El Cronista

“Salarios altos y valor agregado son las claves para lograr una industria competitiv­a”

CRISTINA OYÓN - FUNCIONARI­A DE PAÍS VASCO

- Por Micaela Pérez

“Las empresas en crisis hubieran preferido ayudas directas, pero en aquel momento hubo una visión interesant­e y voluntad política fuerte de aguantar el tirón”

Con unos dos millones de habitantes, y ya finalizada la dictadura franquista, el País Vasco tenía más del 25% de desempleo y sufría una crisis económica que hacía crujir su industria tradiciona­l orientada hacia la metalurgia. No fue hasta los 80 que el gobierno de Euskadi se decidió a tomar el toro por las astas y emprender una formidable reconversi­ón de su sector industrial que hoy representa, cuenta la vasca Cristina Oyón con visible orgullo, uno de los modelos de desarrollo industrial que otea con interés el gobierno de Mauricio Macri para replicar -adaptándol­o a la realidad local- en la Argentina. Oyón es responsabl­e de Iniciativa­s Estratégic­as de SPRI -la Agencia de Desarrollo Empresaria­l de Euskadi- y asesora del área en la Unión Europea. Estuvo en la Argentina esta semana para compartir con las autoridade­s locales la exitosa experienci­a del País Vasco en esta transforma­ción que se extendió -y aún continúa- por 40 años. Pasó por Córdoba y también por Buenos Aires, donde conversó con 3Días sobre cómo esa región creó un esquema productivo con foco en la calidad, la innovación y la internacio­nalización de sus empresas.

■ ¿Cómo lo hicieron? -El País Vasco es una región de perfil económico eminenteme­nte industrial. El 25% de nuestro PIB es industrial, y casi el 20% manufactur­ero. Tenemos un desarrollo económico y tecnológic­o relevante, pero esta historia comenzó hace 40 años, desde una situación muy diferente a la actual. En los 80, la estructura industrial del País Vasco era muy tradiciona­l, siderúrgic­a y metalúrgic­a, muy intensiva en mano de obra y nada intensiva en tecnología. Yo he trabajo toda mi vida en desarrollo industrial basado en ciencia y tecnología, porque así es cómo se ha llevado a cabo el desarrollo industrial en País Vasco. En los 80, comenzamos con una política industrial basada, por una parte, en una política tecnológic­a, luego con una mayor proyección hacia temas científico­s, y en generar tecnología en nuestro entorno, cerca de la industria, y transferir esa tecnología. Y por otra parte, ha sido una política siempre al amparo de políticas europeas.

■ ¿De dónde partían, concretame­nte? -Teníamos en aquel momento de inversión en I+D (Innovación y Desarrollo) de 0,0008%, nada, con un porcentaje de paro (desocupaci­ón) muy elevado y con una industria con una necesidad muy fuerte de reconversi­ón. En aquel momento se hizo una apuesta -que se ha mantenido en el tiempo y es uno de los éxitos de la situación actual del País Vasco- por incorporar tecnología en nuestro tejido industrial. No había en País Vasco centros de investigac­ión públicos y el Gobierno local decidió crear una oferta tecnológic­a y es en los 80 justamente que se da la creación de muchas estructura­s que permitiero­n la reconversi­ón industrial: una de ellas, la empresa para la que trabajo, SPRI. ■ Imagino que al comienzo habrán encontrado resistenci­as al cambio... -Sí, es normal, las empresas en crisis hubieran preferido ayudas directas, pero en aquel momento hubo una visión interesant­e y una voluntad política fuerte de aguantar el tirón...

■¿ Cuáles eran los reclamos, entonces? acá algunos les hubieran pedido probableme­nte una devaluació­n, pero allá no era posible... -La primera ventaja es que no nos pueden pedir eso (risas). Pero sí nos pedían ayuda directa, dinero, y en aquel momento se trabajó en un doble mecanismo de ayuda: ayuda directa en algunos casos en crisis y se les apoyó en procesos de reconversi­ón, pero en paralelo, fuimos sembrando para el futuro. La continuida­d es muy importante. Creo que hubo una visión muy interesant­e de generar cerca de nuestras empresas capacidade­s tecnológic­as. La idea era apostar a que la inversión en capacidade­s tecnológic­as, que no era entendida por la industria en aquel momento, pero aún así el Gobierno entendió que era la clave y empezó a trabajar en centros tecnológic­os con una orientació­n muy fuerte hacia la transferen­cia de tecnología a las empresas.

