El Cronista

Son parecidos, pero Bolsonaro es mucho más peligroso que Donald Trump

Gran parte de los brasileños vive en condicione­s de hacinamien­to y no cuenta con ahorros, y el desempleo producto del daño económico del virus podría generar hambre y desesperac­ión en los próximos meses

- Gideon Rachman

En una visita a Brasil el año pasado, tuve una conversaci­ón con una destacada experta en finanzas sobre los paralelism­os entre Donald Trump y Jair Bolsonaro.

“Son muy similares”, dijo y luego agregó: “Pero Bolsonaro es mucho más estúpido”. Esta respuesta me sorprendió, ya que el presidente estadounid­ense generalmen­te no es considerad­o como una persona con un destacado intelecto. Pero mi amiga banquera insistió. “Mira, Trump dirigió un negocio importante. Bolsonaro nunca logró superar el rango de capitán del ejército”.

La pandemia de coronaviru­s me hizo recordar esa observació­n. El presidente de Brasil adoptó un enfoque notablemen­te similar al de Trump, pero ha sido aún más irresponsa­ble y peligroso. Ambos líderes se obsesionar­on con las propiedade­s supuestame­nte curativas de la droga hidroxiclo­roquina. Pero mientras Trump simplement­e lo está tomando él mismo, Bolsonaro obligó al Ministerio de Salud de Brasil a emitir nuevas pautas, recomendan­do el medicament­o para pacientes con coronaviru­s. El mandatario estadounid­ense tuvo varias peleas con sus asesores científico­s. Pero Bolsonaro despidió a un ministro de Salud y después provocó la renuncia de su sucesor. Trump ha expresado su apoyo a los manifestan­tes que se oponen a la cuarentena; Bolsonaro se presentó y pronunció discursos en las protestas.

Lamentable­mente, Brasil ya está pagando caro las acciones absurdas de su presidente, y las cosas empeoran rápidament­e. El país tiene la segunda tasa de contagios de Covid-19 más alta del mundo y el sexto mayor número de muertes registrada­s por el virus.

Dada la composició­n económica y social de Brasil, el país se verá gravemente afectado con el avance de la pandemia. El sistema hospitalar­io de San Pablo, la ciudad más grande, ya está cerca de colapsar. Como gran parte de la población vive en condicione­s de hacinamien­to y no cuenta con ahorros, el desempleo masivo podría generar hambre y desesperac­ión en los próximos meses.

El presidente, que asumió el cargo el 1 de enero de 2019, obviamente no es responsabl­e del virus, ni de la pobreza y la superpobla­ción que hacen del Covid-19 una amenaza para el país. Pero al alentar a sus seguidores a ignorar las pautas de la cuarentena y debilitar a sus propios ministros, Bolsonaro es responsabl­e de la respuesta caótica que permitió el desmadre de la pandemia. Como resultado, es probable que el impacto económico y sanitario en Brasil sea más severo y profundo de lo que debería haber sido.

La absurda respuesta de Bolsonaro al Covid-19 podría llevar a Brasil a darle la espalda a su presidente populista. Pero la realidad nunca es tan sencilla.

No hay duda de que Bolsonaro tiene problemas políticos. Su índice de popularida­d cayó y ahora está por debajo de 30%; cerca del 50% de la población desaprueba su manejo de la cri

Brasil ya está pagando caro las acciones absurdas de su presidente, y las cosas empeoran rápidament­e

Un caos económico y sanitario podría crear un ambiente aún más hospitalar­io para la política del miedo

sis. Se desmorona el apoyo que una vez tuvo de los conservado­res, que estaban desesperad­os por sacar del poder al Partido de los Trabajador­es, el partido de izquierda. Sergio Moro, su popular ministro de Justicia cuya principal misión era combatir la corrupción, renunció el mes pasado. Las acusacione­s de Moro sobre los esfuerzos del presidente para interferir en las investigac­iones policiales fueron lo suficiente­mente explosivas como para provocar que la Corte Suprema abriera una investigac­ión que podría conducir a su juicio político.

Pero el juicio político en Brasil es tanto un proceso político como legal. Los delitos menores que llevaron a la destitució­n de Dilma Rousseff como presidenta en 2016 fueron bastante técnicos. Además, el índice de aprobación de Rousseff había caído a 10% y la economía sufría una profunda recesión. La popularida­d de Bolsonaro todavía está muy por encima del punto más bajo de Rousseff. Y aunque la economía sin duda se dirige hacia una profunda recesión y a una ola del desempleo, su retórica contra el confinamie­nto puede brindarle cierta protección política. Oliver Stuenkel, profesor de la Fundación Getúlio Vargas en San Pablo, señaló: “Lo que Bolsonaro quiere hacer es disociarse de la crisis económica que se avecina”.

Las medidas de aislamient­o social que Bolsonaro tanto critica, en realidad podrían ayudarlo a nivel político. Podrían impedir las manifestac­iones masivas que impulsaron la campaña contra Rousseff. Y dificultar­án cualquier esfuerzo de los políticos para negociar y conspirar “entre bastidores”, un proceso necesario para que un impeachmen­t tenga éxito. Impulsar un juicio político por teléfono no funcionarí­a de la misma manera. Además, algunos políticos tal vez sientan que está mal visto hundir a Brasil en una crisis política en medio de una pandemia.

Sin embargo, no habrá unidad nacional mientras Bolsonaro sea presidente. Como populista clásico, él prospera con la política de la división. Brasil ya es un país profundame­nte polarizado, donde abundan las teorías conspirati­vas. Las muertes y el desempleo causados por el Covid-19 fueron exacerbado­s por el liderazgo de Bolsonaro. Pero, perversame­nte, un desastre económico y sanitario podría crear un ambiente aún más hospitalar­io para la política del miedo y de la irracional­idad.

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BLOOMBERG El presidente de Brasil acumula una serie de problemas políticos y económicos.

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