Diario Huarpe

Amor a las flores

Con el objetivo de incluir diseño en los arreglos y salir del arte funerario, proponen otra visión sobre las flores.

- FEDERICO RODRÍGUEZ Por frodriguez@diariohuar­pe.com

Luisina Facchin e Isabel Rostagno encararon un proyecto de florería. “Si quería regalar una flor tenía que ir al cementerio y eso ya te bajonea”, cuenta Luisina.

Luisina Facchin e Isabel Rostagno abrieron en 2018 La Floristerí­a, una florería que como objetivo quería unir el arte floral con el diseño. En palabras es fácil, una forma de emprender más, pero ahora ubiquemos la florería en una provincia desértica, en el medio de un valle, rodeado de montañas y en el que las flores son para los muertos. Aquí, en San Juan, ambas apostaron por lo que no había. En la actualidad tienen un taller con una vidriera que da a la calle, quienes pasan quedan atrapados por el hechizo de las flores. “Trabajamos con algo que es bello de origen”, dice Luisina. Además apuestan a que el espacio sea un punto de colaboraci­ón con otros artistas.

Un campo virgen

Cada jueves llega un camión frigorífic­o con las flores. Ellas lo reciben y comienzan a trabajar en el taller. Los trabajos van de arreglos florales a piezas de arte, siempre con flores naturales.

“Esto empezó más por curiosidad que por otra cosa” comenta Luisina. Y se sostuvo y siguió por proponer algo diferente. “Es que en San Juan no encontraba este tipo de propuestas, si quería regalar una flor tenía que ir al cementerio y eso ya te bajonea el ánimo de entrada”, agrega. Es por eso que desde la fundación de La Floristerí­a se plantaron en que no iban a hacer arte funerario.

En esta historia no hay un linaje heredado una historia de amor increíble que termina como una película y una florería en el medio del desierto, como un cuento del realismo mágico, no, pero sí mucha curiosidad y un recuerdo. “No venimos de una familia de floristas, ni tampoco creo que hubo un momento específico en el que me enamoré de las flores. Pero si me acuerdo de mi abuela, del detalle y de cómo con una flor marcaba la diferencia, como con algo tan chico creaba otro ambiente”, afirmó. Una vez puesta manos a la obra, entre bouquets y ramos, ya llevan cuatro años en pie, dos de ellos con una pandemia. La florista es consciente de que la “competenci­a” está formada por negocios familiares que se han sostenido por tres generacion­es. Sin embargo su apuesta por el diseño siente que marca la diferencia. “Falta mucho, pero la devolución que viene de los clientes y de la gente que entra para ver de qué se trata es inmensa. Cuando gusta la propuesta, cuando es diferente, la gente acompaña”, cerró.

Un punto de encuentro

En marzo del 2021 realizó una convocator­ia en la que combinó el trabajo de la florería con el de otros artistas. Uno de los pasos para empezar a tejer esa red comunitari­a con otras disciplina­s como la escultura o la pintura.

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El negocio de ambas apuesta a otra forma de ver las flores.
▲ El negocio de ambas apuesta a otra forma de ver las flores.

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