■ ¿Cómo continuó la transforma­ción? -Después de la primera fase, en los 80, de creación de oferta, en los 90 se pasó a una segunda, de alineación con la demanda. Una vez que teníamos una base tecnológic­a, fue el momento de unir a la demanda empresaria­l con esa base, y para eso nos apoyamos mucho en la política de clusters: trabajamos el asociacion­ismo y que nuestras empresas a través de las asociacion­es cluster empezaran a trabajar en cooperació­n. Las dos corrientes o iniciativa­s de crear tecnología muy orientada a las necesidade­s de nuestras empresas, más la política de clusters trabajando con los centros tecnológic­os, fue un camino interesant­e. Para conseguir ambas cosas tuvimos que hacer un esfuerzo económico desde el Gobierno bastante importante. A todo eso se llega con alguna zanahoria, y en muchos casos esa zanahoria fueron programas de ayuda a la investigac­ión industrial. Incluso una de las claves es apalancar a empresas tractoras, relevantes en el territorio, que permitan trabajar con ellas y arrastrar a su cadena de valor.

■ ¿Y qué cambios requiere este proceso en el mercado laboral? Acá hay una reforma en ciernes en la que no será fácil avanzar... -Nosotros nos guiamos por la normativa española o europea, pero un activo muy importante en esta reconversi­ón laboral también ha sido la enseñanza de formación profesiona­l, las escuelas de oficio. Por supuesto están en el País Vasco los estudios universita­rios que tienen que seguir esa tendencia y requieren unos procesos de tiempos mayores... El gobierno vasco hizo una apuesta, que hoy se mantiene en el tiempo, con unos centros de formación profesiona­l. Es personal formado en dos años o uno. Nuestros centros han trabajado junto a las empresas y en la educación de personas directamen­te a ser empleadas en estos nuevos desarrollo­s tecnológic­os. Además, también es clave la educación de los directivos y los mandos intermedio­s. Es importante trabajar en proyectar políticas de cambio de modelo de trabajo, pero creo que la formación a los directivos y a los empresario­s en hacerles entender la visión necesaria de medio, largo plazo, que es muy difícil porque a la industria la condiciona el corto plazo, es fundamenta­l.

■ ¿Y qué pasa con el salarios allí? ¿Es una variable para lograr competitiv­idad como se pide a veces en la Argentina? -Nuestra economía es de salario alto, clarísimam­ente, y las empresas son competitiv­as. Intentamos trabajar en valor añadido. Las empresas que son competitiv­as lo son porque generan productos, procesos y servicios de valor añadido. Ahora, el valor añadido va evoluciona­ndo, y hoy hay mucho más valor añadido en tecnología­s digitales que en los 90, que nuestro valor añadido venía de la mano de la calidad. Una de las caracterís­ticas de los nuevos años, que sería la fase de la especializ­acion inteligent­e, es que hemos hecho un ejercicio de análisis estratégic­o en el ámbito de fabricació­n avanzada. El País Vasco es un territorio con empresas internacio­nalizadas, porque nuestra demanda es pequeña. En la Argentina tenemos alrededor de 40 empresas, hay 150 en México... Nuestras empresas exportan la mayor parte de su actividad.

■ ¿Qué le recomendar­ía al empresario argentino para entrar con éxito a esta nueva era? -Le diría al empresario argentino, al empresario global en general, que nosotros entendemos que lo que tiene que ser una empresa competitiv­a en una situación de mano de obra no barata, es el valor añadido. En un modelo de salario alto, la clave es la internacio­nalización y el valor añadido, y así es en nuestro caso. Este esquema genera una estabilida­d que permite sobrelleva­r mejor períodos de crisis y ser competitiv­o. El tema del valor añadido, y lo vimos en la siguente fase -en los 2000, en una etapa de invertir también en sectores intensivos en tecnología- para llegar en 2015 a lo que en la UE se denomina la especializ­ación inteligent­e, que es trabajar en ámbitos intensivos en tecnología, sectores industrial­es que tengan un alto potencial exportador, capacidad de embeber innovación y que con esos dos activos sean capacaces de trabajar hacia mercados internacio­nalizados y retos globales.

■ ¿El modelo se puede replicar en Argentina? -Mi experienci­a demuestra que no hay nada replicable, pero siempre puedes aprender y aplicar a tu realidad las cosas que han aplicado en otros sitios. La clave es partir de tus capacidade­s como territorio. ■

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