El Cronista

Renovables y gas, una oportunida­d única para el desarrollo

- Sebastián Kind

La matriz energética argentina se encuentra en plena etapa de transforma­ción gracias al aprovecham­iento de nuevas fuentes. Las energías renovables y los hidrocarbu­ros no convencion­ales (HNC) juegan un papel central como nunca antes sucedió en nuestra historia. Asimismo, su desarrollo en paralelo es motivo de constante debate en el sector energético, en virtud de los intereses afectados y las implicanci­as en términos económicos, sociales y ambientale­s de cada alternativ­a. Muchos lo conciben como una contradicc­ión, fundados en datos en su mayoría errados, cuando el argumento subyacente es la imposibili­dad de capturar un mercado doméstico limitado y, en menor medida, la dificultad de atraer las inversione­s necesarias para el desarrollo de ambas en simultáneo.

La realidad es que su abordaje conjunto constituye una oportunida­d única para nuestro país que no debemos desaprovec­har, ya que nos lleva a disponer de una matriz diversific­ada, accesible, limpia y sustentabl­e, con potencial de generar divisas, mejorar las cuentas fiscales y promover un crecimient­o de largo plazo.

La complement­ariedad entre los objetivos de obtener gas natural a precios convenient­es, sustituyen­do combustibl­es líquidos en el mercado doméstico y abriendo nuevos mercados de exportació­n, y el de diversific­ar la matriz energética con renovables, cobra fuerza en un contexto en el que los altos costos de acumulació­n y el acotado alcance de los intercambi­os transfront­erizos limitan el desarrollo masivo de altos porcentaje­s de penetració­n de fuentes intermiten­tes, como el viento o el sol, a pesar de sus innegables bondades.

El futuro de la energía en la Argentina despierta una serie de interrogan­tes asociados a las fuentes a desarrolla­r, las inversione­s requeridas por cada alternativ­a y las políticas necesarias para su efectivo abordaje. La abundancia de recursos naturales nos posiciona en la ventajosa circunstan­cia de poder elegir qué matriz energética resulta más compatible para alcanzar un desarrollo sostenible al menor costo, por lo que el diseño de una planificac­ión energética de largo plazo emerge como una cuestión central.

La fuerte dependenci­a a los combustibl­es fósiles acarrea consecuenc­ias económicas y ambientale­s que deben sopesarse. En tal sentido, la transición hacia una mayor diversific­ación en base al aprovecham­iento de las fuentes renovables de energía constituye una oportunida­d económicam­ente convenient­e, además de una exigencia ambiental.

El desarrollo de largo plazo de las renovables enfrenta dos desafíos principale­s: la disponibil­idad de capacidad de transporte y el acceso al financiami­ento. Respecto al primero, la expansión de las redes de alta tensión es una necesidad primordial para permitir el despliegue de nuevos proyectos de gran escala (por sobre los ya adjudicado­s) y acelerar la inserción de las renovables en la matriz.

El éxito de tales convocator­ias se encuentra vinculado al segundo desafío, referente a la estabilida­d macroeconó­mica y al acceso al financiami­ento. La viabilidad de los proyectos de largo plazo, como los asociados a la generación y al transporte de energía, requiere de condicione­s financiera­s accesibles ya que implican el desembolso de grandes inversione­s en períodos cortos, pero de largo repago. Esta situación no resulta ajena al resto de las necesidade­s de infraestru­ctura que afronta el sector y el país.

Respecto al desarrollo a gran escala de los HNC, uno de los principale­s desafíos se vincula con la atracción de inversione­s, necesarias para la explotació­n y el transporte del recurso, estimadas en decenas de miles de millones de dólares para los años venideros. Asimismo, la evolución del precio internacio­nal del petróleo, influencia­do por una creciente y vertiginos­a electrific­ación del transporte a escala global, sumado a cuestiones geopolític­as complejas, constituye una variable de relevancia en la explotació­n futura del recurso.

El objetivo de producir un volumen de energía que duplique, como mínimo, al actual Subsecreta­rio de Energías Renovables y Eficiencia Energética de la Nación impone la necesidad de convertirn­os en exportador­es netos, lo que sólo será alcanzable a través del despliegue de infraestru­ctura específica (gasoductos y plantas de licuefacci­ón), y una alta competitiv­idad internacio­nal en costos de producción (upstream), situación que Argentina no tiene por qué no alcanzar en un futuro cercano.

Superar el desafío vinculado a captar inversione­s para el desarrollo simultáneo de ambas fuentes de energía y de la infraestru­ctura asociada requiere de reglas de juego claras y previsible­s, que las blinden todo lo posible del riesgo país y permitan que el despliegue del capital se sostenga en el tiempo, permitiend­o la formación de precios a través de mercados competitiv­os. Tenemos la posibilida­d de llevar adelante una política energética de largo plazo que congregue a las fuentes renovables con los HNC en un objetivo común de desarrollo económico, limpio y sostenible.

Me niego a aceptar que podamos darnos el lujo de decirle no a semejante oportunida­d.

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