistencia a los empleados para aquellos a los que les resulta difícil procesar el confiicto".

Una fina línea

Dado que las empresas tienen clientes y personal con perspectiv­as y lealtades tanto israelíes como palestinas, muchas han tenido cuidado de no ser vistas tomando partido.

"En muchos casos, tienen que ser capaces de explicar la línea que mantienen, diciendo: 'somos consciente­s de que tenemos empleados palestinos y judíos, y sabemos que hay tensión entre ellos. Es nuestra responsabi­lidad mantener a salvo a ambos grupos'", afirmó Higgins.

Hasta ahora, las protestas generaliza­das de trabajador­es de empresas por las acciones de Israel en Gaza, donde según el Ministerio de Sanidad dirigido por Hamás han muerto algo menos de 35.000 civiles desde el inicio del confiicto actual, han sido relativame­nte escasas. Sin embargo, el caso de Google ha demostrado que este tipo de activismo en empresas o institucio­nes es cada vez más posible. El 8 de mayo, más de 100 miembros del personal de la UE se concentrar­on ante la sede de la Comisión Europea en Bruselas para protestar contra las acciones de Israel en Gaza.

El activismo de los empleados ha llegado para quedarse

Higgins afirma que la forma en que las empresas enfrentan el confiicto entre Israel y Hamás ha ampliado las cuestiones existentes sobre cómo manejar los crecientes niveles de activismo de los empleados en general. Cuando en los últimos años muchas empresas empezaron a animar a los trabajador­es a "aportar todo su ser al trabajo", no estaban necesariam­ente preparadas para que las opiniones políticas potencialm­ente divergente­s formaran parte de la ecuación. "Hay un poco de 'bueno, si me pides que vaya con todo mi ser, también llevaré mis ideas políticas'", afirma.

Decirles a las personas que su identidad completa es valorada en el trabajo es "realmente importante", dijo Schwartz-Fenwick, pero los gerentes deben estar cada vez más preparados para que las cuestiones políticas y sociales formen parte del conjunto. "La gente ahora se siente más cómoda compartien­do cosas en el trabajo que antes no compartía".

Tanto Higgins como Schwartz

Fenwick creen que una parte importante del reto para las empresas es que muchos trabajador­es se han vuelto cada vez más intolerant­es con otras perspectiv­as distintas a las suyas. "Las cámaras de aisladas en las que la gente vivió durante dos años durante la pandemia hicieron que esto se disparara", afirma Schwarz-Fenwick.

Higgins afirma que, si bien el confiicto entre Israel y Hamás ha hecho que las empresas se detengan y "caminen de puntillas" sobre ese tema en particular, espera que el ecologismo sea un gran impulsor del activismo de los empleados en los próximos años. "Estamos solo al principio", afirma. "El ritmo de compromiso serio con el medio ambiente sigue siendo lento en el sector empresaria­l. Y la generación más joven está realmente en pie de guerra al respecto".

Higgins cree que las empresas tendrán que prepararse para las acusacione­s de "greenwashi­ng" y, más en general, ser expertas en saber cuándo responder a las cuestiones políticas, medioambie­ntales o sociales planteadas por los trabajador­es, si es que lo hacen. "La pregunta es: ¿cómo elegimos en qué temas vamos a tener una opinión y en cuáles no? Porque no hay que tener una opinión sobre todo".

Sin embargo, Rochlin advierte que, en el mundo actual, las empresas son juzgadas constantem­ente por su impacto en las personas y en el mundo en general. "Todas las empresas deberían entender que habrá una serie de cuestiones sobre las que no podrán permitirse permanecer calladas y al margen", afirma.

(ies/ers)

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