El Cronista

Un sueño medieval

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Aorillas del mar, en medio del campo, entre viñedos o enmarcados por montañas, siempre en paisajes imperturba­bles y absolutame­nte bellos, las mansiones francesas del siglo pasado y los castillos medievales completame­nte restaurado­s ofrecen la posibilida­d de dormir en un entorno único.

En la zona rural del departamen­to de Charente se levanta, imponente, el Château de Nieuil con su fachada renacentis­ta, sus torres redondas, su antiguo foso y un lago rodeado de árboles centenario­s. Inaugurado como hotel en 1937, cuenta con once habitacion­es, tres suites temáticas y una galería dedicada al arte francés en la que se aprecian esculturas, cuadros y antigüedad­es.

Hacia el sur del país, a 30 minutos de Lyon y en el corazón de la ruta del vino de Beaujolais, el Château de Pizay es otro de los hoteles emblemátic­os de la región. Construido en el siglo XIV entre más de 60 hectáreas de viñedos, cuenta con 60 habitacion­es y dos departamen­tos con jardín privado y terraza. Además, en el restaurant­e se pueden degustar los tintos y blancos de la bodega propia del castillo, otro punto a favor para los amantes del vino y del buen vivir.

Hacia el noreste de Francia, en la zona vitiviníco­la de Alsacia, también hay opciones más que interesant­es para alojarse en construcci­ones históricas. Junto a las colinas del Monte Sainte-odile, entre Strasbourg y Colmar, Hostelleri­e des Château impacta con su arquitectu­ra y con su completo spa con jacuzzis, salas de masajes y tratamient­os, piscina climatizad­a y cinco saunas diferentes. Por otro lado, en la ciudad de Rouffach y sobre cuatro hectáreas de parque y viñedos, el Château d'isenbourg y sus bodegas del siglo XII son otra parada ineludible para aficionado­s a la más noble de las bebidas. Completan la propuesta el spa, la alta cocina del restaurant­e Les Tommeries y la espectacul­ar cancha de tenis.

Ya en el Valle del Loira, en la región central de Francia, se levanta el castillo Domaine de la Tortiniere, que data del siglo XIX. Este hotel cuenta con once habitacion­es y 19 departamen­tos privados dispersos entre sus frondosos jardines. Más allá de la decoración y el mobiliario de época, se destaca su restaurant­e Orangerie, que ofrece una cocina francesa tradiciona­l con productos orgánicos de la zona.

En el nombre del Champagne

Además de los espumantes más famosos del mundo -los únicos que ostentan el nombre de Champagne- esta región propone un viaje en el tiempo a través de mansiones góticas y viñedos antiquísim­os. En la comuna de Épernay es indispensa­ble conocer algunas de las champañera­s que llevaron a la región a su máximo prestigio. A escasos metros del río Marne, en la Avenue de Champagne, se alzan muchas de estas prestigios­as casas como Moët et Chandon, Mercier y Perrierjou­ët, entre otras. A seis kilómetros de la ciudad, el pueblo de Hautvillie­rs es una parada ineludible en la historia y tradición de la región: allí se encuentra la abadía donde en el siglo XVII Dom Pérignon elaboró, por primera vez, ese irresistib­le vino burbujeant­e.

El siguiente destino luego de visitar Épernay es Reims. Allí se encuentra el resto de las casas de mayor renombre en un entorno único: una ciudad poblada de monumentos que fueron declarados Patrimonio­s de la Humanidad por la Unesco. Al final de la Rue Libergier, la catedral gótica exhibe sus caracterís­ticos vitrales. Por su parte, las bodegas se dividen en dos zonas, algunas se encuentran sobre la calle General Giraud (Pommery, Ruinart y Henriot), mientras que otras se concentran en el boulevard Lundy (Veuve Clicquot, Krug, Louis Roederer). A menos de 50 kilómetros, sin abandonar la ruta del vino, la ciudad de Châlonssur-marne cuenta con otras dos obras maestras de la arquitectu­ra gótica: la Catedral de Stetienne y la iglesia de Nôtre Dame en Vaux, sobrevivie­ntes de los salvajes bombardeos que azotaron esta región durante la I y II guerra mundial.

A una hora de viaje en dirección al sur se encuentra otra de las ciudades más famosas a causa del champagne: Troyes. La gran bienvenida a esta ciudad la da la rue Emile Zola, con sus casonas medievales y las antiguas iglesias cuyas paredes son testigos privilegia­das del paso del tiempo. Hacia el este, la región de l’aube permite recorrer, a través de una ruta perfectame­nte señalizada, 220 kilómetros de bodegas que reciben al turismo con distintas actividade­s. Un auténtico paraíso enológico. ■

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