Diario Huarpe

Con una bandera avisa que ya está lista la merienda para que los chicos la retiren

Son 80 chicos los que se alimentan gracias a un comedor y merendero.

- POR ELIANA RUIZ ERUIZ@DIARIOHUAR­PE.COM

“Copa de leche, Corazones Contentos”, dice una bandera naranja colgada en la puerta de una de las casas del Valle Grande, en Rawson. Cuando cuelgan esa bandera, es la señal que les avisa a los niños del barrio de las 1.000 casas que ya pueden ir a buscar la merienda o la cena.

Suelen colgarla cerca de las 15.30, no pasan ni 5 minutos y los chicos ya empiezan a llegar para buscar el arroz con leche, los alfajores y las galletas que serán la merienda del lunes.

El paño tiene letras que están pintadas de un verde similar al del pasto y alrededor de ellas hay 4 corazones blancos. Arriba tiene una guarda tejida a crochet con lana gris. Los colores resaltan desde lejos y algunos vecinos con sólo asomarse desde sus casas pueden captar el aviso de Cristina Maureira, de 44 años, la creadora del comedor y de la idea de usar la bandera como señal de que la comida está lista.

-Hola seño, ya llegamos –dijeron al unísono a las 15.40 los hermanos Agüero (Ramiro, de 9 años, Ángeles, de 8 y las mellizas Sol y Maia, de 6). - Hola mis niños, vengan, vayan haciendo fila que ya les damos el arrozconle­che – les dice Cristina con una sonrisa en la cara.

La mujer abrió el comedor en septiembre del 2018 porque asegura que “siempre quiso ayudar a los más necesitado­s”. Trabaja en una cooperativ­a del municipio que se encarga de la limpieza de plazas de la zona. Se define como una “mamá soltera”. No le sobra el dinero, pero recibe una ayuda de Desarrollo Humano de Rawson que le permite seguir su sueño.

Empezó cocinando para 8 niños del barrio junto a sus hijas Camila, de 20 años, y Martina, de 17. Los vecinos fueron corriendo la voz y actualment­e son 80 los chicos a los que les dan la merienda y la cena los lunes y los sábados. También se sumaron conocidas para ayudar en la cocina: Teresa Olivares, Andrea Olivares y Flavia Quiroga.

Esos 2 días a la semana su casa se transforma, se llena de chicos de entre 3 y 16 años que se turnan para sentarse en tachos y tomar la leche con cereales o panificaci­ón casera. Después llega la hora del baile. Martina saca el parlante y se convierte en profesora de zumba. El cuarteto y el reggeaton es lo que más baila y todos la siguen.

PANDEMIA

El coronaviru­s cambió la vida de todos, y la del merendero no fue la excepción. Ahora sólo van a retirar la merienda y la cena y comen en sus casas.

- Extrañomuc­hoveniracá – dice Mía Herrera. La niña tiene 10 años y hace unos días lloró cuando vio a su “seño” porque quería volver a jugar y divertirse en esa casa del área 7 del barrio. “Muchosmepr­eguntanqué­sacoyo con esto, pero es lo que me gusta hacer y lo voy a seguir haciendo comosea,yoamisniño­snolosdejo pornada”, dice Cristina con una sonrisa que le achina sus ojos marrones como las avellanas.

Tras colgar la bandera, en menos de media hora llegaron alrededor de 20 niños. La mayoría llevaba bolsas de tela vegetal al hombro. Ahí tenían tazas u ollas para recibir la leche. Otros iban directamen­te con la jarra de 2 litros en la mano.

- Gracias por venir mis niños. Acuérdense,¿quépasahoy­alas19? –les pregunta Cristina.

-¡ La cena! –gritaron y salieron del merendero.

A las 17 en Corazones Contentos sólo quedaban las voluntaria­s. Una de ellas, Andrea, empezó a hacer las torrejas de acelga que iban a servir para la cena. “Beso a beso, me enamoré de ti”, se escuchaba de fondo mientras freía la preparació­n en aceite.

Ella se encarga principalm­ente de la cocina. A la casa de Cristina llega a las 14 y se va a las 20. A veces lleva a su hija de 7 años porque no tiene quien la cuide. Otras, la deja con su

Muchos me preguntan qué saco yo con esto, pero es lo que me gusta hacer y lo voy a seguir haciendo como sea, yo a mis niños no los dejo por nada

Cristina Maureira, merendero Corazones “Contentos.

esposo. Se enteró de esta movida solidaria por los vecinos y no dudó en sumarse. Actualment­e están cocinando con las donaciones que les llevan. Hay días en los que no les alcanzan así que entre todas ponen unos billetes con los que compran carne molida o alitas de pollo. “Eso es barato y alimenta mucho a los chicos”, cuenta Cristina.

En unos meses quieren empezar a hacer las comidas con las verduras que cosechen de la huerta que hicieron en el fondo del merendero. En marzo de este año plantaron arvejas, remolachas, acelgas, lechugas, zanahorias, rabanitos, cebollas y zapallo. Lo hicieron en un espacio de 4x4, ya que siguieron las recomendac­iones que les dieron unos profesiona­les del Instituto Nacional de Tecnología

Agropecuar­ia. “Estamos ansiosos por ver los resultados”, admite la mujer.

Los sueños de Cristina no terminan ahí. También quiere hacer un salón en la parte que está entre su casa y el pasillo que va hacia el fondo para que los niños puedan comer bajo techo. “Estoy segura de que algún momento lo vamos a tener, lo necesitamo­s para que mis niños no pasen

frío”, dice y entra a su casa a seguir cocinando porque tienen que tener la cena lista a las 19.

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▲ La cocina comedor es donde se produce todo, ya que allí preparan las comidas y organizan para entregárse­la a los chicos.
 ??  ?? ▲ La bandera del merendero que sirve de llamador para los chicos.
▲ La bandera del merendero que sirve de llamador para los chicos.
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▲ Uno de los niños asistentes junto a una voluntaria.

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