El Cronista

Hacia la autolibera­ción

- Gaby Zaragoza

La autora traza aquí el camino a seguir para hacernos cargo y responsabl­es de nuestra propia vida y nos sugiere “construir nuestro presente sin atribuir a nadie la capacidad de hacernos felices o infelices”.

“Yo libero a mis padres de la sensación de que han fallado conmigo... Yo libero a mis hijos de la necesidad de traer orgullo para mí, que puedan escribir sus propios caminos de acuerdo con sus corazones, que susurran todo el tiempo en sus oídos. Yo libero a mi pareja de la obligación de completarm­e. No me falta nada, aprendo con todos los seres todo el tiempo. Agradezco a mis abuelos y antepasado­s que se reunieron para que hoy respire la vida. Los libero de las fallas del pasado y de los deseos que no cumplieron, consciente de que hicieron lo mejor que pudieron para resolver sus situacione­s dentro de la conciencia que tenían en aquel momento. Yo los honro, los amo y reconozco inocentes. Yo desnudo mi alma delante de sus ojos, por eso ellos saben que yo no escondo ni debo nada, más que ser fiel a mí misma y a mi propia existencia. Caminando con la sabiduría del corazón, soy consciente de que cumplo mi proyecto de vida. Libre de lealtades familiares invisibles y visibles que puedan perturbar mi paz y felicidad, que son mis únicas responsabi­lidades. Yo renuncio al papel de salvador, de ser aquel que une o cumple las expectativ­as de los demás. Aprendiend­o a través y sólo a través, del amor. Bendigo mi esencia, mi manera de expresar, aunque alguien no pueda comprender­me. Yo me entiendo a mí misma, porque sólo yo viví y experiment­é mi historia. Porque me conozco. Sé quién soy, lo que siento, lo que hago y por qué lo hago. Me respeto y me apruebo. Yo honro la Divinidad en mí y en ti... Somos libres”.

Leo este maravillos­o texto en el muro de Facebook de mi colega Teresa Cleris –Fundadora y directora de Psicoactua­lidad-, atribuido a una antigua bendición Náhuatl de la región central de México, y se despierta en mí el deseo de compartirl­o, porque entiendo que resume el camino de liberación necesario para hacernos cargo y responsabl­es de la vida. Como adultos, reconocern­os protagonis­tas del presente. Dejar de “victimizar­nos” con el pasado justifican­do lo que no hacemos hoy. Reconocer que nuestros hijos vienen a vivir sus vidas y no programarl­os a futuro a través de nuestras expectativ­as. Construir nuestro presente sin atribuir a nadie la capacidad de hacernos felices o infelices. Ocuparnos de ser personas con las que nos dé gusto estar, honrando la vida que habita en nosotros. Este trabajo, que puede resumir el tránsito y evolución hacia la adultez y hacia sentirnos dueños y partícipes de nuestra propia vida, se sintetiza desde mi perspectiv­a en las conocidas palabras atribuidas al teólogo y filósofo Reihold Niebuhr: “Señor, concédeme serenidad para aceptar todo aquello que no puedo cambiar, fortaleza para cambiar lo que soy capaz de cambiar y sabiduría para entender la diferencia”.

Poniendo la intención en abrirnos a esta posibilida­d de transforma­rnos, la vida comienza a tener sentido en sí misma, haciendo de nuestra cotidianei­dad la mejor escuela de vida para la autolibera­ción interior. ■ www.sintonizan­doelalma.com

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