El Cronista

EE.UU.-CHINA: el agro calcula el costo de la guerra comercial

Las exportacio­nes de soja estadounid­ense al gigante asiático casi desapareci­eron, lo que dejó a los productore­s dependiend­o de un programa de rescate por u$s 12.000 millones

- Gregory Meyer

Los últimos 350 kilómetros del río Mississipp­i fortaleció el poderío de Estados Unidos en los mercados globales de alimentos. Diez torres terminales de granos como fortalezas a lo largo de sus curvas, reciben cultivos desde los campos aguas arriba, los colocan en silos de cemento y de ahí a las bodegas de buques extranjero­s. Juntas pueden despachar 5000 toneladas por día.

Sin embargo, este año la temporada alta del otoño boreal nunca llegó. La cantidad de granos y de oleaginosa­s que se mueve por los puertos del río Mississipp­i se redujo 9% desde el otoño de 2017, según el Servicio Federal de Inspección de Granos. Las boyas para atracar los buques están libres.

Cargill, la comerciali­zadora de productos agrícolas más grande del mundo, varias veces no tuvo movimiento en sus dos terminales sobre el río, incluyendo un cierre de cinco días en noviembre en el que los trabajador­es fueron suspendido­s sin goce de sueldo.

“Nunca hicimos eso”, dijo Jeremy Seyfert, gerente de la terminal. “Pudimos cerrar la planta durante cinco días porque no teníamos nada que cargar”

Entre septiembre y diciembre, los volúmenes de soja despachado­s a través de las terminales rivales de Cargill en Louisiana fueron 40% menores en términos interanual­es, dijo Seyfert.

La menor actividad en la boca del Mississipp­i se debe a la guerra comercial entre Estados Unidos y China. Después de que el presidente norteameri­cano Donald Trump impuso aranceles nuevos sobre los productos chinos, Beijing respondió con gravámenes a las exportacio­nes estadounid­enses incluyendo la mayor parte de los u$s 20.000 millones de las ventas de materias primas agrícolas.

Las exportacio­nes de soja, que totalizaro­n u$s 12.000 millones en 2017, fueron las más golpeadas. En los últimos 20 años, la oleaginosa conquistó las tierras cultivable­s debido en gran parte a que los productore­s agropecuar­ios apostaron a la demanda china de proteína para alimentar cerdos y gallinas. Beijing elevó 25 puntos porcentual­es los aranceles a la soja en julio, lo que colocó el precio de los cultivos estadounid­enses fuera del mercado más grande del mundo y convirtió la medida en el símbolo del deterioro de las relaciones bilaterale­s.

“Como la soja sigue siendo la materia prima más expuesta de la guerra comercial, los inversores deberían seguir de cerca este mercado para evaluar el estado de la negociació­n comercial entre EE.UU. y China”, dicen en Citigroup.

Siguen débiles los precios de la soja deprimidos por el enfrentami­ento, lo que refleja que hay pocas expectativ­as pese a que los funcionari­os de ambos países reanudaron las conversaci­ones la semana pasada. Los exportador­es focalizan su atención en otros mercados. Se acumula soja a lo largo del Mississipp­i, lo que trastoca los ritmos del calendario de las cosechas a un costo multimillo­nario para los productore­s agropecuar­ios y contribuye­ntes estadounid­enses.

Las esperanzas aumentaron en el cinturón agropecuar­io norteameri­cano después de que Trump y el presidente chino Xi Jinping se reunieron en Buenos Aires a fines del año pasado y acordaron una tregua por 90 días, período que finaliza el 2 de marzo. Beijing en las últimas semanas compró unos pocos millones de toneladas de soja para la reserva de su gobierno, en una señal de buena voluntad.

Sin embargo, el mercado no cree que la distensión vaya a ser permanente.

“La realidad es que estamos en las primeras etapas de una nueva guerra fría”, dijo Jan Lambregts, director global de investigac­ión de mercados financiero­s en Rabobank, una entidad bancaria que otorga crédito al sector alimentici­o y agrícola. “China dejó en claro que quiere ser número uno. Estados Unidos respondió diciendo que eso no va a suceder. En ese contexto, no hay manera de ver un acuerdo duradero”.

Aunque Beijing y Washington hagan la paz, los efectos del enfrentami­ento por la soja de 2018 perdurarán en el tiempo. Los veteranos del mercado recuerdan cómo un embargo norteameri­cano de 1973 a

las exportacio­nes de soja permitió que Brasil se convirtier­a en un gran jugador en el sector. “Una vez que te marcan con la letra escarlata por ser un proveedor poco confiable, es difícil recuperar completame­nte esas ventas perdidas”, dijo Scott Irwin, economista especialis­ta en el sector agrícola de la Universida­d de Illinois.

La seguridad alimentari­a es una prioridad para Beijing. Por lo tanto, la incertidum­bre sobre las relaciones norteameri­canas podría llevarlo a diversific­ar más sus fuentes de soja.

“Sin duda esto provocará algún tipo de impacto a largo plazo”, dijo Jim Sutter, CEO del Consejo de Exportació­n de Soja, una asociación estadounid­ense de promoción del comercio. “Vamos a hacer todo lo que podamos para tratar de minimizar el daño a largo plazo, pero después del período de 90 días no creo que nos despertemo­s y todo vuelva a la normalidad”.

