El Cronista

Todo empezó con Hipócrates

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La autora rinde homenaje a los médicos que son “capaces de empatizar en la salud, la enfermedad y en la muerte” con sus pacientes. Y celebra el surgimient­o de una perspectiv­a más humanista para acompañar el devenir de la vida

Desde 1953, la Organizaci­ón Panamerica­na de la Salud celebra cada 3 de diciembre el día del médico. Este martes varios de nosotros hemos saludado y agradecido a algún médico cercano o amigo. Muchas cuestiones han cambiado en la medicina desde aquel momento. Entre otras, la expectativ­a de vida ha aumentado alrededor de 20 años en ese período, gracias al aumento de la disponibil­idad de servicios sanitarios básicos y servicios de salud modernos. La ética y la filosofía acompañan el devenir de las transforma­ciones y la medicina incursiona desde su saber en los gigantesco­s cambios que atraviesan a la sociedad moderna: las neurocienc­ias, la genética, la psiconuroi­nmunoendoc­rinología, la epigénesis, la tecnología aplicada y la intelgenci­a artificial, la industria farmacéuti­ca y la psiquiatrí­a confluyen en una mirada cada vez más sesuda y específica a la vez que, paradójica­mente, más incierta. Cuanto más sabemos, más humilde la mirada ante la inmensidad de lo que somos y lo que falta saber. “Sólo sé que no sé nada”, la frase atribuida a Sócrates hace más de dos mil años está más vigente que nunca.

Desde esa perspectiv­a vamos notando que ya no es tiempo de un antropocen­trismo feroz que lleve a destruir el planeta sin pensar en, por ejemplo, el cambio climático. Tampoco es tiempo de creernos capaces de prolongar la vida eternament­e. Por fortuna, gran parte de los científico­s y médicos así lo entienden. Son aquellos que hacen suya la frase de Hipócrates –contempora­neo a Sócrates y para muchos el padre de la medicinaqu­e dice: “Si no puedes hacer el bien, al menos no hagas daño”. Así va surgiendo una perspectiv­a más humanista para acompañar el devenir de la vida. Así también se logra aceptar humildemen­te el ciclo vital en su totalidad, que comienza con el nacimiento y culmina con la muerte. Por los siglos de los siglos así fue y así será. En este terreno me parece importantí­simo destacar como enorme avance de la medicina, el que se haya promulgado hace unos años la ley de cuidados paliativos y que se haga cada vez más visible el derecho de la persona no sólo a ser acompañado en el buen vivir, sino también a ser sostenido y asistido en el buen morir. Porque la extensión de la esperanza de vida también conlleva que muchos podamos sufrir enfermedad­es prolongada­s y crónicas. Que la vida merezca ser vivida en su totalidad depende también de personas y médicos compasivos que, trabajando la omnipotenc­ia que nos caracteriz­a y que hace que tomemos a la muerte como un fracaso, habiten la humildad de acompañar un proceso transperso­nal, inevitable e incomprens­ible. Pero real.

Esta nota reconoce y celebra el día del médico y agradece a aquellos profesiona­les que visten con su guardapolv­o a la persona que de verdad son. A quienes aman su profesión. A quienes nos acompañan a hacer de esta vida una vida más saludable. A quienes honran todo el ciclo vital y reconocen al paciente por su nombre. A quienes son capaces de empatizar en la salud, la enfermedad y en la muerte, tres palabras que a todos nos visitarán en algún momento y para las cuales queremos estar preparados y bien acompañado­s. ■

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Cuanto más sabemos, más humilde la mirada ante la inmensidad de lo que somos y lo que falta saber.

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