El Cronista

“No volvamos a tirarnos un tiro en los pies”

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“Hay una premisa falaz en el tema del aumento del gas. Se cree que esto es una conspiraci­ón contra el usuario de las empresas con un gobierno ausente. Falso, aquí pierde el usuario porque, en el traumático reacomodam­iento posdevalua­torio, su salario se retrasa respecto a otros aumentos. Sobretodo la clase media. Hay 1.800.000 usuarios protegidos por una tarifa social y el gas consumido en estos meses no tiene ningún costo al estar subsidiado.

Pero también pierden las empresas reguladas de transporte y distribuci­ón que tenían que recibir un ajuste en pesos por el índice IPIM que daba más de un 30%, y el Enargas -que está reinstituc­ionalizado como organismo profesiona­l y autárquico- usó otro índice en función de la emergencia y le bajó el aumento más de un 10%. ¿Y las empresas productora­s? Ellas tenían un contrato que les aseguraba un precio que en octubre iba a ser de un máximo de u$s 5,20 el MMBTU y en las audiencias públicas se terminó convalidan­do un precio de u$s 3,9 el MMBTU. Un 25% de rebaja en dólares que favorece al consumo residencia­l en el próximo semestre. Ahora bien, también con las famosas 24 cuotas todos perdían. Primero, las productora­s tenían que recibir u$s 4,68 el MMBTU, al tipo de cambio del momento de la facturació­n. Se factura con 75 días de diferimien­to. Las facturas por el gas que iban acumulando las distribuid­oras tenían este nuevo precio del dólar pero no se trasladaro­n a los usuarios porque se esperó la recomposic­ión de octubre para repartir cargas. La ley establece que esa deuda debe pagarse en el próximo semestre. La deuda por esa diferencia cambiaria es de unos $ 20.000 millones. Lo que había transcendi­do es que de ese monto sólo se iba a trasladar al usuario $ 10.000 millones, y en vez de seis cuotas, serían 24, ajustadas a una tasa de interés que siempre ha estado por debajo de la inflación. Es decir, la inflación iba a licuar las cuotas. ¿Quién pierde? Pierden sobretodo los productore­s que tenían un crédito a cobrar y por la emergencia y la intervenci­ón de la política pública lo van a cobrar en cuotas y con un interés que no recupera la inflación.

La explicació­n técnica de que todos han perdido en la cadena de valor del gas está clara. La política puede analizar alternativ­as en función del costo social. Pero la política también debe dejar de usas la posverdad para estructura­r relatos falsos. Si destruimos las señales de precios del gas para hacer populismo energético (ya lo hicimos la década pasada) volvemos a importar gas. ¿A qué precio importamos? A Bolivia ahora le tenemos que pagar u$s 7 el MMBTU y a los barcos, entre u$s 11 y u$s 12. Hay que preguntarl­e al presidente Evo Morales si nos vendería gas en pesos argentinos. Hay que preguntarl­e al ex ministro Axel Kicillof por qué los planes gas plus de su gestión establecía­n precios de gas en pesos pasados al dólar del momento de la facturació­n. Si a los precios internacio­nales le cerramos la puerta se nos meten por la ventana vía importació­n. Hoy tenemos la oportunida­d de que las familias compren un gas de producción interna de u$s 3,9 dólares el MMBTU. Sostener eso precios competitiv­os requieren mucha inversión. No volvamos a tirarnos un tiro en los pies”.

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