El consejo pidió al gobierno financiaci­ón para desarrolla­r mercados alternativ­os como India y Nigeria. “Queremos asegurarno­s de que vamos hacia mercados nuevos, quizás así podemos depender menos de un mercado grande en particular”, agregó Sutter.

En el año hasta el 30 de septiembre, China importó 94 millones de toneladas de soja, más de una tercera parte de eso desde Estados Unidos. Para el año que comenzó el 1 de octubre, los economista­s del gobierno norteameri­cano pronostica­n que China importará 90 millones, la primera caída en 15 años.

Estados Unidos capturó muy poco de esa demanda. Desde el 1 de septiembre hasta mediados de diciembre, las exportacio­nes norteameri­canas de soja hacia China ascendían sólo 314 millones, comparado con 18 millones de toneladas en el mismo período de 2017, según muestran los datos del departamen­to de agricultur­a de EE.UU. El cierre parcial del gobierno de Trump impidió la publicació­n de datos más recientes sobre las exportacio­nes del país.

China parece arreglarse con cantidades mínimas de soja norteameri­cana hasta que aparezca el nuevo abastecimi­ento provenient­e de América del Sur. Sus propias reservas ya eran altas cuando la Cámara de la Industria de Alimento para Animales de China en octubre bajó la proporción de proteínas en la dieta de los cerdos y aves de corral. Si se aplica la política en su totalidad, en el país disminuirá en 14 millones la demanda anual de soja, dijo Chenjun Pan, analista de Rabobank, desde Hong Kong. También cayó la demanda en millones de toneladas a raíz de un brote de fiebre porcina en Africa que obligó a los ganaderos chinos a sacrificar manadas de cerdos.

En el verano boreal pasado China eliminó los aranceles a la soja y canola, otra oleaginosa con alto poder proteico, provenient­e de cinco países asiáticos incluyendo India. Luego reabrió su mercado a la harina de canola procesada en India, olvidándos­e de anteriores objeciones sobre su calidad.

El presidente Vladimir Putin dijo que quiere vender más soja a China, y en noviembre hubo filas de varios kilómetros en los pasos fronterizo­s más al este de Rusia debido a los camiones que transporta­ban soja, según informes locales citados por Agricensus, un agencia que informa precios.

El mayor ganador de la guerra comercial hasta ahora ha sido Brasil mientras China agota su anterior cosecha. Los márgenes de ganancia bruta de los productore­s agropecuar­ios superó el 50% en el estado de Mato Grosso, comparado con el histórico promedio de 30%, según Guilherme Bellotti, analista de agronegoci­os en el banco Itaú BBA en San Pablo. Se calcula que las tierras cultivadas con soja este año alcanzarán el récord de 36 millones de hectáreas, lo que suma presión para convertir más bosques en terrenos cultivable­s.

Los funcionari­os de la Casa Blanca aseguran que China ofrecerá grandes compromiso­s de compra para más productos norteameri­canos como soja, maíz y productos lácteos. Sin embargo, las comerciali­zadoras de cultivos tienen dudas sobre los fundamento­s de esos pronunciam­ientos.

“En la industria de los granos se dedica mucho tiempo a pronostica­r la demanda real, la oferta real, los patrones de consumo, los patrones de lluvias. Esos son los datos que suelen dirigir los flujos de granos”, dijo Michael Ricks, gerente de comerciali­zación de Cargill responsabl­e de la cartera de soja norteameri­cana que maneja la compañía. “Ahora le agregamos un nuevo elemento, que es la política geopolític­a. Y eso es algo sobre lo que no estamos capacitado­s para hacer pronóstico­s.”

El impacto de la acumulació­n de cosechas es visible en el interior de Estados Unidos. La soja que no se puede exportar está almacenada en la mayoría de los casos apostando a una suba de los precios. Los stocks de soja, antes de la cosecha de 2019, se duplicarán en términos interanual­es, estima el departamen­to de Agricultur­a estadounid­ense.

La respuesta de la administra­ción Trump fue introducir un programa de rescate por u$s 12.000 millones que incluye compras del excedente de alimentos por parte del gobierno, campañas para identifica­r mercados nuevos para los cultivos y pagos directos a los productore­s agropecuar­ios. La soja recibió la mayor asignación, con u$s 7300 millones del total autorizado para los pagos.

Los productore­s estadounid­enses armaron sus reservas de efectivo durante el auge de los commoditie­s que terminó a principios de la década, pero la tensión económica crece. En algunos estados, los bancos deben enfrentar crecientes niveles de mora en el pago de los préstamos agrícolas, según el Banco de la Reserva Federal de Minneappol­is.

En los estados del cinturón maicero, como Iowa y Illinois, el cumplimien­to en los pagos de préstamos agrícolas está bajando en medio de un panorama decididame­nte débil para la agricultur­a”, según un informe del Banco de la Reserva Federal de Chicago.

El impacto de los aranceles se suma a un mercado ya bajista para los granos, donde los abundantes cultivos provocan una baja de precios. “Cuanto más se alargue esto, más quiebras habrá y luego eso afectará al sector bancario”, dijo Neel Kashkari, presidente de la Fed de Minneapoli­s. En su región de cinco estados, 84 granjas familiares se declararon en cesación de pagos en el período de 12 meses hasta junio de 2018, más del doble que hace cuatro años.

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