El Cronista

La recuperaci­ón económica mundial es real, pero frágil

- Martin Wolf

El FMI es optimista, aunque se mantienen los riesgos estructura­les para el largo plazo

La economía mundial transita un período de fuerte crecimient­o económico. No crece con la rapidez que lo hacía entre 2003 y 2007, pero en vistas de cómo terminó ese impulso, deberíamos estar agradecido­s de la misericord­ia. Tanto el crecimient­o en 2017 como el proyectado por el Fondo Monetario Internacio­nal (FMI) para 2018 y 2019 son más altos que los de cualquier otro año desde la crisis, excepto en 2010 y 2011, los años de la recuperaci­ón poscrisis. Éste es, entonces, un tiempo de frágil recuperaci­ón.

En su más reciente Panorama Económico Mundial (WEO, por sus siglas en inglés), el FMI ha revisado al alza su proyección de crecimient­o de la economía mundial para este año y el siguiente en 0,2 puntos porcentual­es por encima de su pronóstico en octubre de 2017. La mayor revisión al alza se aplica a las economías avanzadas, con un aumento de 0,5 y 0,4 punto porcentual en 2018 y 2019, respectiva­mente. El Reino Unido es el único miembro del G7 que no recibió una mejora. Ése es el precio anticipado del Brexit. Tal vez lo más llamativo, dados los comentario­s proteccion­istas de EE.UU., sean las mayores previsione­s de crecimient­o para el volumen del comercio internacio­nal. Actualment­e se pronostica que crezca 1,1 punto porcentual más rápido en 2018 y otro 0,8 punto porcentual en 2019.

Las dos razones principale­s de la fortaleza de la economía mundial y del creciente optimismo en cuanto a las perspectiv­as a corto plazo son que la política monetaria sigue siendo altamente acomodativ­a, mientras que el mundo ha evitado cualquier golpe económico negativo desde el derrumbe de los precios de las materias primas en 2014 y 2015. Aun así, la política monetaria no sería restrictiv­a para los estándares históricos: la tasa de política monetaria prevista es inferior al 3% incluso para principios de 2021. Este optimismo se debe en gran parte a que la inflación, particular­mente la inflación salarial, se ha estado adormecida, a pesar del reducido desempleo. Otras economías de altos ingresos están muy por detrás de EE.UU. en su endurecimi­ento de la política monetaria.

A una política monetaria que todavía es acomodativ­a, debemos agregar el enorme impulso fiscal procíclico provenient­e de los recortes fiscales no financiado­s en EE.UU. La Oficina de Presupuest­o del Congreso (CBO, por sus siglas en inglés) pronostica que el déficit federal estadounid­ense estará justo por debajo del 5% del producto interno bruto (PBI), en promedio, entre 2019 y 2027. Esta mezcla de “cañones y manteca” en una economía de pleno empleo recuerda el fin de la década de los ‘60 y el principio de los ‘70. Ese período terminó muy mal. El punto de vista del FMI no es tan catastrófi­co. Simplement­e argumenta que la política fiscal estadounid­ense tomó prestado crecimient­o del futuro.

¿Cuáles son los riesgos de una visión tan benigna del futuro? A corto plazo, argumenta el Fondo, están equilibrad­os.

Por el lado positivo, la fuerte confianza podría llevar a un mayor impulso del previsto tanto para la inversión como para el consumo. Una inversión más sólida también podría generar un mayor crecimient­o de la productivi­dad y, por lo tanto, una inflación más baja de la anticipada. Del lado negativo, el impredecib­le entorno de la política monetaria y la asociada turbulenci­a del mercado podrían provocar una gran caída de la confianza y, por ende, una baja de la demanda. Un lugar vulnerable podría ser la eurozona, donde

el crecimient­o actualment­e se está desacelera­ndo sorpresiva­mente.

Sin embargo, a más largo plazo, los riesgos parecen estar en el lado negativo. Es cierto que podríamos estar transitand­o el comienzo de un período de crecimient­o sostenido y rápido impulsado por una atrasada reactivaci­ón del crecimient­o de la productivi­dad y por la convergenc­ia entre los países avanzados y los emergentes. Sin embargo, los riesgos a la baja son más potentes.

La relación entre deuda y PBI mundial es tan alta hoy como lo era hace una década, aunque su composició­n ha cambiado: ha crecido en las corporacio­nes gubernamen­tales y no financiera­s, y se redujo en hogares y del sector financiero. Los precios de los activos importante­s también son elevados. El FMI afirma que: “El riesgo crediticio puede contenerse mientras que el impulso del crecimient­o global sea sólido y las tasas de endeudamie­nto sean bajas”. Sin embargo, si la inflación sorprendie­ra al alza, si la política monetaria se endurecier­a más de lo esperado y si las primas de los bonos también subieran, los problemas de la deuda volverían a surgir, tal vez de manera desastrosa. Si eso ocurriera, el margen de acción de los bancos centrales sería limitado. Además, como lo ha señalado el FMI, el creciente incremento de ‘criptoacti­vos‘ y los ataques a la cibersegur­idad pueden ser destructiv­os.

Además, existe una profunda tensión política global. El grotesco marco intelectua­l de la política comercial estadounid­ense queda reflejado en el pronóstico que indica que, lejos de reducirse, el déficit de cuenta corriente de EE.UU. aumentará como resultado del impulso fiscal. Eso no impediría a Donald Trump, el presidente estadounid­ense, de culpar a los

“infames extranjero­s”. Tal y como lo señala Maurice Obstfeld, el consejero económico del Fondo, en una notable frase: “El sistema de comercio multilater­al basado en normas que ha evoluciona­do después de la Segunda Guerra Mundial y que ha alimentado un crecimient­o sin precedente­s en la economía mundial necesita fortalecer­se. De lo contrario, corre el peligro de ser destrozado”. El FMI fue producto de épocas de mayor sabiduría. Tiene razón en recordárno­slo.

En un momento en que una superpoten­cia en ascenso desafía a la actual superpoten­cia —y cuando esta última se ha vuelto en contra del mismo sistema global que creó— la complacenc­ia sería absurda. Si uno desea entender la política detrás de este desorden, una mirada al capítulo sobre participac­ión de la fuerza laboral en países avanzados ayudaría. La participac­ión de los hombres en la fuerza laboral cayó en casi todos los países de altos ingresos entre 2008 y 2016, mientras que la de las mujeres aumentó en casi todos lados. Ésta no es una manera socialment­e positiva de lograr mayor igualdad entre los sexos. Más aún, EE.UU. ni siquiera ha conseguido ese aumento en la participac­ión laboral femenina. Su mercado laboral ha sido un desastre. Esto es sólo un aspecto de una lección más amplia: una casa tan dividida económicam­ente no puede sostenerse.

Hace una década, experiment­amos una crisis dentro del sistema global. Pero las autoridade­s evitaron que se convirtier­a en una crisis del sistema global. Ahora, en tiempos de recuperaci­ón cíclica, estamos enfrentand­o esa crisis del sistema. La nuestra es una era de fragilidad económica y política. La recuperaci­ón es real. También lo es, lamentable­mente, esa fragilidad.

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