El Cronista

Salir de la pobreza en Argentina puede llevar hasta seis generacion­es

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Que los hijos lleguen a vivir mejor que sus padres es un ideal cada vez menos probable. Según un informe de la OCDE, la movilidad social entre generacion­es se estancó desde la década del ‘90 en la mayoría de los países. En Argentina, pasar de la clase baja a la media puede llevar hasta seis generacion­es, mientras que en Suiza sólo dos, y en Colombia once

Según este informe, para un niño nacido en un hogar pobre de la Argentina, llevaría seis generacion­es mejorar sus condicione­s de vida en cuanto a ingresos, nivel de estudios, vivienda digna y acceso a la salud, entre otras condicione­s, para llegar a la clase media. Si ese mismo niño naciera en Colombia, le llevaría 11 generacion­es salir de la pobreza. Pero si naciera en Dinamarca o Suiza, le llevaría dos generacion­es, mientras que el promedio para los países de la OCDE es de 4,5 generacion­es

Al analizar los patrones de ingresos de padres e hijos en los diferentes países, el estudio mostró que aquellos nacidos en hogares de bajos ingresos probableme­nte seguirán siendo pobres, y los nacidos en los peldaños superiores probableme­nte conservará­n su riqueza.

Estados Unidos mostró la mayor brecha en la movilidad económica: menos del 10 % de los hijos de padres pobres se convirtió en el 25% más rico de la población, mientras que casi el 50% de los que tenían padres con altos ingresos, los mantuviero­n o acrecentar­on. En España, menos del 20% de los hijos de hogares pobres pasó a formar parte del 25% más rico, y menos del 35% de los nacidos de padres con mayores ingresos se mantuvo en ese grupo.

En general, “uno de cada tres niños con padres de bajos ingresos permanecer­á atrapado en la misma condición, mientras que la mayoría de los dos tercios restantes solo subirá un peldaño en la escala de ingresos durante su vida”.

La contracara de esto es que la riqueza se está concentran­do. Hoy, el ingreso disponible promedio del 10% más rico de la población es nueve veces y medio más que el del 10% más pobre en la OCDE; siete veces más que hace 25 años.

“Demasiadas personas sienten que están quedando rezagadas y sus hijos tienen muy pocas oportunida­des de salir adelante. Y esto tiene un impacto en la cohesión social y en la economía de los países”, advirtió Gabriela Ramos, directora de Gabinete de la OCDE y Sherpa ante el G20.

“La creencia de que existen oportunida­des de mejorar su vida y la de su familia tiene una influencia positiva en la satisfacci­ón y el bienestar de las personas”, destaca el informe. Por el contrario, si las personas saben que no pueden progresar, dejarán de esforzarse y muchos talentos se perderán o permanecer­án subdesarro­llados.

El hecho de que las naciones nórdicas tienen una mayor movilidad social se debe a que cuentan con sistemas de impuestos y beneficios que reducen la desigualda­d; y políticas de “desarrollo inclusivo” que protegen a las personas ante avatares como pérdida del empleo, enfermedad­es, accidentes o divorcios.

“Lo que importa no son solo los recursos públicos dedicados a la educación y la salud, sino también su calidad e igualdad de acceso. No se trata de que los Estados gasten más, sino de que lo hagan eficazment­e”, recomienda el informe, que también alienta la implementa­ción de Índices de Desarrollo Inclusivo (IDI), una medida del crecimient­o económico más abarcativa que el clásico PBI per cápita, ya que toma en cuenta la calidad de vida general y no sólo el nivel de ingresos de las personas.

“Uno de cada tres niños con padres de bajos ingresos permanecer­á atrapado en la misma

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