Se necesitan ideas nuevas para salir de este laberinto
Licenciado en Administración de Empresas
En tiempos de oscuridad económica donde se debate la suba de impuestos y el déficit fiscal o, dicho de otra manera, como cerrar un presupuesto sin déficit, necesitamos ideas nuevas para salir del laberinto en que nos encontramos.
El propio presidente Macri mencionó la voracidad fiscal que afecta directamente a la actividad económica.
¿ Y si cambiamos los paradigmas? ¿ Y si en lugar de subir impuestos para bajar el déficit el estado se compromete a mantenerlos o bajarlos en la medida que aumente la recaudación?
Durante décadas hemos venido repitiendo la secuencia de subir los impuestos para bajar el déficit, lo que genera un descenso de la actividad y, por ende, de la recaudación. Esta sinergia finalmente hace aumentar el déficit que se quería disminuir. Por esto debemos pensar nuevas estrategias.
La tremenda presión impositiva del esquema actual impide nuevos negocios y ralentiza la llegada de inversiones. Para revertir esta situación debemos contemplar un presupuesto base cero donde le decimos al ciudadano cuanto es el costo total del Estado y los servicios en contraprestación.
En función de esto, cobrar los impuestos que le permitan cerrar los números en cero. A partir de ese momento todo el excedente permitirá reducir impuestos en la misma proporción generando una situación en la que la baja de impuestos provocaría mayor actividad e inversión y, de esta forma, mayor recaudación dejando atrás un círculo vicioso para dar lugar a un círculo virtuoso.
Las ventajas serían muchas: por ejemplo, el ciudadano podría conocer a priori que necesita el Estado para ejercer su función. Al mismo tiempo este ciudadano estaría más predispuesto a pagar impuestos y a pedir factura ya que esto redunda en su propio beneficio.
Este paradigma se puede trasladar a otros ámbitos. Por citar solo uno el costo laboral, actualmente una máquina de impedir generar nuevos empleos.
También sería sumamente beneficioso que el Poder Ejecutivo presentara un presupuesto de cuatro años con revisiones anuales que daría la previsibilidad que estamos esperando y obligaría al gobierno a presentar un proyecto integral y de largo plazo con un plan completo que cubra todo su mandato.
De este modo pondríamos freno al apetito fiscal obligando al Estado a devolver a los ciudadanos un “premio” por buen cumplimiento en lugar de elevar constantemente el gasto.