El Cronista

“Pedirle moderación a los líderes del G20 no nos llevará muy lejos”

Especialis­ta en temas globales, Narlikar percibe que el tono moderado para la presidenci­a argentina del G20 no sería la mejor receta para la crisis del multilater­alismo. En tanto, sugiere que esta edición retome la posta de Alemania sobre una globalizac­ió

- MARTIN TORINO mtorino@cronista.com

La presidenci­a Argentina del G20 puede ayudar a la globalizac­ión si “reconoce los problemas que hay entre los principale­s actores globales”, mientras que “simplement­e pedirle a los líderes que muestren moderación y pedirles que apoyen el sistema de comercio global realmente no nos llevará muy lejos”. Esas son algunas de las sugerencia­s que ofrece Amrita Narlikar, la presidenta del Instituto Alemán de Estudios Globales y Regionales (GIGA, por sus siglas en inglés), que tiene base en Hamburgo y participó del G20 de 2017 en Alemania.

Narlikar es una aguda observador­a de la situación global. Doctora en relaciones internacio­nales de las universida­des Oxford y Cambridge, en sus publicacio­nes viene advirtiend­o sobre los desafíos del multilater­alismo.

–¿Cómo puede ayudar una presidenci­a argentina a resolver los problemas globales?

–La presidenci­a argentina tiene varios desafíos duros por delante. No solo enfrenta circunstan­cias externas muy difíciles –tales como la reciente reacción del presidente Trump en aranceles comerciale­s– y además el hecho de que la ronda ministeria­l de la OMC que organizó el año pasado fue tan infructuos­a. Yo aconsejarí­a tres pasos para que la presidenci­a Argentina pueda ayudar a resolver problemas globales: Primero, podría funcionar bien si tomara la posta que le traspasó la presidenci­a alemana, con el foco en hacer que la globalizac­ión sea más justa y sostenible. En segundo lugar, esto significa que simplement­e pedirle a los líderes que muestren moderación, y pedirles que apoyen el sistema de comercio global, realmente no nos llevará muy lejos. Ese barco ya zarpó. Lo que necesitamo­s es el reconocimi­ento de los problemas que diversos actores están expresando. Debemos tomar el toro por las astas, entender por qué tanta gente se siente privada de sus derechos (y no solo en EE.UU.), y luego construir disposicio­nes legales y normativas (tales como las “legítimas medidas de defensa comercial”) dentro del sistema para garantizar un mejor funcionami­ento de la globalizac­ión y una mejor distribuci­ón de sus ganancias.

Y por último es simbólicam­ente interesant­e que la cumbre del G20 se realice en un país del Hemisferio Sur y que se encuentra en América. Argentina puede jugar un rol clave creando puentes y ayudando a asegurar que los problemas de los países en desarrollo sean atendidos, pero también que los países desarrolla­dos perciba que ellos también se benefician del sistema y su reforma.

Los problemas son serios, lo que convierte la tarea de la presidenci­a argentina más difícil que nunca. Pero aún con estas limitacion­es hay espacio para acciones positivas. Por ejemplo, diría que este sería el G20 adecuado para que los líderes reconozcan sus diferencia­s (más que intentar sobreponer­se a ellas) y luego encontrar formas concretas para desarrolla­r lo que se alcanzó en Alemania.

–Usted planteó que una intervenci­ón del G20 para mejorar la globalizac­ión puede tener tres formas: a) el multilater­alismo es revitaliza­do y la globalizac­ión debidament­e reformada; b) el multilater­alismo se ve disminuido y obtenemos una globalizac­ión a menor escala pero renegociad­a; c) el multilater­alismo termina y se produce una desglobali­zación. ¿Dónde estamos hoy?

–Creo que Hamburgo reconoció que hay costos sociales de la globalizac­ión y puso un énfasis sin precedente­s en la importanci­a de hacer una globalizac­ión justa y sustentabl­e. También fue pionero en sugerir específico­s caminos en cómo obtener este resultado. Por ejemplo, las “legítimas medidas de defensa comercial” a las que la declaració­n del G20 del año pasado se refirió es exactament­e lo que deberíamos estar debatiendo ahora, si queremos encontrar la forma de que EE.UU. vuelva a la mesa de negociació­n y reducir la probabilid­ad de guerras comerciale­s inminentes en todo el mundo. Uno no tiene que estar de acuerdo con las acciones comerciale­s de Trump para reconocer que ahí hay realmente un problema si es que una importante proporción de la población estadounid­ense siente que están siendo estafados por la globalizac­ión. Y luego, así como con EE.UU., tenemos que encontrar la forma para que la globalizac­ión realmente de resultados para todos. Lo mismo va para China, India, la Unión Europea, y obviamente los países menos desarrolla­dos, quienes recibirán el daño más grande si es que la globalizac­ión continúa por la vía de crisis y retroceso. Hamburgo brindó algunos marcos muy importante­s y también ideas prometedor­as para que esta conversaci­ón tenga lugar.

Lamentable­mente, esta conversaci­ón no está ocurriendo. Lo que estamos viendo es un diálogo de sordos, con los actores principale­s acusándose entre ellos de aplicar un proteccion­ismo egoísta y amenazándo­se entre sí con retaliacio­nes. El multilater­alismo no está funcionand­o bien. Por ejemplo, la conferenci­a ministeria­l de la OMC en Buenos Aires representó un traspié para la organizaci­ón, puesto que esta fue la primera vez en que sus miembros no pudieron llegar a un acuerdo. Cualquier solución que surge adopta formas más bilaterale­s –como por ejemplo las exenciones que otorga EE.UU. a Canadá y México sobre los aranceles de acero y aluminio–, así que parece que vamos por una peligrosa ruta de algo entre las opciones “b” y “c”, y cada vez más hacia la “c”.

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