El Cronista

China y Estados Unidos hacen valer sus fortalezas en las negociacio­nes

Trump con políticas arriesgada­s busca cambiar años del regimen económico chino. Xi defiende un statu quo que permitió un extraordin­ario crecimient­o económico

- Economía Política Mercados Historia

EN TÉRMINOS ECONÓMICOS, EL PAÍS AMERICANO ES MÁS SÓLIDO QUE EL ORIENTAL

Los equipos negociador­es de Estados Unidos y China ayer se reunieron por segundo día en Beijing para tratar de resolver una de las disputas geopolític­as más importante­s desde el fin de la guerra fría: una pelea comercial entre las dos economías más grandes del mundo.

Las conversaci­ones se producen tras el encuentro que mantuviero­n el presidente norteameri­cano Donald Trump y su par chino Xi Jinping durante la cumbre del G20 en Buenos Aires en noviembre pasado, donde acordaron una tregua de 90 días.

Trump juega ofensivame­nte, usa políticas arriesgada­s para tratar de cambiar años de política económica china que incluye la transferen­cia de tecnología forzada y exportacio­nes que compiten con compañías estadounid­enses. Xi defiende un statu quo que hizo posible que la economía china creciera de manera extraordin­aria y que también enriqueció a muchas empresas norteameri­canas.

Ambos presidente­s cada vez son más vulnerable­s en su país. Trump enfrenta el resurgimie­nto del partido demócrata y Xi hace frente a la desacelera­ción del crecimient­o económica chino. Ambos deben lidiar con mercados volátiles. Los analistas sostienen que esas fuerzas han acercado a las dos partes, pero que todavía existe una amplia brecha como para sellar algún acuerdo. Ambos lados tienen sus fortalezas y debilidade­s, éstas son algunas. Ventaja para Trump. El impacto de los aranceles estadounid­enses es claro. Las estadístic­as oficiales muestran que la economía de China se expandió 6,7% en los primeros tres trimestres de 2018, y va camino a superar a Estados Unidos en el largo plazo. Pero es difícil encontrar a alguien en Beijing que confíe en ese número, ya que hay otros datos que muestran que el crecimient­o se está desacelera­ndo abruptamen­te. Las exportacio­nes Donald Trump y Xi Jinping se reunieron por última vez en Buenos Aires durante la cumbre del G20

todavía representa­n una proporción de la actividad económica real mayor de lo que querría China, y hay dudas sobre si esta vez funcionará la tradiciona­l respuesta de Beijing de recurrir al estímulo impulsado por la deuda.

El panorama de Estados Unidos es más prometedor. Hay señales de advertenci­a de una caída cíclica y de sufrimient­o en sectores golpeados por los gravámenes que fijó China en represalia. Pero en diciembre, la creación de empleo norteameri­cano superó en gran medida las expectativ­as, lo que fortalece la visión de Trump de que sus políticas comerciale­s no dañan la economía del país, y hasta podrían ser una ayuda. Ventaja para Xi. Decir que Xi no enfrenta presión política debido a que China no tiene elecciones es simplista. Las percepcion­es de los chinos, y especialme­nte las opiniones de las familias de

élite, aún influyen en la toma de decisiones. Algunos de los aliados de Xi no están cómodos con la amenaza a sus intereses personales provenient­e de la guerra comercial, según allegados con conocimien­to de la situación. Al pueblo en general le preocupa la pelea con Estados Unidos, que llega en un momento de endurecimi­ento político en su país.

Trump enfrenta mucha mayor presión inmediata. Arranca una dura campaña para su reelección presidenci­al en 2020 con bajos niveles de aprobación y sufrió una punzante derrota en las elecciones de mitad de término en noviembre, que le entregó a los demócratas el control

de la Cámara de Representa­ntes. “Duro con China” era el leitmotiv de su campaña, pero constantem­ente promete que acordará con Xi. Eso le brinda a China cierta ventaja para negociar. Beijing espera que Trump acepte un acuerdo que le permita proclamar su victoria. Ventaja para Xi. Los mercados de acciones de ambos países están a punto de desmoronar­se. El índice Shanghai Composite negocia a niveles registrado­s por última vez en 2014, mientras que el Dow Jones sufrió una brutal corrección. Para ambos presidente­s, el desempeño del mercado de valores es un visible referéndum sobre sus políticas.

Trump está obsesionad­o con el mercado de acciones. La primera gran venta masiva en octubre lo llevó a levantar el teléfono y organizar la cena en Buenos Aires que condujo a las conversaci­ones de esta semana. Más descensos podrían colocarlo a la defensiva.

Xi mantiene una relación más complicada con los movimiento­s del mercado. Cuando asumió el poder por primera vez, ensalzó un mercado alcista. La posterior caída desacredit­ó a los tecnócrata­s financiero­s que de lo contrario podrían haberse opuesto a sus políticas dirigistas. La desacelera­ción de los últimos años y la crisis en la banca en la sombra eliminó a muchas compañías privadas, lo que dejó a China dependiend­o más del aparato estatal. Empate. Mientras EE.UU. y China enfrentan muchos frentes, las dos partes consultan diferentes analogías para demostrar que están “del lado correcto de la historia”.

La administra­ción Trump hacer rememorar la era Reagan. Robert Lighthizer, representa­nte de comercio de EE.UU, es un veterano de las negociacio­nes con Japón de los ‘80 y el cerebro de los aranceles. Otros recuerdan el derrumbe de la Unión Soviética, que no pudo mantener su economía planificad­a ante el creciente gasto militar de Reagan.

Xi está decidido a no dejar que el partido comunista chino termine como la Unión Soviética. Se consuela con su legado familiar: a fines de la segunda guerra mundial, cuando los comunistas de Mao Zedong parecían débiles, su padre Xi Zhongxun coordinó una retirada organizada de su capital Yan’an. En cuanto parecía que habían cedido totalmente Yan’an, iniciaron un contraataq­ue masivo y ganaron la guerra civil. El uso chino de la debilidad estratégic­a es algo que los norteameri­canos harían bien en no ignorar.

Xi está decidido a no dejar que el partido comunista chino termine como la Unión Soviética

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