El Cronista

Estancia La Violeta pone en lo alto al polo del interior

Federico Gadea y Diana Hunt crían caballos en Entre Ríos y forman parte de la Ruta del Polo nacional con su propuesta deportiva, pedagógica y turística en Chajarí

- Ezequiel Brahim

Relajarse, compartir, pasear y de paso, aprender a jugar al polo. En Estancia La Violeta se crían caballos de polo, se dan clases a principian­tes, se juegan torneos de la Asociación Argentina de Polo (AAP), se vive del deporte, pero es distinto al que sale en la televisión. “Acá se vive el polo del interior que es distinto al de Palermo”, advierte Federico Gadea, dueño de la estancia, y explica: “Es más relajado, más social, no tan competitiv­o, es un estilo de vida que junta el caballo con las amistades y el campo. Al turismo le termina atrayendo más lo social incluso que el polo”.

A 25 kilómetros de Chajarí (Entre Ríos) y a menos de 500 de la Ciudad de Buenos Aires, la estancia La Violeta se construyó a fines del siglo XIX y hoy es un enclave fuerte del “polo del interior”, define Gadea.

Hace menos de dos décadas, Gadea y su esposa Diana Hunt empezaron a criar caballos de polo. Cada vez fueron adquiriend­o mejores yeguas, aprendiend­o los secretos de criar campeones, un paso natural fue empezar a organizar partidos de práctica, luego por lo porotos, más tarde pequeños torneos. “Nuestro mismo entorno nos fue empujando a hacerlo más profesiona­l”, reconoce Hunt.

“Empezamos con el turismo de polo en 2005”, recuerda Gadea “hay mucho por crecer en el país en la combinació­n de nuestro deporte y el turismo. A su vez estamos muy apoyados por la AAP, nosotros somos parte de la Ruta del Polo”, cuenta con orgullo en referencia a un proyecto de turístico deportivo impulsado por la Asociación. La estancia no solo ofrece montar y taquear, tiene un arroyo propio donde pescar, hay salidas de avistamien­to de aves, de ciclismo o caminatas, también se puede participar de tareas rurales no solo con los caballos, sino también con vacas y ovejas. “Esto es autentico, no está armado para el turismo”, reconoce Gadea, ofrecen a sus visitantes sumergirse en la vida de campo. “Pueden no solo taquear y jugar”, se entusiasma “sino también ver como criamos los caballos, en definitiva: entran en la cocina del polo”.

Aunque la oferta es muy amplia y se amolda a cada interés, y cada nivel atlético y deportivo. “Pensá que viene gente que jamás se subió a un caballo y otros que taquean desde chicos”, explica Gadea. Por eso ofrecen desde una clase, que dura una hora, y tiene un costo de u$s 50. “Incluye todo menos las botas”, detalla Gadea “porque es muy personal, pero bueno, si no tiene le prestamos un par”. Hasta un “polo week”, una semana de polo all inclusive, con estadía, comidas y el aprendizaj­e del deporte, desde subirte por primera vez al caballo, hasta manejarlo y terminar con dos o tres clases de taqueo. “Es lo ideal para el que quiere empezar en el deporte”, afirma Gadea “con eso ya puede tener una idea de si realmente le gusta el polo”. La “polo week” tiene un valor de u$s 1500.

Dispone de dos canchas de polo, dos zonas de taqueo, 50 caballos, hospedaje para 16 personas, y hasta un entrenador de polo que vive en la estancia. Está lo suficiente más al norte de la provincia de Buenos Aires como para tener un clima más cálido, que permite que el césped esté verde más tiempo, pero no está tan al norte como para sufrir el calor extremo que agobie a los caballos, y a los jinetes. ●

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