Con la inflación en 48%, la apreciación del peso aún no es suficiente para que el BCRA deje el “gradualismo”
La caída del dólar y el riesgo país, sumado a la mejora del mercado bursátil, alentó en los últimos días una serie de especulaciones sobre la posibilidad de acelerar la reducción de las tasas de interés, cuyo elevado nivel complican el acceso al crédito y suponen un ancla para el despegue de la actividad.
Sin embargo, el presidente del Banco Central, Guido Sandleris, parece seguir en esa materia la máxima del “gradualismo” que su principal impulsor en el cargo, el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, marcó como eje de la política económica.
Si bien la autoridad monetaria cambió en el ínterin dos veces de titular, está aún muy presente el reflejo de la crisis que derivó del denominado 28 D, cuando a fines de 2017 se establecieron nuevas metas inflacionarias y se resolvió una baja de tasas que no respondían a las expectativas del mercado.
Evitar que una suba del tipo de cambio atice la inflación es la prioridad para una gestión que mañana verá reflejado en el IPC un incremento cercano al 48% en 2018, la mayor alza registrada en 27 años que deberá reducir a la mitad en 12 meses, con los incrementos de tarifas incluidos. Así, por el momento, la cautela se impone a las necesidades que expresan los sectores productivos. Por ello, la tasa aún se desliza suavemente hacia abajo, pese a que el propio BCRA debió salir a comprar divisas para frenar el descenso de la paridad.
Ese retroceso despertó advertencias de algunos economistas sobre el impacto que podría tener un atraso del tipo de cambio en el sector exportador. Sin embargo, en lo que va de enero, la cotización del dólar cayó en la Argentina apenas la mitad de lo que lo hizo en países como Brasil, lo que aleja el riesgo de una pérdida de competitividad cambiaria.
Lo cierto es que mientras el dólar baja, la inflación solo se ralentiza este mes y las tasas ceden lentamente. Es apenas una leve brisa de verano para una economía que necesita aire fresco.