La maldad sin objetivo es la mayor maldad
EEscritor l ataque pretendía ser una acción preventiva destinada a evitar la intervención de la Flota del Pacífico de los Estados Unidos en las acciones militares que el Imperio del Japón estaba planeando realizar en el Sureste Asiático contra las posesiones ultramarinas del Reino Unido, Francia, Países Bajos y Estados Unidos. Si fue tremendo el ataque y su saldo en vidas humanas y tal vez, peor aún la respuesta.
En sólo un minuto se aniquiló Hiroshima, una ciudad japonesa de 340.000 habitantes de una manera que no tiene precedentes en la historia. La bomba, de acuerdo al plan establecido, estalló en el aire, a 600 metros de altura.
El número total de víctimas iniciales, entre muertos y heridos, se calculó en 320.000, es decir más del 90% de la población.
Luego de la tremenda explosión, fue tan intenso el calor de irradiación que produjo, 300.000º C. (el agua hierve a 100º C.), que un año después las sombras de numerosos japoneses, se veían en los pavimentos de las calles o en las ruinas de los muros.
Minutos antes del ataque a Hiroshima un funcionario de la Oficina Central de Comunicaciones, escuchaba casualmente en Tokio, la capital de Japón, una emisión radial desde Hiroshima, distante 300 kilómetros.
El funcionario advirtió, sin poder suponer el motivo, que la citada estación radial dejaba de transmitir. Llamó entonces por larga distancia desde Tokio a Hiroshima y no obtuvo respuesta. Decidió comunicarse por telégrafo. En vano.
Eran ya las 9 de la mañana –habían transcurrido 45 minutos del ataque- cuando el funcionario japonés, realmente alarmado, ordenó que un avión saliese para Hiroshima a fin de investigar sobre el terreno las causas de la anomalía.
El piloto encargado de esa tarea fue un comandante de la aviación japonesa que residía precisamente en Hiroshima con su familia.
Al acercarse ya a su ciudad, demoró pocos minutos en llegar, observó una inmensa nube en forma de hongo.
Creyó estar soñando... El aviador japonés aún no lo sabía, había perdido ese día a su esposa y a sus 3 hijos. Se suicidó una semana después, incapaz de comprender. Dejó escrita su impresión en ese momento.
Decía que su ciudad, que él había dejado, sólo dos horas antes, era sólo un vasto montón de escombros.
Relataba que sólo alaridos salían de su propia garganta y que no podía recordar como volvió a tomar su avión para huir de esa tierra maldita.
Hicieron falta cinco años para que Hiroshima, destruida en aquella lejana mañana del 6 de agosto de 1945, comenzara a renacer. Hoy, esta es una moderna y hermosa ciudad, donde la gente otra vez ama, trabaja y sueña. Citaré un poema, alusivo: “¡Cómo envidio tu fragancia! Dijo el pájaro a la flor. -”¡Pero yo envidio tu vuelo!” gentil, la flor contestó. Y el hombre con su arrogancia. Falto de aroma y color, sin poder dejar el suelo flor y pájaro mató.