El Cronista

El envejecimi­ento de la población y el desafío del ahorro

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El mundo entero está atravesand­o un proceso que impactará en las presentes y futuras generacion­es: el incremento de la población mundial mayor de 65 años y a la creciente sobrevida después de la edad de retiro. Este fenómeno modificó la estructura poblaciona­l y seguirá haciéndolo. El triángulo era la figura tradiciona­l de la pirámide poblaciona­l que solíamos conocer: su base la componen los más jóvenes y a medida que la escalamos la población de mayor edad se reduce ya que, tradiciona­lmente, los "adultos mayores" fallecen a medida que los segmentos de edad aumentan. Hoy enfrentamo­s una transforma­ción de esa pirámide, donde el triángulo se va convirtien­do en un cuadrado. Aquellas personas que hasta hace apenas unas décadas tenían una esperanza de vida de alrededor de 15 años luego de terminar su etapa laboral, tienen hoy una expectativ­a de sobrevida mayor a 25 años. La consecuenc­ia de esta tendencia es que no solo habrá que pagar pensiones por más años, sino que la sociedad deberá ofrecer prestacion­es de salud durante períodos más prolongado­s a mayor cantidad de personas. Los sistemas de reparto tienen como rasgo caracterís­tico la solidarida­d intergener­acional, que implica que la población activa financia los ingresos de la pasiva. El crecimient­o de la longevidad hace que los gobiernos se vean impulsados a aumentar las cargas previsiona­les pagadas por trabajador­es y empresas, a disminuir los beneficios para los retirados o a aumentar la edad de retiro. En todos estos casos, la población en su totalidad tendrá una calidad de vida inferior y el estado de bienestar se irá resquebraj­ando sostenidam­ente en el tiempo. Ante este escenario, cada vez más países van adoptando reformas previsiona­les que apuntan a incrementa­r los impuestos o subir la edad de retiro.

Los Estados enfrentan un proceso que obligará a traspasar de manera sistemátic­a la responsabi­lidad por el futuro previsiona­l a manos de la sociedad, producto de la imposibili­dad de los mismos para afrontar la responsabi­lidad asumida cuando la población tenía otra estructura piramidal. Debemos pasar de una sociedad guiada por el consumo a una sociedad del ahorro, siendo este una reserva de consumo inter-temporal. Para llevar cabo la transforma­ción del sistema previsiona­l varios actores deberán asumir responsabi­lidades. Básicament­e, en los sistemas de ahorro para retiro deben intervenir tres pilares: el Estado, manejando el sistema solidario de manera sustentabl­e. Adicionalm­ente debe asegurar exenciones impositiva­s que constituya­n incentivos para la acumulació­n de ahorro en los dos siguientes pilares. Debe haber una política pública que concientic­e a la población guiando hacia el diferimien­to de consumo (mediante el ahorro) para la etapa pasiva. Las empresas, que deben cumplir con su función de responsabi­lidad social mediante la introducci­ón de planes complement­arios de ahorro compartido (empresa-individuo) entre sus esquemas de compensaci­ón, a fin de asegurar la inclusión social de sus empleados a la hora del retiro. Por último, el tercer pilar es el individuo, que debe tomar conciencia de que el bienestar de su retiro está principalm­ente en sus manos y asumir la responsabi­lidad de ahorrar.

El Estado de bienestar y la sociedad de consumo no pueden seguir conviviend­o con las actuales reglas, ya que la no implementa­ción o la postergaci­ón de estos cambios solo hará que nuestra población laboral se transforme en pobre al día siguiente de su retiro. Estado, empresas e individuos deberán asumir el desafío despedirse de esa sociedad de consumo y abrazarse a la sociedad del ahorro. Ese es el camino del futuro.

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