Un jaque mate capaz de ser un invierno nuclear
El armamentismo se reinventa y aumentan los escenarios de conflicto potencial. Dos circunstancias son particularmente alarmantes. La primera es el abandono de los tratados que EE.UU. y la URSS suscribieron para poner algo de racionalidad a una carrera de armamentos absurda. La segunda, dada por la nueva frontera que representa el espacio exterior en una competencia científica y tecnológica cada vez más peligrosa y sofisticada. De acuerdo al Boletín de Científicos Atómicos, que reúne a prestigiosos Premios Nobel de la Paz, la tensión entre las potencias militares esta en su peor momento desde 1953.
Los planes de rearme cualitativo superan la ficción. El informe del Pentágono titulado Revisión de la Defensa de Misiles, es un ejemplo. Rusia y China encaran programas similares para obtener un predominio militar orbital que permita acciones directas en los cuerpos celestes o en cualquier punto en la Tierra. Hoy no existe ninguna norma que impida el emplazamiento de armas en el espacio al margen de las nucleares o de destrucción masiva conforme al Tratado sobre el espacio ultraterrestre de 1967. China fue el primero en usar un arma convencional en el espacio al destruir en el 2007 a un satélite meteorológico propio.
La militarización del espacio afecta la seguridad de todos los países incluyendo a 1300 satélites que orbitan la Tierra. La aparición de satélites invisibles, de satélites ofensivos como defensivos, conduce a una competencia aún más sensible que la de las armas nucleares. Estados Unidos, Rusia y China ya disponen de sistemas anti satélites. Reino Unido, Francia e India se encuentran desarrollando esa capacidad.
Las tendencias armamentistas geoespaciales contribuyen a que la diferencia entre las armas terrestres y las espaciales sea una línea cada día más difusa. Lo mismo ocurre entre armas estratégicas y convencionales. Las principales potencias poseen armas de doble uso que pueden transportar ojivas nucleares como cargas convencionales. Esos misiles tienen hoy un alcance cada vez más largo y son de una enorme precisión. También logran velocidades hipersónicas que multiplican varias veces la velocidad del sonido lo que convierte en extremadamente difícil de interceptar. Asimismo, armas nucleares compactas y hasta portátiles de baja potencia compiten con ojivas 300 veces más potentes que las usadas en Nagasaki o Hiroshima.
En este proceso de evolución tecnológica donde las armas nucleares pierden potencia y las convencionales se agiganta, la nueva carrera de armamentos se muestra como la más compleja y letal que ha vivido la humanidad con un abanico y combinaciones de amenazas sin precedentes que incluye el problema cibernético. La disuasión sigue siendo la regla aunque muy diferente, en su composición, a la conocida en el siglo XX. Ya no es cosa de dos sino de tres o más incluidos actores no estatales. Estas referencias resaltan la urgencia que se inicien negociaciones multilaterales para detener una aceleración armamentista que aumenta los riesgos de un jaque mate capaz de resultar en un invierno nuclear.