Los vaivenes de la extrema derecha
a cambio de la ayuda financiera de Pekín a nuestro Banco Central.
Durante la Segunda Guerra Mundial, en medio de la dictadura de Getulio Vargas, Brasil le ofreció, del mismo modo que ahora, una base marítima y aérea y varios miles de soldados brasileños batallaron en la reconquista de Europa dominada por los nazis. A cambio de esta estrecha alianza Brasil recibió ayuda de Estados Unidos para crear su primera e imponente siderúrgica. Pero 4000 uniformados brasileños perdieron la vida en la Batalla de Monte Cassino, en Italia y 20 navíos fueron hundidos por submarinos y barcos de guerra alemanes. Mientras tanto Argentina se mantenía neutral, una estrategia que le costaría muchísimo remontar en la consideración internacional, a través de los años.
Esta vez la extrema derecha, que ha ganado lugares decisivos en el mundo, está aquí cerquita, cruzando la frontera, ya manda en el país vecino. Y esta postura está manteniendo una mirada atenta para la toma del poder en Europa. Este año se realizan las elecciones para representantes ante el Parlamento Europeo y este acto mostrará el nivel alcanzado por los extremistas. Donald Trump, desde Estados Unidos, también representa ese nacionalismo ciego, absurdo y sin propósitos claros.
Un reciente libro , titulado “Las Nuevas Caras de la Derecha”, trae las respuestas de una extensa entrevista a Enzo Traverso, uno de los más destacados historiadores de las ideas del siglo XX, Es autor, también, de numerosos libros sobre la actualidad política internacional y ha sido profesor visitante en distintos centros universitarios de Europa y Estados Unidos.
Otros libros de actualidad se refieren a la contracara, al “populismo de izquierdas”, como el editado por la politóloga Chantal Mouffé, viuda de Ernesto Laclau, figuras admiradas y consultadas por el kirchnerismo. Si se tuviera que sintetizar el análisis de Mouffé es que hay que gestar con rapidez ese “populismo de izquierdas” para contrarrestar el éxito del “populismo de derechas”. Una banalidad.
Según Traverso, los movimientos de extrema derecha son “posfascistas” ( no “neofascistas”). Sin embargo, el peligro es que puede ser un vestigio, un fenómeno residual, un intento por prolongar y generar una vez más el viejo fascismo que se extendió en Europa entre la Primera y Segunda Guerra Mundial. El “posfacismo” se ha emancipado del fascismo clásico, aunque en la mayoría de los casos lo conserva como matriz. De todas maneras estos años no son los del treinta en Europa.
De todas maneras hay que tener en cuenta su evolución porque aquella primera ideología se ha ido transformando. Para Traverso el “posfacismo” es patrimonio del siglo XXI, que explica su pensamiento fluctuante, inestable, a menudo contradictorio, en el cual se mezclan distintas filosofías políticas. Una cosa es el actual gobierno italiano, xenófobo, racista, antieuropeísta y otra muy distinta el “Movimiento por una Hungría Mejor”(jobbik) que reivindica una continuidad ideológica con el fascismo histórico. Del mismo modo es diferente el nacionalismo extremo británico (que se expresa en el Brexit) de los adeptos a los símbolos nazis que desfilan en las ciudades de lo que fue Alemania Oriental comunista, antes de la unificación.
El ideal europeísta es antiguo para Traverso, data incluso de algunos intentos en el siglo XIX. Los estadistas conservadores que, terminada la Segunda Guerra Mundial estaban animados para elaborar una comunidad europea sólo deseaban conseguir una paz duradera en el continente.
La Unión Europea de hoy se alejó mucho de su proyecto inicial que contemplaba la integración económica Periodista ( el acero y el carbón) como premisa de una construcción política que culminaría en una Confederación de Estados. Poco a poco fue erosionando las soberanías nacionales para someter al continente a la soberanía supranacional y global de los mercados financieros. Y a la burocracia con sede en Bruselas. Luego sobrevino la crisis del 2008 y luego la de los refugiados o migrantes que la Unión Europea como tal no pudo manejar.
Todo esto forzó una radicalización de los movimientos ideológicos que están cada vez más expandiéndose en el viejo continente. El freno son las fuerzas que dominan la economía global -lo que se da en llamar el capitalismo financiero- que no apuestan por Marine Le Pen , expresión del nacionalismo posfascista sino a la Unión Europea. Por eso se opusieron al Brexit y por eso , en la campaña electoral norteamericana, Wall Street apoyó a la demócrata Hilary Clinton y no a Donald Trump.
La extrema derecha exhibe rostros diferentes y no se la puede combatir de la misma manera en cada país involucrado o tomado por ella. Según Traverso no se puede identificar a la extrema derecha con el “nacional populismo”. Representa un problema cuando se la utiliza como sustantivo, como concepto. Traverso prefiere utilizarla como adjetivo. El populismo es, para Traverso un “estilo” político, no una ideología. Es un método retórico consistente en exaltar las supuestas “virtudes naturales” del pueblo, en oponer el pueblo a las élites,la sociedad civil al sistema político para movilizar a las masas contra el sistema. El populismo, insiste Traverso se ha convertido en una cáscara vacía que puede llenarse con los contenidos políticos más diferentes.
También hay exageraciones. Cuando el orden neoliberal, con sus desigualdades se ve enarbolado como norma, automáticamente, todas la oposiciones resultan populismos. Asegura Traverso: “Populismo” es una categoría con la cual intentan inmunizarse élites políticas cada vez más alejadas de las necesidades de las distintas sociedades.
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Enzo Traverso, en tanto, plantea que los movimientos de extrema derecha son “posfascistas”