Diario Huarpe

Una vida dedicada a apagar incendios

▲ Agustín Moya hace 15 años que es bombero voluntario en San Juan. Hoy en día es quien comanda el cuartel de Pocito. “Amo hacer esto”, dice.

- POR FACUNDO MERENDA FMERENDA@DIARIOHUAR­PE.COM

Agustín Moya tiene 39 años. Hace 15 que es bombero voluntario, una profesión que eligió cuando decidió ayudar a los sanjuanino­s en el 2005. En esa época ingresó al cuartel de Chimbas, aunque dice que cuando fue a la primera prueba no le terminó de convencer. Con 25 años debía pasar demasiado tiempo fuera de su casa, esa situación lo alejaba de su familia y su otra pasión: la fotografía.

De chico Agustín se crió en la casa de sus bisabuelos, en calle Caseros y Pedro Echagüe, en Capital. Él no se acuerda de las condicione­s edilicias de aquella vivienda, pero en su memoria está guardado el sonido de las sirenas de los camiones de bomberos que en las fiestas de fin de año comenzaban a sonar en el cuartel central que quedaba a dos cuadras de donde vivía.

Su vida tuvo varios focos de incendio, que por medio de la rutina y la experienci­a fue sobrelleva­ndo. Su padre lo abandonó y creció junto a su mamá. La relación con ella fue un tanto distante: su infancia careció de besos y abrazos.

“No me marcó ser hijo de madre soltera. Ella me enseñó a hacer el bien. Quizás tuve un par de zapatillas, pero nunca un abrazo o una palabra de aliento”, cuenta a DIARIO HUARPE. Agustín no supo nada más de su padre biológico, lo único que se enteró es que hace algunos años falleció. Al poco tiempo de la separación, su mamá conoció a otro hombre y fue el que le dio el apellido. -¿Querés llevar mi apellido?, le preguntó.

-¡ Sí!, le respondió Agustín y desde ese día comenzó a ser Moya.

A los 13 años la pareja dejó de funcionar y ese hombre que ofició de padre sustituto se fue de la casa. Como era chileno regresó a su país y jamás volvieron a tener contacto con él.

Desde ese momento Agustín asumió el papel de líder en su casa. Cuidó a su hermana y trataba de que no tocara los enchufes ni girara las hornallas de la cocina. Siempre le tuvo respeto al fuego o a los cortocircu­itos. Señala que su misión era la de “protector” y “precavido”.

Tras de haber estado 5 años trabajando en Chimbas, en el 2010 se mudó a Pocito, donde el 13 de septiembre fundó el Cuartel de

Bomberos Voluntario­s. Sus inicios como líder fueron rudimentar­ios, pero con mucho esfuerzo. Usó su camioneta F-100 que tenía cargada de arena y una pala para salir a sofocar incendios. Con el tiempo sumó su auto, un Chevrolet Corsa.

“Un montón de veces pensé en tirar los guantes. No tenía para pagar un sellado o una cuenta del banco, pero seguí porque amo hacer esto”, cuenta.

En el 2018 el cuartel comenzó a operar. Durante todo ese tiempo había realizado trámites administra­tivos para lograr tener la personería jurídica. Con ella le llegó un subsidio de Nación que le sirvió para comprar trajes especiales para equipar a los trabajador­es.

“El subsidio no te alcanza nada. Un equipo promedio para un bombero cuesta $100.000”, comenta. Actualment­e en Pocito trabajan 26 bomberos voluntario­s y hay 10 aspirantes queriendo entrar. Habitualme­nte ingresan todos los 2 de junio, pero la pandemia postergó esta

“Un montón de veces pensé en tirar los guantes. No tenía para pagar un sellado o una cuenta del banco, pero seguí porque amo hacer esto.

Agustín Moya, bombero sanjuanino. “

fecha. Agustín cuenta que con la cuarentena por el coronaviru­s, muchas personas se acercaron hasta el cuartel a ofrecer sus servicios. En octubre del año pasado creó la Escuela de Cadete, donde se capacitan chicos de 8 a 17 años. En la provincia hay 3 escuelas: Pocito, Chimbas y Santa Lucía. A la de Agustín asisten casi 70 jóvenes. El bombero dice que no hace distinción entre los incendios que sofocó. Para él todos tuvieron la misma intensidad, aunque recuerda cuando se quemó la mueblería San Cayetano en agosto del 2013 en calle España y Agustín Gómez. El fuego alcanzó a 4 casas de la zona. Él fue el encargado de barrer el suelo y apagar el fuego que consumió todo dentro de ese local.

“Siempre fue un trabajo arduo para que la sociedad entienda que la misión del voluntario es por vocación. Lo hacemos porque nos gusta ayudar. Cuesta que la gente comprenda que no tenemos otra misión ni económica, ni personal”, cuenta. Agustín y sus compañeros no cobran un sueldo. Para subsistir realizan rifas y sorteos que le sirven para juntar fondos y poder mantenerse ellos, además de comprar más elementos para el cuartel.

Hoy él superó todo lo que fue su pasado, al margen de ser el líder del cuartel también logró ser el héroe para sus dos hijos: Ana Agostina y Alejo Nahuel. También mejoró la relación con su madre, si bien siguen siendo escasos los abrazos, en las reuniones familiares la mujer dice: “Soy la madre del subcomanda­nte”.

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▲ Agustín Moya siempre se interesó por el trabajo de bomberos hasta que finalmente se terminó convirtien­do en uno.
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▲ El cuartel de Bomberos de Pocito que comanda Moya.

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