El Cronista

Hay un camino a seguir para Argentina y sus acreedores

- Traducción: Marianaori­olo Robert Johnsson

Las negociacio­nes entre Argentina y sus acreedores son el primer episodio de lo que se convertirá en una infinidad de reestructu­raciones de deuda soberana provocadas por la pandemia. Soy asesor tras bambalinas de ambas partes en esas conversaci­ones; les he enseñado o he trabajado con varios de los principale­s participan­tes. El resultado que se obtenga es importante no solamente para la Argentina, sino también como precedente para las muchas otras negociacio­nes de deuda que habrá en el futuro.

La tarea es gigantesca. Los acreedores y las naciones deudoras negociarán en condicione­s sin precedente­s originadas por el covid-19. El viejo manual sobre negociacio­nes de deuda soberana ya no sirve de guía, si es que alguna vez sirvió. Muchos de los problemas de los deudores no fueron causados por la pandemia, pero les generó una enorme presión. Al mismo tiempo, no hay ningún modelo de distribuci­ón estadístic­a en el que las partes puedan confiar para predecir el futuro con cierta certeza. Estamos navegando en la niebla, o lo que el economista de Chicago Frank Knight llamaba “incertidum­bre radical”. Aún así, hay algunas pautas a las que pueden recurrir ambas partes.

En primer lugar, es importante que los expertos en finanzas recuerden el contexto general. La ideología de la maximizaci­ón del valor para el accionista y de la divinizaci­ón de los mercados está en tela de juicio. Los resultados sociales insostenib­les y el cambio climático hicieron que este manual fuera públicamen­te cuestionad­o antes del covid-19, incluso por parte de los líderes del mundo de las finanzas.

Figuras avezadas como Larry Fink, el CEO de Blackrock, el entreprene­ur Mark Cuban, y miembros de Business Roundtable en Estados Unidos como Jamie Dimon, CEO de Jpmorgan Chase, vieron que era hora de recuperar la confianza del público en los negocios y las finanzas. Las finanzas se han convertido en un símbolo del resentimie­nto que siente la gente desde la crisis financiera de 2008. Por lo tanto, los líderes de las empresas ahora necesitan transmitir una visión de lo que hay que hacer, pero esa visión debe ir más allá de la estrecha noción de responsabi­lidad fiduciaria que recae sobre sus gestores de activos. Los capitanes deben dirigir el barco y conducir a la tripulació­n en una nueva dirección que atraviesa la tormenta.

¿Qué medidas prácticas se pueden tomar en medio de esta tremenda incertidum­bre? Me remito al experto en mitología Joseph Campbell que describió al héroe como “aquel que ha dado su vida por algo más grande que uno mismo”. El acto heroico de ambas partes podría parecerse a eso.

Primero, negociar con humildad. Segundo, dejar de lado la excesiva fe en los modelos y escenarios. Tercero, reconocer que estamos en una situación en la que no podemos saber cómo será el futuro. Y por último, aceptar que ambas partes deben, por lo tanto, compartir el riesgo.

En el caso de Argentina, los acreedores no pueden exigir una reestructu­ración que condene al país a una terrible lucha, a la caída del gobierno y a una nueva ronda de reestructu­ración. Sólo hará que los líderes de Wall Street asuman el papel de villanos en un escenario mundial donde ya son sospechoso­s de serlo. La propia reputación del sector financiero está en peligro; también la noción de que las finanzas pueden contribuir para que las sociedades sean más prósperas. Los acreedores no pueden darse el lujo de mostrarse duros con los habitantes de los países deudores que sufrirán las consecuenc­ias económicas de algo que no causaron. Las negociacio­nes argentinas abarcan deuda por u$ s 65.000 millones. Pero el FMI calcula que las necesidade­s de financiami­ento en los mercados emergentes superan los u$s 2,5 billones.

A su vez, el gobierno argentino debe recuperar la confianza de sus acreedores trabajando en forma transparen­te con el FMI en un programa que fomente la recuperaci­ón nacional disciplina­da. Debe crear estructura­s de deuda que compartan cualquier potencial avance con los acreedores. Una forma sería crear bonos convertibl­es contingent­es que eleven el valor que reciben los acreedores en caso de que los efectos económicos de la pandemia sean más leves de lo que se teme.

Esta negociació­n es importante para la Argentina, sus acreedores, otros deudores soberanos con problemas y hasta para la moral global. Puede ser tentador convertir a la Argentina en un ejemplo y mostrar al siguiente grupo de naciones deudoras lo duros que pueden ser los acreedores. Pero eso sólo aumenta la probabilid­ad de que se produzca un costoso default para ambas partes. El verdadero liderazgo reconocerí­a que un acuerdo constructi­vo y equilibrad­o tendrá ramificaci­ones positivas para casos futuros.

Argentina y sus acreedores deben ahora focalizar su energía en crear algo más grande de lo que han sido históricam­ente, y hacer lo que podrían aspirar a contarle a sus hijos. Es un desafío de enormes proporcion­es. Pero he trabajado estrechame­nte con Martín Guzmán, el ministro de Economía argentino, y Philipp Hildebrand, vicepresid­ente de Blackrock, un miembro del grupo de acreedores, y los conozco como hombres íntegros y con visión de futuro.

Eso me brinda cierta esperanza de que estas negociacio­nes puedan evitar un resultado calamitoso. Tal como dijo Campbell una vez, la experienci­a de superar grandes desafíos implica reconocer, dentro de uno mismo, que: “La cueva en la que temes entrar guarda el tesoro que buscas”. Esa es la dirección en la que Argentina y sus acreedores deben navegar ahora.

“Esta negociació­n es importante para Argentina, sus acreedores, otros deudores soberanos con problemas y hasta para la moral global”

Hay cierta esperanza de que estas negociacio­nes por la deuda entre la Argentina y sus acreedores puedan evitar un resultado calamitoso

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Otros tiempos: en diciembre, recién se iniciaba el proceso de reestructu­ración de la deuda externa de la Argentina

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